«Hoy hay más culto a la comida y la bebida que a la música»: entrevista a Fabián “Zorrito” Von Quintiero

Además de ser una de las figuras ineludibles (y soldado) de la escena del rock argentino, es un apasionado por la escena gastro y creó varios restaurantes que dejaron huella/¿Por qué hoy prefiere el barrio que lo cool?/»Hay que empezar a curtir más vereda»/¿Cómo sería su próximo local si abriera uno?/¿Cuáles son sus coordenadas preferidas en Buenos Aires? Además: la música basura y del tetra al buen vino.

Zorrito en el local de su hermano: San Gennaro en Bajo Belgrano. 

«Hoy hay más culto a la comida y la bebida que a la música»: entrevista a Fabián “Zorrito” Von Quintiero. Por Benjamín García. Fotos: Carla Nastri.

“Hay que empezar a curtir más la vereda”, desliza Fabián “Zorrito” Von Quintiero, con una copa de vino rosado, justamente desde una vereda, la de San Gennaro, rotisería ubicada en una esquina del bajo Belgrano, perteneciente a su hermano Cristian. “Acá me encontrás seguido, me gusta porque no es pretencioso, hoy elijo más los lugares de barrio que lo cool”, reconoce el músico y empresario gastronómico. 

San Gennaro es una mezcla entre almacén y bodegón. Se pueden comer platos tradicionales, caseros, abundantes y a buen precio. “Cuando vengo acá me gusta pedir milanesa con ensalada rusa, hay que volver a poner esa ensalada en el lugar que se merece”, bromea. 

A lo largo de la charla con MALEVA, Zorrito será una máquina de tirar frases. “Hay que fomentar el olor a comida, un buen pomodoro es perfume” , “vengo de hacer un caldo extraordinario, porque a la noche voy a preparar un arroz meloso”. Su fuerte son las analogías entre música y comida: “la música se divide entre buen vino y tetrabrik” o “el rock argentino está entre los buenos vinos”. 

Von Quintiero, actualmente enfocado en su proyecto de rock y blues Los Gustocks,  formó parte de la banda de Charly García e integró Soda Stereo y los Ratones Paranoicos, pero no sólo es palabra autorizada para hablar de música, también lo es para hablar de gastronomía, pasión que lo obsesiona casi tanto como el rock. Desde los años noventa en adelante fundó varios restaurantes, entre los que se destacan Soul Café , Nina Wok, Voodoo Bar, y su última apuesta, Bruni, lugar que cerró sus puertas durante la pandemia. “Ahora hay más relación entre los músicos y la comida, pero cuando yo empecé no lo hacía casi nadie, en eso sí me siento un pionero”, confiesa. 

Zorrito fue uno de los primeros en Buenos Aires en poner la atmósfera del lugar casi al mismo nivel que el de la comida. “En mis locales siempre le dimos mucha bola a la parte visual, sin dejar de lado la comida”, reconoce. 

«La próxima parada gastronómica que haga va a ser para cocinar, nunca cociné en mis locales, salvo cuando trabajaba en lo de mi viejo. Así que cuando encuentre una buena locación, me voy a armar una cocina para 20 personas y voy a ofrecer la comida que hago yo…»

Dijiste que tu día más feliz en la música fue cuando Charly te convocó para la banda. ¿Cuál fue tu día más feliz en la gastronomía?

Cuando abrí el Soul Café con Maradona. Ese día me di cuenta que tenía por delante años muy sabrosos. Empezar así es too much. Juntar a Charly con Maradona es una bendición. 

¿Qué significó para vos el Soul Café?

Para mí fue un sueño. Había viajado mucho por Nueva York con Charly y de ahí chupé mucha data, mucha energía. Vi como la atmósfera influía en la convocatoria de la gente, no era solo la comida. El Soul Café fue un suceso emocional, no solamente para mí. Es muy lindo haber quedado en el recuerdo de la gente.

¿Si hoy abrieras un restaurante cuál sería tu búsqueda? 

El lugar te tiene que hacer volver, ese es el verdadero desafío. La próxima parada gastronómica que haga va a ser para cocinar, nunca cociné en mis locales, salvo cuando trabajaba en lo de mi viejo. Así que cuando encuentre una buena locación, me voy a armar una cocina para 20 personas y voy a ofrecer la comida que hago yo. Hay pocas cosas más felices que disfrutar de un plato propio.

«Creo que hoy hay más culto a la comida y a la bebida que a la música. Hay más ofertas en restaurantes que en bandas. Hoy yo me animo más a recomendar una banda que un restaurante, porque es difícil que un restaurante te deje satisfecho en todo…»

¿Sos mejor músico o cocinero?

No soy virtuoso en ninguna de estas dos disciplinas, pero hablo bien los dos lenguajes.

¿Qué lugares elegís hoy en día para salir a comer?

