Últimamente me encuentro pensando – con frecuencia – en todo aquello que probablemente se pierde con cada intercambio; en todo lo que queda afuera por complejo, por subjetivo, por personal, por único, por intransferible. Adoro las palabras, pero desde hace un tiempito sospecho que hay rincones de nuestra esencia a donde no llegan. Las palabras que tenemos en nuestro idioma para intentar delinear este sentimiento son pocas. A grandes rasgos pareciera que hay solamente dos niveles de amor: uno más masivo, que se expresa con un “te quiero”, y uno más especial, más exclusivo, más intenso, que se expresa con un “te amo”. Fin. O lo uno, o lo otro. Me puse a investigar un poco sobre el asunto.