En la costa de Zapallar, un elegante pueblo en la región de Valparaíso, me abrazan montañas con casas mediterráneas, el océano pacifico, bosques de pino y flores de todos los colores. La naturaleza, claro, la mejor paisajista de todos los tiempos. Apoyo la espalda en la arena, cierro los ojos y escucho los gritos de la gente que está en el agua. En minutos, pienso, voy a hacer lo mismo. Lo vengo planeando desde Buenos Aires. Cuando en los primeros días de noviembre, decidí hacer justicia y no dejar que el verano me robase toda la primavera. Antes de viajar a Chile, le dije a mis amigas “voy a ir a la playa y no pienso salir del agua”. Porque el calor húmedo y sofocante de la ciudad hace que una brisa cotice en Wall Street.