Hoy en día elijo lugares más de barrio, pero también me gusta ir a los lugares en donde te recibe el dueño, por ejemplo Oviedo, en Recoleta. Emilio Garip es uno de los mejores anfitriones. Es simpático, amable, entrador, sabe qué vino está bueno, qué vino no está tan bueno. Después, para almorzar en la semana, por acá cerca hay un lugar que me encanta, Loreto. Siempre es difícil decidir qué comer al mediodía en la semana. Este lugar es ideal, hay buen ambiente, buena comida, los pibes te atienden bien, súper recomendado. También me gustan mucho las empanadas de Vecindá, un bar en Villa Crespo que no es pretencioso y está buenísimo. A Oli también suelo ir seguido. Es un lugar exitoso que vi nacer, ahí podés comer muy buena pastelería y encontrar un espíritu joven que contagia. Me cuesta mucho elegir a dónde ir porque no me gusta pagar por comida que no está buena. A veces cuando no me decido prefiero comer en mi casa y después salir a tomar algo. 

«La tendencia sobre el rock argentino marca que somos minoría. Ya no se escucha música como culto, sino como entretenimiento. Para mí el rock nacional es sagrado, soy un soldado de nuestro rock. Hay mucha diferencia entre escuchar eso y basura…»

¿Qué importancia tienen los mozos en el disfrute?

El mozo es súper importante, le da un valor agregado al lugar. Es tan importante como la comida. ¡Pero ojo! A mí no me gusta la sobre atención. Sólo necesito que me orienten, que me recomienden. 

Fuiste uno de los pioneros en Las Cañitas, ahora pasa algo similar en Chacarita. ¿Cómo ves la explosión gastronómica que tuvo este barrio en el último tiempo?

Creo que tiene potencial para ser la continuación de Palermo. No solo Chacarita, una parte de Villa Crespo también. Hoy en pocas cuadras tenés a tres de los lugares más exitosos de la gastronomía: Chui, Naranjo y Anchoita. No me entra en la cabeza cómo hicieron para ponerle tanta onda a una zona que antes era un pantano.

¿Cómo te llevás con esta nueva tendencia de “platitos”?

Mientras la comida sea rica que venga donde quiera. Lo que se debe evitar es la confusión. Yo siempre digo “con fusión sí, confusión no”. Hoy hay mucha variedad. Cuando veo que la carta es rara pido una milanesa, no me complico. Igual respeto al público foodie que se desvive por probar cosas raras, por saber el último lugar al que hay que ir a comer o el último vino que hay que tomar. 

«Hoy en día elijo lugares más de barrio, pero también me gusta ir a los lugares en donde te recibe el dueño, por ejemplo Oviedo, en Recoleta. Emilio Garip es uno de los mejores anfitriones…Después, para almorzar en la semana, por acá cerca hay un lugar que me encanta, Loreto…También me gustan mucho las empanadas de Vecindá, un bar en Villa Crespo que no es pretencioso y está buenísimo. A Oli también suelo ir seguido…»

¿Pasa algo similar con la música, no? El último tema que tenés que escuchar, el artista nuevo que tenés que ir a ver. 

Sí, puede ser, igual creo que hoy hay más culto a la comida y a la bebida que a la música

¿Qué es más difícil recomendar un lugar para ir a comer o una banda en vivo?

Creo que hay más ofertas en restaurantes que en bandas. Hoy yo me animo más a recomendar una banda que un restaurante, porque es difícil que un restaurante te deje satisfecho en todo. Me parece que cuando vas con alguien a un restaurante le tiene que gustar a dos personas: comida, locación, atmósfera, atención. En cambio cuando la gente va a ver una banda se lo toma distinto, si no le gusta no se va a enojar. 

¿Cómo te llevás con el catering de los camarines?

Después de haber tocado dos horas no me da lo mismo cualquier catering. Siempre tratamos que haya buena comida, ya sea en el camerino o saliendo a comer al restaurante del pueblo o compartiendo algún asado con los lugareños. Con la bebida también me pasa lo mismo, creo que eso cambió en el último tiempo. Antes el rock tomaba tetra, ahora se ven mejores vinos.

«No me considero un virtuoso ni en la música ni en la cocina, en ninguna de estas dos disciplinas, pero hablo bien los dos lenguajes…»

¿Qué lugar ocupa el rock argentino hoy en día en la industria?

La tendencia marca que somos minoría. Ya no se escucha música como culto, sino como entretenimiento. Para mí el rock nacional es sagrado, soy un soldado de nuestro rock. Hay mucha diferencia entre escuchar eso y basura. El otro día estaba corriendo por los Bosques de Palermo y me topé con unos pibes que estaban al lado del lago escuchando Invisible, me sorprendió. Hoy en día cuesta ver esas imágenes. 

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En MALEVA hacemos fotos y videos para nuestras coberturas y notas con los equipos de MOTOROLA Edge 30, Moto g200 5G, Moto g52 y moto g41.