La lectura para mí es un acto vital, una forma de nutrirme. Simplemente, algo tan necesario como comer o tomar agua. Hace un tiempo compré un aparatito de esos que llevan mil libros guardados. Se llaman libros digitales, y me acuerdo que en aquel momento entré un poco en la polémica “libro en papel versus tinta electrónica”. Bueno, ahora que pasaron unos meses, puedo decir que cómo se lea, para mí, es irrelevante. Lo importante es el hábito de leer en sí mismo, el acto que hace que unas palabritas acomodadas de tal o cual forma permitan que construyas en tu imaginación nuevos mundos e impensadas posibilidades.
¿Será que es un poco básico hacer una apología de la lectura en estas épocas de video-de-no-más-de-tres-minutos? Pienso en lo siguiente: ¿qué sería de nosotros si una generación completa dejara de leer, y no transmitiera ese gusto a su descendencia? Acá voy a ser bien sincera: también disfruto de algunos de los videos que andan dando vueltas por ahí, de películas, series y de un montón de otras cosas que componen nuestro universo de información cotidiana. Pero nada se compara a la emoción de un buen libro, y es difícil que una película produzca esa sutil ansiedad de saber que, aunque no queremos que termine, se está aproximando el final.
«Leo por la calle (sí, levanto la vista antes de cruzar), en papel, en pantalla. Leo relatos, cuentos, novelas, biografías, ensayos. Leo en castellano, en portugués, en inglés. Comparto mis lecturas y es uno de mis temas preferidos de conversación. Para mí, el tiempo dedicado a la lectura es una faceta más de una vida de calidad. Y una fuente inagotable de inspiración.»
Leo feliz y compulsivamente desde los seis años (honestamente, leo desde los cuatro, pero no recuerdo fluidez por lo menos hasta los seis). Mi primera noche sin dormir a causa de un libro fue a los nueve, con un bestseller horrible, de esos de género catástrofe (la verdadera catástrofe era que ese libro hubiera llegado a mis manos). Todavía puedo hacer memoria de la sensación al día siguiente, en la escuela, de entre sueño y triunfo por haberlo leído completo en unas pocas horas. Varios años después, sigo leyendo con la misma avidez, aunque ahora procuro dormir un poco más.
Leo por la calle (sí, levanto la vista antes de cruzar), en papel, en pantalla. Leo relatos, cuentos, novelas, biografías, ensayos. Leo en castellano, en portugués, en inglés. Comparto mis lecturas y es uno de mis temas preferidos de conversación. Para mí, el tiempo dedicado a la lectura es una faceta más de una vida de calidad. Y una fuente inagotable de inspiración.
Dibujo: CC-Dory Kornfeld