Era hora de cortarme el pelo. Estuve esquivando la peluquería por meses, pero acá estoy, en la silla de lavado, con la nuca inclinada y casi rota, mirando las manchas del techo y algunas telarañas; rodeada de peluqueros chupamedias para los que siempre quedo divina y te veo la próxima, diosa. Son coloristas de la realidad, profesionales de la diplomacia, jardineros de las puntas florecidas que nunca mueren. Hoy me lava la cabeza Daniel, Dani, un morocho que es muy parecido a Lorenzo Lamas que según dicen en la recepción, cuida mucho a las clientas, te va a encantar.