Jugar a que nos descubren, a maquinar un misterio con la superposición de nuestros sweatercitos de cashmere, nuestros relojes, me gusta que elaboremos la elegancia para cuando lo prohibido se abra paso: lo prohibido es mi regalo para el futuro, me doy cuenta, por esa cámara ahí, ahora, por esta alegría por lo in fraganti, presiento que los bordes del protocolo son mi fetiche, me va bien con los bordes, sacan lo mejor de mí; las reglas, la rispidez. Cuando el empapelado rococó no alcance para agobiarme, voy a casarme con un príncipe de orejas grandes para la televisión mundial. Largos de falda convenidos, custodios, hijitos nobles.