Los aires acondicionados, las piletas y las terrazas se vuelven objetos de deseo. La ropa se aliviana y se acorta. Y todos, en mayor o menor medida, soñamos con estas tres cosas: cerveza fría, helado, vacaciones. Pero también el verano nos vuelve autocríticos y exigentes. Nos dejamos afectar por dicotomías contundentes. Por extremos extremistas. Por ejemplo: “aquello que tenemos” y “aquello que nos falta”; “las metas cumplidas” y “las metas que quedaron sin cumplir”.Y lo cierto es que aunque hayamos hecho un montón- pero un montón- de cosas, siempre queda un manojo de asuntos por abordar,