Mauro Colagreco y las vidas proezas de las que somos capaces los argentinos

Que Mauro Colagreco haya conseguido tres estrellas Michelin es pura inspiración para los argentinos (que solemos andar flojos de autoestima)/La mirada del Director de MALEVA/Una entrevista de hace más de diez años (cuando nadie sospechaba que iba a llegar tan lejos)/Además: el testimonio de Fernando Trocca

Colagreco y una carrera que asombra

 

Mauro Colagreco y las vidas proezas de las que somos capaces los argentinos. Por Santiago Eneas Casanello.

Colagreco es un apellido que, en cualquier momento, va a ser conocido y lo van a pronunciar con orgullo, todos los argentinos. Como cuando hablamos de aquellos compatriotas que triunfaron a niveles descomunales en lo suyo, y son admirados en todo el mundo.

La tercera estrella Michelin que acaba de recibir su restaurante Mirazur, ubicado en el pueblo de Menton, en la frontera montañosa entre Francia e Italia, con vista al azul turquesa del Mediterráneo, en un lugar que uno no puede imaginar más bello, lo posiciona, sin exageración periférica, arriba: levantemos el cuello para verlo.

Consagra – aunque él tenga sólo 42 años – su carrera de chef, que empezó hace veinte años luego de formarse en la escuela del Gato Dumas y en el dos mil cuando se radicó en Francia. Es, además, el primer extranjero en lograr la hazaña de las tres estrellas. «La garantía de una experiencia incomparable» y «un himno único», así define la guía francesa a la cocina de este vecino de la Plata que también es el creador en la Argentina de la cadena de hamburguesas gourmet Carne. Dos datos más: The World’s 50 Best Restaurants (el ranking más influyente de restaurantes) ubicó en 2018 a Mirazur como el tercero mejor del mundo y por quinto año consecutivo como el mejor de Francia. Que es como irse a Los Ángeles, fundar una productora, dirigir varias películas y que todas ganen un Óscar.

«Colagreco es un apellido que, en cualquier momento, va a ser conocido y lo van a pronunciar con orgullo, todos los argentinos. Como cuando hablamos de aquellos compatriotas que triunfaron a niveles descomunales en lo suyo, y son admirados en todo el mundo…»

Es una trayectoria que, por otra parte, no hace más que acelerar y consolidar su éxito. No es alguien que esté siempre ahí de lograrlo, pero no llega. Ya tiene varios grand slams en su haber. ¿Qué sigue? ¿Dónde va a estar Mauro en cinco años? Él no debe recordarlo, pero lo entrevisté hace poco más de una década. Fue una de las primera entrevistas que le hicieron en el país. Yo era el cronista más joven de Crítica de la Argentina, un diario que duró tres años, y fue mi primera experiencia periodística. Intensa como una guardia de hospital. «Hay un chef argentino al que premiaron en Francia, un pibe de La Plata ¿Por qué no lo llamás y lo entrevistás», fue, más o menos, el tono del pedido de mis editores, que no eran expertos en el rubro gastronómico. Ni yo tampoco. Pero, ¿cómo podíamos saber que iba a romperla a este nivel? Que, con quien estaba por conversar media hora por teléfono iba, a fuerza de talento y voluntad (y seguramente por ser un dotado), convertirse en el chef más importante nacido en el Río de la Plata. Busqué la entrevista pero no la encontré porque ya quedan pocas huellas del aquel diario en la «nube», ni tampoco di con el mail que le tuve que haber mandando a mis editores con el archivo de la nota.

«Soy de la generación que se crió escuchando, como un metamensaje hipnótico, suave pero empecinado, que somos el peor país del mundo. Como una conjura masoquista. En los medios y en nuestras casas. Y es algo que cada vez me irrita más: porque es falso y porque es como «la» gran excusa. Colagreco deslumbra en Francia, pero ¿Pueden en el peor país del mundo haber nacido, y haberse criado, y haberse formado, tantos genios?»

Pero recuerdo lo siguiente: que era alguien muy humilde (virtud que conserva y por eso todos lo quieren en el ambiente de los cocineros); que sus platos preferidos eran el asado y los ñoquis de su abuela; que «en casa de herrero, cuchillo de palo» y su heladera sólo tenía ingredientes básicos, que no podía creer del todo lo que le estaba pasando en tierras francesas, que estaba enamorado de los mercados de la región, y que sentía mucho cariño, admiración y le tenía un enorme agradecimiento a su mentora e inspiradora Beatriz Chomnalez.

«A la gastronomía Argentina esto le hace extraordinariamente bien. Gracias a Mauro, los cocineros argentinos ahora empezamos a ser mirados todos de otra manera y eso está buenísimo», me dijo Fernando Trocca cuando le pregunté qué opinaba del nuevo logro de Mauro Colagreco.

Soy de la generación que se crió escuchando, como un metamensaje hipnótico, suave pero empecinado, que somos el peor país del mundo. Como una conjura masoquista. En los medios y en nuestras casas. Y es algo que cada vez me irrita más: porque es falso y porque es como «la» gran excusa. Colagreco deslumbra en Francia, pero ¿Pueden en el peor país del mundo haber nacido, y haberse criado, y haberse formado, tantos genios? «Me emociona representar al país», le dijo Colagreco a radio Provincia hace unas horas. Representa, pero sobre todo y más crucial aún, inspira. Como, salvando las distancias, logró hacerlo también Gastón Acurio con los peruanos. Para empezar, a la también cada vez más interesante y segura de sí misma, escena gastronómica local. Todo está en nuestras manos, y somos capaces de vidas proezas. Él, desde su aclamado rincón de la Costa Azul, lo demostró una vez más. 

¡Bravo Mauro y gracias!

El autor es director y co-fundador de MALEVA

Fotos: Jacinto Freixas (MalevaMag)