Se hicieron mega amigas en una playa de Uruguay/Olivia «Chica Pájaro», una de las chefs del momento; Tamara, una pensadora con un impacto inédito en su generación/Ida y vuelta íntimo sobre la gastronomía, la escritura, la creatividad y la amistad en el canchero departamento porteño de Olivia.
La «Chica Pájaro» y Tamara se conocieron en una playa de Uruguay.
«Podría ser divertido hacer un libro juntas ¿por qué no?»: charla con Tamara Tenenbaum y Olivia Saal, dos amigas que se inspiran una a la otra. Por Benjamín García. Fotos: Carla Nastri para MALEVA.
El verano pasado Olivia Saal, una de las jóvenes chefs más influyentes de la actualidad, también conocida como La Chica Pájaro, y Tamara Tenenbaum, filósofa, docente y una de las escritoras más exitosas del último tiempo (hasta hay una serie «El fin del Amor» inspirada en su gran ensayo) se cruzaron en las playas de Uruguay y generaron un vínculo afectivo que parecería no tener techo.
“Nos conocimos por una amiga en común y nos enamoramos muy rápido”, reconoce la autora. Por su parte, la creadora de Oli Café y anfitriona en la entrevista en su cálido departamento de Palermo, agrega: “me acuerdo que estábamos en la playa con un grupo de amigos en común y le fui a hablar de El fin del amor, seguramente es algo que le pase a muchas chicas que lo leyeron y se cruzan por primera vez con ella”. Inmediatamente que Olivia termina esta anécdota, Tamara aclara que ella también ya la conocía de antes por ser habitué del local gastronómico de la calle Costa Rica al 6020.
Es muy probable que algunas personas que hayan entrado a leer esta nota se pregunten si están por sacar un libro en conjunto, si van presentar un show o si están por abrir un nuevo local gastronómico. Nada de eso. Esta entrevista refleja dos vínculos, el de la escritura y la cocina, y el de dos mujeres que se destacan en distintas profesiones. “Las dos somos muy obsesivas con lo que hacemos, por eso también conectamos muy rápido…»
En esos días en Uruguay, cuando apenas nos habíamos conocido, íbamos en un auto y llamaron a Oli para preguntarle algo de una cena muy importante que estaba preparando, recuerdo que me pareció muy sensual la forma que tenía de trabajar y sobre todo, luego del llamado, la capacidad de retomar la charla que veníamos teniendo en el viaje con total fluidez”, reconoce Tamara.
Tamara y Oli suelen mostrarse en stories de Instagram compartiendo shabbats, paellas, copas de vino, tardes de pileta y playa, y salidas con amigos. “Otro punto en común es que a las dos nos gusta unir personas que no se conocen, cada una con su metier”, reconoce la joven chef, quién también es cineasta recibida en la FUC.
“Nos conocimos por una amiga en común y nos enamoramos muy rápido”, reconoce la autora. Por su parte, la creadora de Oli Café y anfitriona en la entrevista en su cálido departamento de Palermo, agrega: “me acuerdo que estábamos en la playa con un grupo de amigos en común y le fui a hablar de El fin del amor, seguramente es algo que le pase a muchas chicas que lo leyeron y se cruzan por primera vez con ella…»
Oli Café es de esos lugares que prioriza el encuentro, no es un lugar de paso. ¿Esta búsqueda fue consciente?
Olivia: Sí, apuntamos a que sea un espacio de todos los días, cotidiano, que te den ganas de volver, de traer a tus amigos. Hay personas que vienen dos veces por día. Para sostener un lugar así es clave evitar la solemnidad.
Tamara: Como cliente y luego de haber trabajado varios años como crítica gastronómica conocí lugares que ponen el encuentro por sobre todo lo demás, Olí es uno de ellos. También te podría nombrar a los proyectos de Julián Díaz, por ejemplo. Son de esos lugares en los que una ya ni piensa, porque es muy difícil que fallen: tienen comida para todo tipo de personas, la música está bien, las luces también. Cuando me tengo que reunir con personas que no sé qué comen, cómo viven, ni qué quieren, las cito en Oli, porque sé que voy a estar cubierta.
