Asciendo incontables escalones sobre unas plataformas de doce centímetros, intentando no perder la elegancia ni el equilibrio, hasta llegar al cuarto piso del Teatro Colón, donde una señorita (muy delicada, por cierto) me conduce hasta mi butaca. Voy a ver la Gala Internacional de Ballet, temporada 2013. Como tantas otras veces llego a destino sobre la hora; o justo a tiempo, si miramos el vaso medio lleno. Las enormes cortinas rojizas (y sus bordados dorados) ya están abiertas de par en par. Todo es oscuridad, con excepción de un solo reflector que los persigue a ellos sobre el escenario; y todo es silencio, salvo por la música que les marca el compás.