Cinco días de esquí en Cerro Bayo y en septiembre: panorámicas espectaculares, refugios glamorosos y el «nuevo gran mes» para esquiar

En el centro de esquí de Villa la Angostura, la primavera llega también con mucha nieve en polvo/Además: brasas en la cumbre, panorámicas que parecen fiordos de Noruega y los recomendados gastro en una de las ciudades más bellas de la Patagonia argentina.

El lago Nahuel Huapi con sus islas y penínsulas: las vistas en Bayo son fantásticas.

Cinco días de esquí en Cerro Bayo y en septiembre: panorámicas espectaculares, refugios glamorosos y el «nuevo gran mes» para esquiar. Por Santiago Eneas Casanello (texto y fotos) desde Villa la Angostura.

Mientras escribo esta nota, mitad exacta del mes de septiembre, a cinco días del inicio de la primavera y ya de regreso en Buenos Aires, veo por las redes sociales que Villa la Angostura amaneció cubierta de nieve. Hace una semana estuve en Cerro Bayo y la secuencia climática de casi todos los días lo anticipaba: nevadas intensas por la mañana y sol después del mediodía. Nieve en polvo hasta la base. «Tienen suerte, les está tocando el mejor mes de la temporada», nos dijo uno de los chicos del local de alquiler de equipos mientras nos ajustaba las botas.

¿Se corrió el invierno? ¿Septiembre se convirtió en el nuevo gran mes para los que adoran deslizarse por la montaña y todo los rituales de placer de una escapada esquiadora? Porque es así: cuando uno va a esquiar – o a hacer snowboard, claro -, vuelve agotado por la tarde, pero cada situación se disfruta el triple. Septiembre, entonces, ya no equivale, parece ser, a pases más económicos pero condiciones mediocres en las pistas. No: ahora es también nieve a pleno. Bayo extendió su temporada hasta el último día del mes, y, probablemente – si el clima sigue tan blanco -, siga incluso abierto algunos días de octubre.

«A cinco días del inicio de la primavera y ya de regreso en Buenos Aires, veo por las redes sociales que Villa la Angostura amaneció cubierta de nieve. Hace una semana estuve en Cerro Bayo y la secuencia climática de casi todos los días lo anticipaba: nevadas intensas por la mañana y sol después del mediodía. Nieve en polvo hasta la base. «Tienen suerte, les está tocando el mejor mes de la temporada nos dijo uno de los chicos del local de alquiler de equipos mientras nos ajustaba las botas…»

Si hubiera que hacer una brevísima descripción como pantallazo, Bayo tiene la magia de los centros de esquí de la Patagonia, sobre todo por sus bosques de lengas y venerables coihues. No es un complejo chico ni tampoco enorme. Veinticinco pistas. Once medios de elevación. Y, después de esquiar allí te das cuenta que tiene una característica: es un centro que no aburre a los que tienen experiencia y técnica. Porque muchas de sus pistas son rojas y negras. Posee, asimismo, algo que destacó un esquiador habitué con el que hablamos, y es que que desde la cumbre – además de fuera de pista y pistas para expertos – se puede descender durante media hora por Provinciales, un camino azul.

Fundado por un belga hace casi medio siglo, lo más atinado para describir Bayo es hacer hincapié en sus aspectos diferenciales. Las panorámicas son deslumbrantes. Tal vez las mejores de un centro de esquí en Argentina. La explicación es el lago Nahuel Huapi allí abajo. Las islas, las penínsulas. Es como esquiar entre fiordos de Noruega.

Brasas a casi dos mil metros de altura en el Capricho, el más glamoroso y especial por su ubicación en la cumbre, de los refugios de Bayo. 

«Los refugios están a pleno: El Oso es un bar de montaña con alma surfera, rústico y chill. Rock, madera, ventanales a la cordillera y dos platos estrella: el goulash y las lentejas. Tronador es el más familiar y un poco más caótico. Mesas comunales y auto servicio. El más especial es Capricho: escondido bajo la estación de cabinas, a mil ochocientos metros de altura, un lounge glamoroso protegido de la intemperie de la alta montaña. Durante mi estadía, prendieron las brasas con un fogonero y cocinaron – en una tarde de ambiente antártico -, unos choripanes gloriosos…»

Cerro Bayo es un centro de esquí muy práctico. Porque está a solo diez minutos de Angostura. Que, además, es el destino de moda del sur. Con la combinación que le es propia: naturaleza y elegancia. Y que atraviesa un boom de nuevos desarrollos. Otro lujo de Bayo es que cuenta con dos telecabinas. Y una de ellas llega hasta lo más alto.

Su slogan es «esquí boutique» y hay algo de eso en un sentido de hospitalidad muy propio que se nota en todos los empleados. Que por cierto, le dieron a cada aerosilla, una identidad musical diferente. La de Bosques (que es una de las vertebrales) con mucho rock ochentoso e «indie». La de Lagos «cachenguera» con cumbia, cuarteto y reguetón. 

Los refugios están a pleno: El Oso es un bar de montaña con alma surfera, rústico y chill. Rock, madera, ventanales a la cordillera y dos platos estrella: el goulash y las lentejas. Tronador es el más familiar y un poco más caótico. Mesas comunales y auto servicio. El más especial es Capricho: escondido bajo la estación de cabinas, a mil ochocientos metros de altura, un lounge glamoroso protegido de la intemperie de la alta montaña. Ideal para un espumante o algún sándwich de bondiola o veggie. Durante mi estadía, prendieron las brasas con un fogonero y cocinaron – en una tarde de ambiente antártico -, unos choripanes gloriosos. La barra de cócteles la montaron directamente sobre montículos de nieve. Los after ski se arman en el deck de la snow house de la base. Dato de color: los brasileños le ponen el ambiente con sus rondas empecinadas de cervezas heladas.

En Angostura en sí, dos coordenadas que todos recomiendan: el bodegón El Esquiador para ser feliz con un estofado de ciervo o pastas caseras, el popular El Desquite donde probamos un cordero al horno con verduras magnífico, el mexicano Ay Ay Ay María (reserven porque está muy de moda) y ya clásicos top como Tinto Bistró. Indagamos entre la juventud angosturense y el consejo que se repitió fue: vayan a la cervecería Blest en «el Mercado», que es un polo gastro con mucho encanto, en un paseo entre edificios de madera.

Bayo está a una hora del aeropuerto de Bariloche, que tiene vuelos más accesibles y más frecuentes, una cosa va con la otra, que a otros destinos invernales. En definitiva, una propuesta muy bella, cómoda, relajada y chic como todo lo que rodea a este rincón de Argentina que parece pintado por un maestro impresionista.