Tragos de autor en un hotel de lujo, muestras de arte con vinito y djs y dos jardines alucinantes para escapar del caos y almorzar en pleno oasis/¿Qué fue lo que volvió a convertir a Retiro en un hot spot?/¿Qué tienen en común sus nuevas propuestas?/Desde la bella Arroyo hasta un ex monasterio al toque del Microcentro.
Retiro Reloaded: cuatro novedades gastro, arty y de lujo que vuelven a poner al barrio en la lupa. Por Lenchu Rodríguez Traverso. Fotos: Kala Moreno Parra.
Porque aloja una de las calles más alucinantes de la ciudad. O por su ubicación estratégica, cerca de la mega estación de trenes, entre el clásico Recoleta y el transitado Microcentro. O por su patrimonio, con esas construcciones tan pintorescas que se roban las miradas, mientras van contando la historia de la ciudad. Todos estos son los factores que se repiten en palabras de quienes lo eligieron como sede de sus nuevas propuestas. Lo que es una realidad es que Retiro volvió a ponerse en el radar de todos. Un flamante “hot spot».
Durante la pandemia era una ciudad fantasma. Hoy, cuatro años después, Retiro floreció con toda y se volvió atractiva para nuevas propuestas con onda que quieren alejarse de los barrios ya saturados. Hoy te invita a tomarte un trago post oficina, bailando con un dj en un hotel de lujo. O un vinito mientras escuchás poesía en vivo en una singular galería de arte. O escaparte a almorzar en un jardín espectacular donde se hacían tremendas fiestas hace un par de siglos. Retiro renace como un barrio de disfrute y con MALEVA recorrimos sus nuevos imperdibles.
1) Los jardines de las Barquin: un refugio gastronómico alucinante – entre palmeras y mosaicos – con una carta que homenajea épocas doradas / Suipacha 1424.
Es increíble sentarse en una de las cuatro mesas sobre los canteros frondosos. Admirar hacia un lado el inmenso jardín en diversos tonos de verde y celestes mosaicos y, hacia el otro, la cocina que trabaja apacible dentro de un invernadero abrazado por hojas de palmeras. Pero lo más inverosímil es que, aunque cueste creerlo, ese escenario onírico está inserto en plena ciudad.
Hace apenas unos meses, la escena entera posó sus ojos sobre el flamante proyecto que unió a Germán Sitz y Pedro Peña (Niño Gordo, La Carnicería, entre otros) con Alejandro Feraud (Alo’s). Una creación que tiene a la “revalorización” como estandarte. Primero: el lugar. Resulta que esos jardines ubicados dentro del Museo Fernández Blanco se remontan al siglo dieciocho y pertenecían a una condesa, tía de las bellas hermanas Barquin, que recibían filas de pretendientes en sus amplios espacios al aire libre, donde también hacían las tertulias más distinguidas.
Para que la propuesta esté a la altura de la historia de su entorno, eligieron como protagonistas de la carta a los alimentos que, en su momento, colocaron a Argentina en el mapa mundial: los cereales. Su risotto verde de cebada es una oda a esta historia (y un abrazo calentito al alma). Hay empanadas de centeno y hongos, una fainá de garbanzos bien potente y sabrosa, una milanesa de cerdo apanada en semillas y tienen platos y pastas del día. No solo importa el qué sino el cómo; volver a la trazabilidad de su materia prima. A lo artesanal. Al respeto por el producto.
2) 1745 Bistró: un oasis colonial en el patio de un ex monasterio (y un menú del día que invita a volver) / San Martín 705.
Cruzar el umbral de la puerta es volver un poco hacia ese 1745, el año en que empezó a funcionar el monasterio de Santa Catalina. El umbral apaga en un segundo el ruido de la ciudad. Su patio central es un amplio refugio natural, decorado con su aljibe original, mesitas esparcidas bajo los árboles históricos y en sus 360 grados: los arcos de entrada al edificio donde vivieron las primeras monjas de clausura de Buenos Aires.
En este bellísimo Monumento Histórico Nacional, abrió sus puertas hace unos meses Café Bistró 1745, con un gran backup: su gastronomía está a cargo de Alejandro Bontempo, el histórico chef ejecutivo del Hotel Madero y Yanina Benítez, Chef Patissiere del hotel. Acá lograron encontrar el punto medio ideal entre platos de nivel y la relajada cotidianidad de un almuerzo de oficina. “Hay gente que viene todos los días de la semana”, nos revela Ivana Piñar, sommelier del hotel. Y es que su carta tiene tres pilares clave: variedad, simpleza bien hecha y precios accesibles.
La ensalada de halloumi es un hit (y viene bien power con palta, maní, couscous, pasas, semillas, tomates y yogurt), así como el paillard de pollo grillé con tortilla de papas y ensalada de estación. Pero la gran estrella es la sugerencia del chef. Un plato de comfort food, abundante, que cambia todos los días y se ofrece a un precio casi irrisorio. Así lograron que el restó tenga sus propios “feligreses”, a los que les comunican el menú del día a través de un grupo de Whatsapp.
