¡Si llegan a ser los dueños de Petrus o Lepin me muero acá!

Yo con la superbe famille Thienpont, dueños de uno de los «châteaux» vitivinícolas más importantes del mundo

 

La familia que marcó un antes y un después en mi vida y mi carrera. Por Agustina de Alba.

Llegué un 14 de diciembre, el 18 del mismo mes cumplía 20 años. Estaba bastante sola, la temporada ya había empezado en septiembre ¡Imagínense! Todos súper amigos al estilo verano del 98 y yo, la más chica, la última, me sentía sapo de otro pozo. Al principio fue intenso. Estábamos en el medio de la montaña, sin internet, sin señal, sin contacto con el afuera, había una cabina de personal que se escuchaba todo lo que hablabas así que prácticamente estabas aislado al 100%.

Yo era camarera, y los días de franco de la sommelier la suplantaba, el sistema de francos consistía en trabajar 12 dias x 3 de franco ¡Como esperaba esos 3 días! Ya estaba un poco cansada de ser camarera. Si bien aprendí muchísimo, fue como, bueh, ya quiero vender vinos.

Y así fue, uno de esos 3 días, una pareja se sienta en la barra, le piden un cocktail a Gastón ( el gran bartender de la casa y un gran compañero). Gastón me dice «Agus, ellos tienen una bodega, un château o algo así». Me acerqué, hola, que tal, bienvenidos. Amorosos ellos, los dos. Me dicen: ay ¿Vos sos la sommelier? Y yo sí pero no. Resulta que en realidad soy la sommelier 6 días al mes y bla,bla,bla, les conté la historia, dicen ah, mira vos, nosotros somos dueños de un château en Burdeos. ¿Ah si? Y dónde queda? En Pomerol me dicen. Yo pensaba: ¡llegan a ser los dueños de Petrus o Lepin y me muero acá! Son los 2 grandes vinos de esa región y del mundo. 

Sí, sí, pero tenemos un viñedo muy chico y agarran el libro del vino de André Domine que estaba en la barra del bar (mismo libro con el cual yo estudié para mi examen final de la EAS) y me dicen… esta es nuestra casa… foto gigante de Château Le Pin ¿Y si? ¿Qué pasó? ¿Adivinan. Me largué a llorar, obvio. Les digo ¿Qué? ¿Cómo? ¿ Pero yo los estudié por libros y ustedes acá? Respuesta: sí, fuimos a un crucero por la Antártida y ahora vinimos acá. ¡Y los abracé! Así de espontáneo. ¡Me salió y ya! Eran nada más ni nada menos que Fiona Morrison y Jacques Thienpont.

Se quedaron 3 noches y me pidieron que les arme una selección de vinos para cada almuerzo y cena, los que yo quisiera. ¡Wow! Su última noche me invitaron a cosechar con ellos al château en su próxima cosecha (en ese entonces era enero de 2008 y me invitaron para septiembre). Me dieron sus tarjetas y me dijeron queremos que vengas sí o sí, venís a casa, te damos una casita de huéspedes, una bicicleta para que vayas a los viñedos de alrededor, cocinamos juntos, conoces nuestra cava, probamos los vinos. ¡Yo temblaba!

Tocaba el cielo con las manos ida y vuelta. Les dije ¡OK! ¡Trato hecho! En los meses sucesivos, nunca dejé de escribirles, tenía miedo de que se olvidaran de mí, así que mandaba un mails de hola, soy Agustina, falta poco tiempo para que viaje. A todo esto, mi tía querida me había regalado un pasaje a Francia por el hecho de haber sido medalla de honor.

 

«Me dicen: ay ¿Vos sos la sommelier? Y yo sí pero no. Resulta que en realidad soy la sommelier 6 días al mes y bla,bla,bla, les conté la historia, dicen ah, mira vos, nosotros somos dueños de un château en Burdeos. ¿Ah si? Y dónde queda? En Pomerol me dicen. Yo pensaba: ¡llegan a ser los dueños de Petrus o Lepin y me muero acá! Son los 2 grandes vinos de esa región y del mundo.»

 

Fue así que viajé, luego de ganar mi primer concurso como mejor sommelier del país en el 2008 (le dedicaré a eso algún post futuro). Recuerdo cuando me tomé el tren de Paris-Bordeaux y llegué a la estación. Me fue a buscar Fiona, nos abrazamos como si nos conociésemos de toda la vida. Y ahí estaba, en la casa de ellos, con amigos de todo el mundo, gente de NYC, de Bélgica, una enóloga de Borgoña, una productora de aceite de oliva de Toscana, gente, chicos, familia, todos juntos para cosechar.

Los días consistían en despertarnos a las 6 am, Fiona nos preparaba un desayuno muy potente, y al viñedo, a cosechar, o a la cinta de selección, ahí Fiona quería que fuésemos todas mujeres las que seleccionemos los granos de uva ya que decía que somos más detallistas.

Charlamos de todo, bah, yo a medias porque hablaban francés pero las entendía igual. Poníamos música, cantábamos y pasaban las uvas de Merlot de Le Pin por la cinta. Parábamos para almorzar con todos los cosechadores, primer plato, segundo, quesos, postre. ¡Vino! Uy dios y seguíamos. A las 5.30 pm cortábamos, ducha, a bañarse y nos reencontrábamos para cenar en la casa de Fiona.

Ella elegía a un elegido de la noche para bajar a su cava y elegir el vino que quisiera y probarlo. Yo fui la elegida para catarlos a ciegas, eran 18 personas mirándome y tenía que decir el origen del vino, la apelación, año de cosecha. ¡Dios!

 

«Fue así que viajé, luego de ganar mi primer concurso como mejor sommelier del país en el 2008. Recuerdo cuando me tomé el tren de Paris-Bordeaux y llegué a la estación. Me fue a buscar Fiona, nos abrazamos como si nos conociésemos de toda la vida. Y ahí estaba, en la casa de ellos, con amigos de todo el mundo»

 

El primer vino que me dan, digo que es francés, AOC Vougeot, Borgoña, obvio que Pinot y era….¡Y todos aplaudían! Y yo, fue de suerte, lo dije por decir algo. Era, creo, el 3er vino que probaba fuera de Argentina. Así pasaron los días, felices, aprendí, conocí, me metí ¡Fue hermoso! Llegó el día de la despedida, me tenía que ir a Mouton Rothschild a cosechar también y no quería.

Me quería quedar ahí para siempre con Fiona, Jacques , George y William (sus dos hijos de 9 y10 años aprox en aquel momento, quienes intentaron enseñarme a andar en bicicleta porque en ese momento no sabía, sin palabras.)

Cuando llegaron a buscarme, empecé a llorar, y Fiona también, nos abrazamos, ella me agradecía por ir y visitarla y yo les agradecía por tanto. Y asi fue como conocí a una familia que marcó un antes y un después en mi vida y que una vez por año los encuentro en alguna parte del mundo: Bélgica, Champagne, Londres, etc y mientras termino de escribir este post me llega mágicamente un mail de Fiona invitándome a cenar y dormir en su casa luego de Vinexpo como en aquellos tiempos.

¡Que alegría!