Las postales que trae el calor
Por Andrés Kilstein
Mareados por el calor agobiante que se instala en esta época, no reparamos en que año tras año nos sometemos a las mismas escenas, tan recurrentes como sorpresivas.
1) Discrepancias en las oficinas en torno a la temperatura del aire acondicionado. Suele ser una batalla en que las mujeres conforman un bloque cerrado, sin fisuras. Y los hombres hacen lo propio. Así como alguien dijo una vez que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, estamos en condiciones de afirmar que los hombres son 19º y las mujeres 22º/23º. Usualmente, la injusticia de la sociedad se traslada también a la oficina, donde la disputa se resolverá con la temperatura que quieren los varones y ellas se llevarán saquitos de lana. Las prendas permanecerán a la mañana siguiente, cuando el empleado de limpieza venga a subir las luces, colgados en el respaldo de las sillas.
2) Avanzás por la calle y, una tras otra, caen gotas del cielo. Mirás al cielo y nada, ni una nube. ¿Respuesta? La gente que no tiene la gentileza de colocar las mangueras de los aires acondicionados en un tarrito y las deja sueltas goteando sobre los transeúntes. “Total es agua”. Ese argumento “sólo es agua”, se va a repetir más de una vez. En carnaval se te acercará un pibe, te arrojará una bombucha que te dejará la piel irritada y la madre se excusará con un “sólo es agua”. Cuando un camión hidrante dispersa a una multitud arrojándoles chorros a presión no les dice “chicos, es agua”.
3) Aparecen personas desparejamente quemadas. Manchas como las del mapa físico de la Argentina (ese que te marca con colores las montañas y las mesetas). La irregularidad te indica dos cosas. En primer lugar, la gente que está sola y no tiene a nadie que le ponga protector en la espalda. En segundo lugar, te señala a la gente que se hace la sofisticada y cree que domina el arte de la protección solar, untándose filtro 15 en los brazos, 25 en las piernas, 5 en la cara y así sucesivamente hasta el desastre indecible.
4) Finalmente, reconocemos la llegada del calor porque los pibes del delivery montan sus bicicletas de manubrio alto con el torso desnudo. Y luego se colocan la remera en el momento en que bajamos a recibir la comida.