Un día al pie de Los Andes en 3 SAPAS: dos hermanos suizos haciendo vinos con enfoque ecológico

Arnaud y Florian Frésad se rindieron ante el encanto mendocino y dejaron Suiza para abrir su propia bodega/En 24 horas al pie de la cordillera, probamos vinos que buscan traer juventud y aires diferentes a la industria/“Convertir vino en vida”: su propósito ecológico va un paso más allá/Cómo logran plantar un árbol por cada botella vendida.

Con un almuerzo casero en la finca que compraron este año, degustamos sus nueve etiquetas.

Un día al pie de Los Andes en 3 SAPAS: dos hermanos suizos haciendo vinos con enfoque ecológico. Por Lenchu Rodríguez Traverso.

No deja de sorprenderme el ritmo galopante con el que crece Mendoza. Se puede viajar más de una vez por mes a la meca del vino argentino y, sin embargo, no repetir visita a ninguna bodega. Es tal el potencial de nuestras tierras cuyanas, que son cada vez más los ojos extranjeros que miran con tentación la idea de emigrar y dejarlo todo por el vino.

Eso mismo pasó hace solo un año con el suizo Arnaud Frésad. En medio de un intercambio de estudios en Buenos Aires, conoció Mendoza en más de una ocasión y se rindió ante su belleza. Tanto que decidió dejar Suiza e instalarse ahí. Y para concretar ese compromiso, sumó una nueva bodega al mapa vinícola de la provincia: 3 SAPAS. El acrónimo de “tres suizos al pie de los Andes” – por los dos hermanos y su perro Gibbs -, tiene a la ecología como estandarte y rotuló cada etiqueta con su frase bandera: “Convirtiendo vino en vida: una botella – un árbol”. 

La novedad ameritaba aterrizar de nuevo a los pies de la cordillera. Mendoza nos recibió con su clásico calor seco, la sonrisa y el español europeizado de Arnaud, que nos esperaba con la camioneta para llevarnos directo a llenar las copas. Vale aclarar que 3 SAPAS no tiene su propia bodega, todavía faltan unos dos años hasta poder degustar sus vinos frente a los paisajes del Valle de Uco. Lanzaron su primer Malbec en agosto del 2022, y compraron su finca recién a principios de este año, es decir: estamos frente a uno de los bebés de la zona. Pero uno con primeros pasos bastante firmes.

«A través de sorbos y aromas viajamos por distintas regiones, alturas, cortes y texturas. Degustamos pedacitos del rompecabezas que conforma cada vino de su portafolio – dos Malbec, tres Cabernet Sauvignon, dos blancos, un rosado y el blend ícono – donde siempre hay una crianza, aunque sea corta y sutil, por madera…»

Digo esto porque Arnaud y su hermano Florian no se tiraron a la pileta solos. Incorporaron al proyecto a los enólogos Luis Coita Civit y Fernando Sota, con trayectorias donde figuran nombres como Riccitelli, Durigutti y Cheval des Andes. En esta ocasión viajamos desde Buenos Aires, Córdoba y distintas partes de Mendoza para probar sus nuevas cosechas (las primeras en manos de ambos profesionales) y otros lanzamientos recientes.

Hoy por hoy, elaboran vinos en la bodega Lamadrid, en Luján de Cuyo. Ahí nos recibió Luis quien, después de entregarnos unas copas vacías, nos llevó en un recorrido por el detrás de escena, el laboratorio donde están fermentando las uvas que seleccionan cuidadosamente de distintas regiones para lograr “vinos distintos”. Su objetivo está organizado en tres deseos: convertirse en una bodega joven, disruptiva y totalmente comprometida con el medio ambiente. 

Tanques de acero, piletas, ánforas, huevos de concreto y barricas de roble americano, cáucaso o su orgullo, las “ícono” (o las Ferrari como las llaman ellos). A través de sorbos y aromas viajamos por distintas regiones, alturas, cortes y texturas. Degustamos pedacitos del rompecabezas que conforma cada vino de su portafolio – dos Malbec, tres Cabernet Sauvignon, dos blancos, un rosado y el blend ícono – donde siempre hay una crianza, aunque sea corta y sutil, por madera.

«Y así fue como surgió la idea: por cada botella que venden, plantan un árbol. –‘Lo hacemos acá en Argentina con una ONG que se llama Un árbol, que planta árboles nativos en zonas amenazadas por la deforestación’. La búsqueda no persigue únicamente la certificación internacional, sino que va mucho más allá. Responde a inquietudes personales y trasciende los reconocimientos…»

Los vinos en botella recién los probaríamos al día siguiente, después de ese trayecto largo de vistas fascinantes hasta Tupungato. Nos adentramos con la camioneta en su finca de 46 hectáreas – de las cuales 33 ya están plantadas – hasta llegar a una galería donde nos recibió una larga mesa con individuales y copas expectantes. Pero antes, caminamos bajo el cálido rayo de sol mendocino hacia un gazebo para escuchar la presentación oficial.

