¡Esa no era yo!

Entonces ahí anunciaron a las medallas de honor. En ese momento entregaban dos medallas, ya dentro de la carrera tenías dos títulos: cava o cava y restaurant. No voy a entrar en detalle pero entregaron dos medallas, y ahí estaba Fernanda diciendo: «la medalla de honor de la cosecha 2007 es para Agustina de Alba». Ah, no, no, no. Ahí morí, se me aflojó el cuerpo, se me caían las lágrimas, lo miro a papa y lloraba. La miro a Pepa y lloraba y mis compañeras Mariana y Flor también lloraban y me decían dale Agus, tenés que subir. ¡Cómo habrá sido ese momento que mientras escribo este post se me vuelven a humedecer los ojos!

¡Si llegan a ser los dueños de Petrus o Lepin me muero acá!

Fue así que viajé, luego de ganar mi primer concurso como mejor sommelier del país en el 2008 (le dedicaré a eso algún post futuro). Recuerdo cuando me tomé el tren de Paris-Bordeaux y llegué a la estación. Me fue a buscar Fiona, nos abrazamos como si nos conociésemos de toda la vida. Y ahí estaba, en la casa de ellos, con amigos de todo el mundo, gente de NYC, de Bélgica, una enóloga de Borgoña, una productora de aceite de oliva de Toscana, gente, chicos, familia, todos juntos para cosechar.

Un día hubo un click y entendí todo

Por día cataban 5/7 flights de 5 vinos cada uno, osea un promedio de 30 vinos por mañana durante 4 meses. Les entregaba las fichas de cata y puntaje al jurado, los escuchaba debatir si tenían mucha diferencia entre un puntaje y otro y llegar a un acuerdo y lo más gracioso era que ellos no sabían que vino estaban catando y yo sí. ¡Me sentía Bob Esponja! Jajaja. Yo cataba todos los vinos con ellos pero, ni mu…no podía decir nada, ni me atrevía ya que no me sentía segura. Y de repente, un catador decía: «esto es salteño, de cafayate, 100% y sí, era así! Y pensaba… ¿Qué onda? Cómo hacen?

Llegó mi turno, como todo en la vida, y me preguntaron: ¿Qué aroma le encontrás al vino?

Igualmente, más allá de la motivación, me sentía perdida. Recuerdo en nuestra primera clase de cata: agarrar la copa, sentir el vino. Y nos preguntaban qué huelen, qué sienten. Cada uno tenía que decir un descriptor. De todo escuché: frutilla, vainilla, chocolate, cuero, aroma a la mermelada casera de mi abuela, y yo intentaba girar la copa despacito por miedo a volcar el vino y salpicarme, acercaba mi nariz ¿Y qué sentía? ¡Alcohol! Pensaba que no podía decir eso, un papelón. No sirvo, me voy, no sirvo. Estaba sentada atrás de todo (la timidez me duró dos clases, al mes estaba sentada en primera fila con mi listita de preguntas).

Cómo ingresé a la escuela de sommeliers (sin cupo) y con 18 añitos

No no no, discúlpame tiene que haber alguna forma de meter a una persona más. Yo necesito empezar este año, sí o sí, no puedo esperar hasta el 2007. Voy a perder un año. Paz, muy empática con lo que me estaba pasando, me decía, ay, yo te entiendo pero no se puede, el curso ya está lleno. Y ahí, le dije: – ¿Tenés 3 minutitos que te explico? Mirá, acabo de llegar de San Rafael, descubrí mi amor por el vino, tengo 18 años recién cumplidos, mi papa si no estudio me mata así que definitivamente tiene que ser este año.

No todos los amores son sanos

Nos perdimos el rastro varias veces. Pero tarde o temprano algo- una charla entre amigas, una celebración especial, el pasaje de algún libro, una bebida espirituosa, un momento de transición- me hacía pensarte, extrañarte y buscarte (en ese orden). Nuestro adiós fue hasta ahora solamente un amague; un punto y aparte. Nunca el final verdadero. Y otra vez lo mismo: mi mano sobre vos; vos en mi mano. Y esa tramposa y adictiva sensación de calma. Acá seguimos, años después, bailando a nuestro propio ritmo. Postergando una despedida necesaria. No debería ser tan difícil, pienso.

Llamé a mis papás y les dije ¡Me quedo en Mendoza!

La semana se cumplió, mi amiga se volvía y recuerdo que cuando la acompañaba a la terminal, iba decidida a quedarme. Conseguí un trabajo en San Rafael, a mis viejos les dije que me lo habían ofrecido pero NO, yo lo había buscado. Era de camarera en un bar. Me venía genial, de día recorría, aprendía y de noche trabajaba. Llamé a mis papás y les dije ¡Me quedo acá! ¡Es mi lugar en el mundo! Vuelvo en Marzo… obviamente se pusieron como locos. Nunca fui muy rebelde ni nada pero sí, apagué el teléfono y lo prendí a los dos días. Había nacido una ¨nueva Agustina¨. Estaban muy enojados, querían ir a buscarme, mandarme a la policía.

¿Ud es sommelier? Sí, respondo ¿Pero cuántos años tiene? ¡Es joven!

¿Ud es la sommelier? Sí, respondo. Pero es joven ¿Cuántos años tiene? Al principio respondía 18, ahora 25, pero siempre la pregunta siguiente es: ¿Cómo decidió que quería ser sommelier tan chica? Bueno, todo se remonta al año 2003. Mis padres acababan de separarse y mi papa decidió que yo elija el lugar para vacacionar. Elegí Mendoza. En aquel momento tenía 15 años y vivía amores platónicos constantemente, y fue así que uno de estos chicos que me gustaban se iba a Mendoza de vacaciones (yo no sabía ni cuándo ni a que parte) pero en mi imaginario pensaba que si iba me lo encontraría.