Zarpó «La Nave» / ¿Cómo es este nuevo espacio de arte y encuentro (en medio del verde) creado por un reconocido artista y una prestigiosa galerista?

Andrés Waissman y Gachi Prieto presentaron esta iniciativa/¿Por qué promete convertirse en una nueva meca de la escena (en Escobar, a la distancia de evasión justa de Buenos Aires)/Taller y naturaleza/Además: residencias de artistas, presentaciones de libros, eventos para el circuito y hasta conciertos, parte del proyecto.

Obras de todas las series de uno de los artistas argentinos con más trayectoria. 

Zarpó «La Nave» / ¿Cómo es este nuevo espacio de arte y encuentro (en medio del verde) creado por un reconocido artista y una prestigiosa galerista

El artista visual Andrés Waissman (68) y la galerista Gachi Prieto (62), abrieron las puertas de su casa taller en Escobar, para inaugurar una iniciativa que conjuga y une la trayectoria de este matrimonio referente en la escena de arte local.

“La Nave”, se llama el taller de Waissman, y de igual manera se titula este proyecto que acaba de zarpar y que propone ser una plataforma para el intercambio y diálogo sobre arte contemporáneo y un polo desde donde tejer nuevas alianzas, impulsar proyectos y ofrecer actividades y programas interdisciplinarios, como residencias, open studios y otras actividades especiales, que permitan acercar el arte a diferentes audiencias.

La celebración convocó a otros referentes del medio del arte y transcurrió durante la tarde del último sábado de octubre, entre música en vivo, arte, asado y vino, en el extenso terreno del hogar de Gachi y Andrés, que cuenta con un jardín poblado de plantas y esculturas que conviven con la casa familiar, la de huéspedes, un quincho, una huerta, y por supuesto, el taller del artista. A la noche, se rompió el champagne contra una pared, para emular la botadura de un barco antes de zarpar.

Gachi Prieto y Andrés Waissman

“La Nave”, se llama el taller de Waissman, y de igual manera se titula este proyecto que acaba de zarpar y que propone ser una plataforma para el intercambio y diálogo sobre arte contemporáneo y un polo desde donde tejer nuevas alianzas, impulsar proyectos y ofrecer actividades y programas interdisciplinarios, como residencias, open studios y otras actividades especiales, que permitan acercar el arte a diferentes audiencias…»

El taller de Andrés estaba abierto para los invitados y podía recorrerse. Es una antigua cancha de paddle de unos 200 metros cuadrados con obras de distintas etapas de su trayectoria dispuestas sobre las paredes, en el piso, en las mesas e incluso colgando desde el techo, como si fueran capítulos de un libro abierto que continúa escribiéndose, siguiendo una trama, un hilo común.

Este artista pinta desde los once años. Comenzó en los 70, ayudando a artistas como Osvaldo Romberg, en Buenos Aires; Augusto Torres, en Barcelona, y Antonio Seguí, en París. En los 80 se radicaron con Gachi por ocho años en Estados Unidos. Vivieron en San Francisco, y Andrés expuso en Los Ángeles, San Francisco y Nueva York. Desde allí además, solían recibir a artistas argentinos en su casa para ayudarlos a insertarse, vincularse y presentarse en el sistema del arte en Estados Unidos. Luego volvieron con sus tres hijos a radicarse en Buenos Aires y ambos continuaron vinculados y aportando a la escena del arte, Andrés desde su obra y las clínicas para artistas, y Gachi, desde su galería y el proyecto PAC [Prácticas de Artistas Contemporáneo], desde donde ha asesorado y promovido a artistas para que puedan insertarse en la escena artística.

«El taller de Andrés estaba abierto para los invitados y podía recorrerse. Es una antigua cancha de paddle de unos 200 metros cuadrados con obras de distintas etapas de su trayectoria dispuestas sobre las paredes, en el piso, en las mesas e incluso colgando desde el techo, como si fueran capítulos de un libro abierto que continúa escribiéndose, siguiendo una trama, un hilo común…»

“Mi obra siempre tuvo que ver con una visión un poco dramática o sociológica de la condición humana”, dice Waissman. “Yo tengo islas: la Isla de los rollos blanco y negro, la de las esculturas chiquitas; el área de pintura; las esculturas grandes, de cemento o telgopor – explica, describiendo su lugar de trabajo -. Soy un fanático del trabajo. De eso se trata, de trabajar y trabajar, de crear. Alguien me preguntó una vez, ¿cómo se hace para ser original?. Es imposible saberlo, porque la inspiración no baja del cielo de golpe, porque si baja y no estás trabajando, no sirve de nada. No lo digo yo, lo decía Picasso”, reflexiona, charlando con MALEVA.

“Aún en los primeros años de su carrera, la obra de Andrés tuvo un fuerte arraigo en cuestiones sociopolíticas, problemáticas sociales, con la historia, con el cine y con la literatura – reflexiona Gachi por teléfono -. Siempre hubo por detrás de su obra cuestiones conceptuales muy pregnantes”.