“Nuestra misión ‘convertir vino en vida’ lo hacemos de dos formas: a través de los buenos momentos y la amistad con el vino, pero también con un proyecto ecológico”, empezó a explicar Arnaud, mientras nos contaba que su búsqueda es convertirse en una bodega moderna y disruptiva. “Tenemos un fuerte foco en la sustentabilidad porque usamos botellas livianas, tapones y papel reciclado para las etiquetas. Pero además de eso, queríamos hacer un esfuerzo adicional porque para nosotros el planeta está en una situación muy difícil”. 

Y así fue como surgió la idea: por cada botella que venden, plantan un árbol. “Lo hacemos acá en Argentina con una ONG que se llama ‘Un árbol’, que planta árboles nativos en zonas amenazadas por la deforestación”. La búsqueda no persigue únicamente la certificación internacional, sino que va mucho más allá. Responde a inquietudes personales y trasciende los reconocimientos. “Un árbol fija el carbono de mil botellas, así que el balance es bastante positivo”, agrega Luis, que es también ingeniero agrónomo y hace un año está involucrado en el proyecto.

«Y llegó el momento de la estrella de la bodega: el Blend Icono Rey del Aire 2022. 65% Malbec, 30% Merlot, 5% Chenin Blanc, con una ilustración del cóndor andino adornando la etiqueta. Sus diseños son parte de esta búsqueda: ser llamativos, diferentes y honrar a la flora y fauna autóctonas…»

En las copas empezaba a bailar su Rosé de Malbec. Mientras, Luis explicaba cómo este nuevo lanzamiento ya fue reconocido por el IWSC como uno de los mejores rosados premium del mundo y uno de los únicos dos argentinos en el ranking. Pero fue su Sauvignon Blanc el que más me deslumbró. Desde la nariz, un bouquet de flores frescas combinadas con la tierna acidez de los cítricos que se acentúan aún más en boca, y dan ganas de perpetuar ese sabor un largo rato. Con ese último dejo de frescura, y pasando antes por la zona donde ya está en marcha la construcción de su bodega, nos dirigimos a la mesa.

Fue Florian el encargado de cocinarle al grupo entero. Llegó el gazpacho de melón, pepino y palta y empezaron a llenarse las copas con el primer flight: los Cabernet Sauvignon. Al principal – un pollo relleno, remolachas, rollitos de zucchini y pickles de cebolla – lo acompañaron los Malbec: crianza, reserva y el gran reserva, que pasa 12 meses en barricas de roble francés y americano. Y llegó el momento de la estrella de la bodega: el Blend Icono Rey del Aire 2022. 65% Malbec, 30% Merlot, 5% Chenin Blanc, con una ilustración del cóndor andino adornando la etiqueta. Sus diseños son parte de esta búsqueda: ser llamativos, diferentes y honrar a la flora y fauna autóctonas.

«Y a la pregunta del consumidor ideal: ‘alguien inquieto, que se acerca a lo responsable (una botella, un árbol) pero después le gusta el vino entonces lo vuelve a probar. Te acercás a 3 SAPAS por lo sustentable y de repente te encontrás con que el vino está bueno’…»

“Queríamos traducir este concepto original, ‘jóvenes suizos’, a un vino. Por eso elegimos el camino de vinos frescos, crujientes y acidez vibrante. La línea conductora es la frescura y la representación varietal de cada botella y añada”, nos contó Fernando. Y a la pregunta del consumidor ideal: “alguien inquieto, que se acerca a lo responsable (una botella, un árbol) pero después le gusta el vino entonces lo vuelve a probar. Te acercás a 3 SAPAS por lo sustentable y de repente te encontrás con que el vino está bueno”.

Con el postre sirvieron su segundo blanco, el Viognier, y así cerramos portafolio entero. Pero quedaba una última sorpresa antes de emprender la vuelta. “Todos agarren una botella y síganme”. Caminamos entre viñedos hasta encontrarnos con una hilera de árboles jóvenes ansiosos por ser plantados. Mi equipo, sin escrúpulos, metió mano en el barro y dejó una pequeña huella en las tierras Del Valle de Uco: un Álamo jovencito que asumo tendrá carácter adolescente cuando me lo vuelva a encontrar una vez que inauguren su bodega. Voy a ser honesta: hay algo de esa pequeña contribución con reconstruir el verde del paisaje que me emocionó. Hacer palpable la metáfora.

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Fotos: son todas gentileza de prensa de 3 SAPAS.

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