«Olivia: Yo cocino mucho para mis amigos. El año pasado hice mucha paella. Tiene algo similar al folklore del asado. Mientras la vas revolviendo se te acercan amigos a charlar, a fumar, a servirte vino. No te digo que me obsesioné, pero me engolosiné. Muchos de mis platos empiezan por mis amigos, cocinar para ellos es lo que más me gusta…»
¿Qué responsabilidad tienen los cafés en la vida social? Tamara dice que hay muchas amistades que transcurren en estos espacios.
Tamara: Una conoce gente en estos lugares. Creo que Argentina tiene una cultura de cafés que es para cualquiera, no es una cultura elitista. Hay confiterías más caras que otras, pero si todavía no caíste en la pobreza te podés tomar un café o comer una pizza. Hay algo de eso que es medio un ritual. Creo que tiene mucho que ver con formar amistades por fuera de la familia. Para invitar a alguien a una casa tenés que tener cierta confianza, hay algo de los cafés que habilita a los desconocidos, y así uno va conociendo gente.
Olivia: En estos lugares hay potenciales vínculos de amistad. Veo a muchos clientes que hacen relaciones, que se saludan entre sí.
¿Creen que el trabajo remoto perjudicó el ambiente de los cafés?
Oli: Depende el lugar. En Oli no pasa porque solo se pueden usar compus en la mesa comunal. Hay cafés que están preparados para eso, nosotros no. Apuntamos a otro clima.
Tamara: A mí las calls cuando estoy en un café me destruyen. Entiendo a los gastronómicos, hay algo comercial que es lógico. Uno no puede sentarse catorce horas en cualquier café a tener videollamadas porque no son locutorios. Sin embargo, hay lugares que sí están preparados para el trabajo remoto, como Starbucks, por ejemplo. Son espacios que tienen miles de enchufes, está pensado para eso.
¿Por qué creen que los cafés se prestan mucho más para escribir o leer que otros lugares, como por ejemplo las cervecerías?
Tamara: El café tiene un ruido que me concentra, entiendo que hay gente que pone en Youtube grabaciones de fondo de café. El sonido es constante, no tiene contenido, no te atrae. También entiendo que para la gente que convive con alguien o tiene hijos, termina siendo un lugar de escape para poder concentrarse. A mí me pasa que en el café me da vergüenza que me vea alguien paveando en Twitter, entonces me concentro más. En mi casa no me ve nadie y entonces estoy: “¿A ver qué pasa con el decreto?”. Soy muy adicta a la noticia.
Olivia: Para mí el café funciona como un colchón auditivo. Como que te encapsulás, entre el bullicio y el ruido de copas. Eso ayuda mucho.
¿Cuál es el punto en común entre la gastronomía y la escritura?
Tamara: Creo que el detalle es uno. Si bien son dos cosas distintas, hay pequeñas sutilezas como una coma o un ingrediente que te pueden cambiar todo. Otro punto en común es que estás dos actividades están relacionadas con el consumo, hay que nutrirse todo el tiempo. La novedad es clave para lo que hacemos. Estos dos laburos tienen mucho de estar abiertos a lo que sucede.
Oli: Para mí se relacionan desde una necesidad y una identidad. No es algo que vos querés hacer, es algo que vos necesitás hacer. Supongo que a Tam le debe pasar lo mismo. En mi caso, si no estoy cocinando no estoy en mi zona de confort, estoy corrida.
«Así como Oli cocina la comida que le gustaría comer, yo escribo libros que me gustaría leer. No se me ocurre otra cosa. Cuando a mí me dicen: “¿Para quién escribís?, digo “para mí”. Pero no porque no me importe el resto, sino porque no puedo tener en la cabeza a otro lector que no sea yo…»
Otro aspecto en común que las une es que su trabajo se basa en hacer cosas que le gusten a los demás. ¿Se permiten licencias?
Oli: En mi caso, lo que cocino siempre nace de lo que yo quiero. Hay veces que pienso “me gustaría ir a un lugar y que me sirvan la milanesa con tal ensalada o con tal pasta”. Son todas decisiones muy propias. Para hacer una analogía con la escritura, siento que cocino de una manera muy de diario íntimo. Lo que hago cuenta mi historia pero también la de muchas otras personas, la de mi familia, la de mis amigos, la de mi generación. Siento que eso le pasa mucho a Tam, además al contar una historia propia estás contando también la historia de muchos.