Las obras que se ven en el taller pueden parecer a primera vista muy diferentes. Hay pinturas, esculturas de pequeño y gran formato y hasta una instalación. Pero la multitud como temática, como fenómeno, aparece casi siempre. “Cuando vivíamos en Estados Unidos, Andrés se empezó a preguntar sobre el origen de nuestras civilizaciones latinoamericanas; y cuando volvimos [en los años 90´, cuando la migración no era un tema ni en la agenda política o artística], comenzó a trabajar el tema de las migraciones, de los éxodos”, recuerda la galerista, que conoce con lujo de detalle la retrospectiva de su marido.

“Tengo adentro las multitudes, siempre las pinto, y me aterran los amontonamientos”, remata Waissman contento con haber abierto su Nave, este espacio alejado de la multitud de la ciudad…»

Él habla de eso, de la migración, de los movimientos en masa, de la masa, y a la vez, de la individualidad, y eso se ve en su trabajo si se lo observa con atención. Al principio las pintaba en el terreno: personas aglutinadas en la proa o la popa de barcos, en paisajes u orillas. Con el tiempo, despojó a estas multitudes de sus terrenos y las representó solas, sin tierra, ni barco, ni orilla ni cielo. Y entonces pintó abstracciones de individuos amalgamados y aglutinados, formando entramados de puntos que parecen territorios de arena en movimiento mirados desde arriba.

“Hizo como una especie de close up de cine y las multitudes tomaron toda la tela y empezaron a devenir abstractas. Es una abstracción sensible, porque siempre hay referencia a algo”. Esa serie tomó ese nombre: Multitudes. Pero en algún momento, a estas multitudes les faltó un lenguaje, cuenta Waissman. Por eso creó la serie el Alfabeto perdido. En el taller hay dos obras de esta serie, justo sobre la escalera. Son pinturas con multitudes de símbolos que forman una suerte de vocabulario inventado. Luego aparecieron las Cartografías colectivas, que parecen mapas o fotografías aéreas de aquellas multitudes, con una pincelada muy pequeña y apretada.

“A partir de ahí surgió la serie Viruta, que son las grandes instalaciones de viruta que Andrés empezó a hacer y que son una metáfora de la sociedad contemporánea”, cuenta Gachi. En el taller hay una de esta serie colgando del techo, y es eso, una viruta de las típicas de la cocina, pero gigante. Son como hilos de alambre de acero cortante enroscados que parecen un nido de pájaro. “La viruta es una metáfora de la sociedad contemporánea. Por un lado la sociedad te da cobijo, te alberga, te da la contención que las personas necesitamos; y por otro, es filosa, peligrosa, hiriente, se oxida. Es complejo», complementa la galerista. “Parecen territorios donde pudieron haber pasado esas multitudes. O tal vez sea realmente una gran multitud apelmazada como mucho volumen, con mucho zigzagueo”, remata Waissman.

«Las actividades comenzarán en diciembre, cuando La Nave abrirá las puertas de la casa a 34 directores de la Red Quincho, la red de residencias de arte de Argentina…Además, ya otorgaron una beca a un artista paraguayo que hará una residencia en La Nave en el mes de febrero. La agenda de La Nave irá alternando entre estos y otros tipos de actividades, como seminarios, presentaciones de libros, o conciertos de música en el país, le cuenta Gachi Prieto a MALEVA…»

En la serie Barahúnda, los individuos de las multitudes de Waissman ya comienzan a tomar una forma humana negra más definida en papeles blancos largos y horizontales. En el taller, algunas de estas obras cuelgan sobre una pared y otras sobre una mesa. “Así como la serie Multitudes fue un close up de los barcos, yo creo que Barahúnda es un close up de Multitudes. En las pinturas de Multitudes, las personas no tienen rostro, casi se adivinan los cuerpos, no son evidentes. En cambio en Barahúnda, él hace un acercamiento y se ven cuerpos definidos, las caras, los gestos, las actitudes, y hasta las características sociales e históricas de los personajes”.

Hay otra serie en el taller, Sin título, en la que esas formas negras de Barahúnda parecen haberse escapado de la bidimensionalidad multitudinaria del papel, tomando cuerpo tridimensional en unas doscientas esculturas blancas pequeñas que hay sobre una mesa. En La Nave de Andrés hay también esculturas parte de animal y parte de humano de la serie Animales mitológicos, que parecen individuos rebeldes escapados o salidos de alguna multitud.

“Tengo adentro las multitudes, siempre las pinto, y me aterran los amontonamientos”, remata Waissman contento con haber abierto su Nave, este espacio alejado de la multitud de la ciudad.

Lo que se viene: en diciembre zarpa «La Nave».

Las actividades comenzarán en diciembre, cuando La Nave abrirá las puertas de la casa a 34 directores de la Red Quincho, la red de residencias de arte de Argentina, durante todo un fin de semana para intercambiar y discutir sobre la gestión de las residencias y el trabajo común, plantear necesidades y desafíos. Además, ya otorgaron una beca a un artista paraguayo que hará una residencia en La Nave en el mes de febrero. La agenda de La Nave irá alternando entre estos y otros tipos de actividades, como seminarios, presentaciones de libros, o conciertos de música en el país, cuenta Gachi.

Galería: 

/// Fotos: son todas gentileza para prensa de La Nave.