El espacio da para hacer de todo. Lo alquilan para eventos, pero hay varios otros planes en agenda como acciones de wine tasting y after office los jueves y viernes, entre otros proyectos que son todavía una sorpresa.
3) Comité 357: el punto de encuentro – con look europeo – que fusiona arte, diseño y vinos / Tres Sargentos 357.
Cae la tarde y la callecita adoquinada Tres Sargentos se empieza a llenar. Vasos de vino en mano, puchos, charlas que van y vienen y de fondo; un local que parece sacado de una película de época. Arriba, un cartel lee “Lumi Hnos.”, hay escritos en blanco sobre el vidrio, y velas sobre la ventana. Una fachada que a leguas genera mucha curiosidad. Comité 357 es difícil de definir. No se encasilla en una galería de arte o en un centro cultural. “Es un espacio donde converge el arte, el diseño y el vino”, nos cuenta Mayda, una de las creadoras de esta unicidad. “Funcionamos como una especie de neocolectivismo; hay mucha gente aportando cosas distintas al espacio”. Y siempre pasa algo.
En este momento exponen su segundo Simposio; “Un ladrillo quiere ser algo”, donde participan 18 diseñadores con sus obras. En los intervalos entre simposios hay muestras individuales, como la última de Bárbara Arcuschin donde colgaban sus fotografías translúcidas alrededor del salón. También recibieron hace poco a “Me lo dijo una nube”, un ciclo de lectura de poesía. Y así pueden seguir surgiendo cosas porque, “si alguien viene con una propuesta que condice con el aura del lugar, bienvenida sea”.
Mayda es una apóstol de Retiro y de esta callecita en particular. Pasaba por acá y veía este local en alquiler hace tiempo. Su dueño, un vidriero de tercera generación lo tuvo en alquiler durante cinco años, porque no encontraba ninguna propuesta que encajara. Cuando llegaron ellos les dijo, “los estaba esperando”. Vive arriba y baja a participar algunas veces.
Su fuerte es el miércoles – el día de “Comité a la calle” – cuando abren su wine club a las siete de la tarde mientras un Dj pasa música y circulan platos de quesos y charcutería. “Comité da FOMO”, comenta una de las chicas, mientras se fuma un cigarrillo en la vereda. Hay algo en la escena que me remite a lo europeo; un poquito barcelonés y un poquito de Berlín.
4) Hotel Casa Lucía: un spot cinco estrellas para tomar unos buenos tragos en un entorno full diseño / Arroyo 841.
No hay quien atraviese la calle Arroyo y no quede perdidamente enamorado. Su encanto y elegancia de película de época la convirtieron en el blanco perfecto para que Único Hotels, la cadena española, decida subirse a un avión y abrir su primera propuesta internacional cinco estrellas. Y para eso revalorizaron el Edificio Mihanovich, una construcción que está cerca de cumplir los cien años, y supo ser en su momento la más alta de Latinoamérica; “el faro de Buenos Aires”.
La magnífica entrada te sumerge en una especie de invernadero de techos vidriados, con lámparas orgánicas colgantes y, al fondo, bajo el “spotlight”: la gran barra. Sobre el piso damero descansan sillones de pana verde, mesas bajas y macetas con plantas. Ese lobby de luces cálidas es una especie de sala de estar de bienvenida, donde te podés pedir algún café o bebida de la barra. Y no hace falta ser huésped para frecuentarlo; Casa Lucía da la bienvenida a locales y extranjeros.
Hacia la derecha, Cantina Restaurante fusiona sabores argentinos con la cultura española del tapeo, y una larga lista de vinos locales curada por Aldo García. A la izquierda, Le Club Bacan; una suerte de living speakeasy algo sensual, con luces tenues y cerámica de diseño, para disfrutar de alguna creación del bartender Martín Suaya sumergido en una hipnótica tranquilidad, o sumarse a alguna noche de Dj sets y bailar un rato.
El hotel es un homenaje constante a la Argentina. Sobre las mesas, descansan libros de diseño que te transportan con fotografías a la Patagonia o te cuentan la historia de nuestro bicentenario. Sobre las paredes del Club, cuelgan fotos de músicos icónicos en blanco y negro. Y los tragos de la barra llevan nombres como “Por una Cabeza”, “Mi Buenos Aires Querido” o “Color Esperanza”. El “11 y 6” – con vodka, lima, maracuyá, jengibre, cenizas y flores – simplemente me deslumbró.
Galería:
Los Jardines de las Barquin.
Los jardines de las Barquin.
Café Bistró 1745.
Café Bistró 1745.
Café Bistró 1745.
Hotel Casa Lucía.
Hotel Casa Lucía.
Hotel Casa Lucía.