Tamara: Así como Oli cocina la comida que le gustaría comer, yo escribo libros que me gustaría leer. No se me ocurre otra cosa. Cuando a mí me dicen: “¿Para quién escribís?, digo “para mí”. Pero no porque no me importe el resto, sino porque no puedo tener en la cabeza a otro lector que no sea yo. Lo mejor que puedo hacer es tratar de hacer algo que a mí me gustaría que exista. Hay veces que una tiene la suerte que le gusta al resto, y a veces no y hay que bancársela. Hay libros que son un hit y hay otros que no, supongo que con los platos debe pasar lo mismo.
En los comediantes se usa mucho lo de “probar material”, es decir, anticiparle a cierto número reducido de personas el nuevo trabajo. ¿Ustedes tienen un círculo de confianza al que le puedan mostrar lo que están haciendo?
Olivia: Yo cocino mucho para mis amigos. El año pasado hice mucha paella. Tiene algo similar al folklore del asado. Mientras la vas revolviendo se te acercan amigos a charlar, a fumar, a servirte vino. No te digo que me obsesioné, pero me engolosiné. Muchos de mis platos empiezan por mis amigos, cocinar para ellos es lo que más me gusta.
Tamara: Yo creo que Oli tiene la suerte de hacer algo que todo el mundo quiere consumir. Es lógico. En mi caso, poner a leer a alguien un manuscrito es medio una fiaca. Es algo que suele ser pago. En general tengo 3 o 4 amigos que por ahí les pido. Ahora voy a sacar una novela que es sobre actrices, y entonces se la pasé a mi amiga Violeta Urtizberea, para que me diga si hay alguna cosa o vocabulario que no se usa en una clase de teatro. Igual es muy difícil encontrar el punto exacto a la hora de hacer una crítica. Para mí siempre es fundamental aprender a dar buenas devoluciones, tener tacto, saber ver lo que el otro puede recibir y que no. También es clave respetar búsquedas que no son las de uno.
«Para hacer una analogía con la escritura, siento que cocino de una manera muy de diario íntimo. Lo que hago cuenta mi historia pero también la de muchas otras personas, la de mi familia, la de mis amigos, la de mi generación. Siento que eso le pasa mucho a Tam, además al contar una historia propia estás contando también la historia de muchos…»
El otro día en tu columna para el Diario AR escribiste que según Olivia el verdadero zen se encuentra cortando verduras. ¿En la escritura dónde se encuentra?
Tamara: En ningún lado. La escritura no tiene nada que ver con lo zen. De hecho cuando quiero cortar con el trabajo me pongo a cocinar. Me gusta porque me obliga a usar otra parte del cerebro.
Olivia: La cocina tiene algo muy placentero que es materializar algo instantáneo. A mí esa sensación me hizo cambiar de profesión directamente. Es un proceso que comienza y termina en poco tiempo y además está rico. En el cine todo dura tres o cuatro años. En la cocina hay muchas tareas que son espectaculares: lavar, cortar, hacer bolitas, hacer distintos cortes de frutas y verduras, amasar, aplastar, picar perejil, revolver una olla. Todas esas cosas que son metódicas y repetitivas me fascinan. Otra cosa increíble que pasa con la gastronomía es que entrás a cualquier cocina del mundo y sabés qué tenés que hacer. No es necesario hablar el mismo idioma. Entrás y sabés dónde está todo.
¿Hay algún libro de cocina que las haya influenciado?
Tamara: Yo me acuerdo del de Doña Petrona que tenía mi mamá, me causaba risa porque ella no hacía ninguna receta de ese libro porque eran cosas muy anticuadas. Las recetas eran con 12 huevos, crema doble. Pero a la vez me sirvió para aprender un montón.
Olivia: A mí me influenció mucho Prune de Gabrielle Hamilton. Para quienes no la conocen, es una de las cocineras más prestigiosas del mundo. Hasta la pandemia tuvo un bistró en Nueva York que fue muy por el brunch. El libro va a fondo con no desperdiciar nada en la cocina. Cocinar con todo, de una manera muy real. Hay un capítulo dedicado a ella en la serie de Anthony Bourdain que es increíble. Los libros que tengo de gastronomía me han enseñado mucho, los uso para sacar dudas.
¿Les gustaría sacar un libro en conjunto?
Tamara: Podría ser divertido, obvio. “Recetas para amigos”.
Olivia: Obvio, mas vale. Podríamos hacer un libro de nuestra historia de amor (risas).