Llegó mi turno, como todo en la vida, y me preguntaron: ¿Qué aroma le encontrás al vino?

Clase de cata

 

Llegó mi turno, como toda en la vida, y me preguntaron: ¿qué aroma le encontrás al vino? 
Por Agustina de Alba

Cómo olvidar el primer día en la Escuela Argentina de Sommeliers (EAS). Era de las más jóvenes. Sí, claro, tenía 18 años. Es que la mayoría de los alumnos eran arquitectos, abogados y empresarios. Tenían sus carreras y estaban descubriendo el mundo del vino y yo estaba ahí, con un pie en 5to año, el viaje de egresados, Bariloche y el otro en este lugar de los frutos rojos, los aromas a vainilla y demás. ¡Esa semana de curso de ingreso fue memorable! Ahí conocí a Marina, Fernanda y Alejandra, mis tres maestras. Ese tipo de gente que cuando uno es más chico, dice “quiero ser como ellas”. Esas personas que te inspiran.

Igualmente, más allá de la motivación, me sentía perdida. Recuerdo en nuestra primera clase de cata: agarrar la copa, sentir el vino. Y nos preguntaban qué huelen, qué sienten. Cada uno tenía que decir un descriptor. De todo escuché: frutilla, vainilla, chocolate, cuero, aroma a la mermelada casera de mi abuela, y yo intentaba girar la copa despacito por miedo a volcar el vino y salpicarme, acercaba mi nariz ¿Y qué sentía? ¡Alcohol! Pensaba que no podía decir eso, un papelón. No sirvo, me voy, no sirvo. Estaba sentada atrás de todo (la timidez me duró dos clases, al mes estaba sentada en primera fila con mi listita de preguntas).

Con mucha vergüenza, observaba cómo se iba a acercando mi turno e intentaba esconderme. Se me pasaba por la cabeza que tendría que haber seguido con mis clases de teatro, que por qué no estaba en la UBA que son 200 alumnos y te escabullís fácil. Llegó mi turno, como todo en la vida, y me preguntaron: ¿Qué aroma le encontrás al vino? Podría haber mentido, la verdad que sí, pero no soy buena mintiendo porque me agarra culpa, entonces dije la verdad, respiré profundo y dije con total naturalidad: alcohol.

Minuto de silencio en el aire, las risas de mi compañeros, y en realidad la respuesta no estaba tan mal. El profesor la aceptó. Fue un momento gracioso para algunos y vergonzoso para otros. A los días, rendimos nuestro examen de ingreso y empezamos la carrera. Al primer mes de cursar, ya quería trabajar de esto, o al menos de camarera en algún lugar que me dejasen probar vinos. Fue cuando conocí a otra gran persona que me inspiró: Pepa, ella era recién egresada de la EAS y me consiguió mi primer trabajo “gastro” en Buenos Aires, de camarera en una vinoteca en San Telmo, sólo mediodías, de lunes a viernes ¡Un golazo! ¿Lunes a viernes? ¿De 8 a 15 hs? ¿What?

Sí, así fue. Cursaba y trabajaba, pero la verdad al principio me costó, estudiaba y estudiaba y cuando rendía aparecia un 7 ¡Dios! ¡Quería el 10! Detestaba cuando me decían ¿Y vos que estudiás? La típica pregunta de los 18/20 años. Y yo decía, estudio para ser sommelier. Ah, bueno sí claro, el curso, no, no, no ¡No! Qué curso, es una carrera, me pasaba horas estudiando la geografía vitivinícola del mundo, productos, infusiones, tabaco, etc. (bueno, es el día de hoy que las sigo estudiando porque es algo infinito). Mi primer año de carrera no conseguí el 10, tampoco el 9, y para ser sincera si hubo un 8 no lo recuerdo. Sólo recuerdo que estudiaba mucho y me esforzaba pero sentía que no era suficiente.

TIP DE LA SEMANA:

No pueden dejar de probar el Colomé Auténtico Malbec 2011, realmente hace honor a su nombre. Este vino es un tributo a sus pioneros, a aquellos que comenzaron con lo que es hoy una de las bodegas más antiguas del país, fundada en 1831. Es un vino de altura, complejo, profundo y jugoso producido con técnicas ancestrales: levaduras indígenas, sin uso de roble y embotellado sin filtrar. Fue uno de mis más preciados hallazgos en los últimos meses.