«Yo no sé lo que es estar deprimido» / Entrevista a Edgardo Giménez

Ida y vuelta con uno de los artistas contemporáneos más cruciales del arte argentino/Pionero del movimiento pop (¡lunfardo!)/Blancanieves, el Di Tella en los 60 y reflexiones sobre una generación genial/¿Por qué asegura que no todo es arte?/Su próximo proyecto en la Bienal de Arte Joven y su flamante libro «Carne Valiente»

 

Edgardo es uno de los referentes absolutos del arte pop argentino y sigue lleno de proyectos

 

«Yo no sé lo que es estar deprimido»: entrevista a Edgardo Giménez. Por Melisa Boratyn. Fotos: Juan Pablo Soler.

Edgardo se ríe, relata una anécdota atrás de otra e invita a escuchar durante horas. Nacido en 1942 en una pequeña ciudad de Santa Fe pasó por todos los estados del arte hasta volverse uno de los máximos referentes del Arte pop en Argentina. Es un ser multifacético, parte artista visual, parte diseñador, arquitecto, publicitario.

Nos sentamos en un salón del hotel Selina de Palermo, a hojear su último libro «Carne valiente» y las historias afloran sin parar. Nos sumergimos en su universo, descubrimos su enorme recorrido artístico y repertorio de imágenes, citas, anécdotas, desde hacer la casa del gran historiador y director del Instituto Di Tella Jorge Romer Brest hasta trabajar con Moria Casán.

Hoy sus obras viajan por el mundo y son valoradas por colegas, coleccionistas, Museos y nuevas generaciones, lo que hace que su trabajo esté más vigente que nunca. «La ropa de entonces era genial, este look que ves acá después lo usó Norman Briski para ahorrarse la plata» cuenta chistoso mientras navegamos las páginas que dan cuenta de las notables acciones que hizo en los últimos cincuenta años. Persona, personaje y artista, Edgardo no deja nada librado al azar, es un verdadero vanguardista e inquieto por naturaleza que afirma nunca tener un mal día.

Empecemos hablando sobre tu libro, ¿Qué te llevó a llamarlo carne valiente?

Hace un tiempo escuché una canción interpretada por Lola Flores donde la criticaban diciendo que el cuerpo de ella era un colchón, entonces para defenderse cantaba «que me toque una mano inocente, cien pesetas al que me discuta que esto no es carne valiente». Me encantó y por eso el nombre.

Tu obra está repleta de referencias del mundo de Hollywood, el cine y la cultura popular en general. ¿Cómo fueron tus primeros acercamientos?

Desde los cuatro años disfrutaba de mi auto-formación en primer lugar gracias a Walt Disney, ya que me la pasaba dibujando a sus personajes que conocí cuando una tía me llevó al cine en Santa Fe. Fuimos a ver Blanca Nieves y salí levitando. Después el universo delirante de Hollywood me deslumbró, eso lo conocí por la pulsión de mi mamá que también adoraba las películas y que por suerte me llevaba a verlas con ella. Desde entonces siempre uso todo eso como referencia.

¿Siempre fuiste consciente de que querías ser artista?

Tenía la idea muy clara. Odiaba ir a la escuela y le dije a mi mamá que no quería ir más, mi determinación era tal que accedió. Un día la acompañé a hacer las compras y había un barrendero que se tiraba aliento en las manos y yo le dije «pobre hombre lo que tiene que hacer para ganarse la vida» y ella respondió «los que no quieren estudiar terminan trabajando de cualquier cosa». Al día siguiente volví, pero ya sabía cuales eran mis intereses.

«Desde los cuatro años disfrutaba de mi auto-formación en primer lugar gracias a Walt Disney, ya que me la pasaba dibujando a sus personajes que conocí cuando una tía me llevó al cine en Santa Fe. Fuimos a ver Blanca Nieves y salí levitando. Después el universo delirante de Hollywood me deslumbró…»

¿Y cómo siguió la historia? ¿Cómo lograste conectarte con el mundo del arte que por entonces estaba en plena ebullición?

No perdí el tiempo y fui encarando hacia esa dirección. Cuando llegué a Buenos Aires a los casi 8 años, vivíamos en Caballito y una ferretería me encargó que interviniera la vidriera. Las doñas del barrio enloquecieron y ahí fue cuando me di cuenta que me gustaba gustar. Yo desconocía esa sensación y era como haberme ganado el gran premio. Luego me metí en una agencia de publicidad donde de la nada aprendí todo. Hice afiches para muestras que hoy figuran el publicaciones internacionales y aprendí que lo que se publicitaba tenía un éxito de venta terrible. Fue por entonces que surgió la obra que hice junto a Dalila Puzzovio y Charlie Squirru «¿Por qué son tan geniales?», una gran pancarta con nuestras caras en Florida y Viamonte, algo muy alocado para un grupo de artistas emergentes desconocidos que querían cambiar la percepción del público.

¿En algún momento fueron conscientes de lo que tu generación estaba haciendo?

Uno nunca es consciente en su momento, de hecho tampoco sabíamos que lo que estábamos gestando se llamaba Pop, no hablábamos en esos términos. Cuando vinieron los críticos al Di Tella usando esa palabra recién entonces lo entendimos. En mi mundo no existía Andy Warhol ni las tendencias de afuera. Nuestro Pop era tan local que lo llamaron «Pop lunfardo», tan propio que no se parece a ningún otro. Todos pensaban que hacíamos cualquier cosa, un día Mujica Lainez se encontró con Romero Brest y le dijo «vos siempre estás defendiendo esos cachibaches». Sólo me empezaron a considerar cuando me publicaron en revistas extranjeras, ahí se les movió el piso. Todo lo que me costó imponer acá, afuera lo recibían con los brazos abiertos.

¿Qué es arte para vos?

Si no llega a la gente es inútil ya que el destino es siempre el público. Hay que seducirlo, por eso yo digo que el verdadero arte es el que te deja ileso. Si pasas de largo entonces no tiene el poder de atraparte y no es nada. Eso nunca pasaba cuando trabajábamos con Romero Brest por que él pensaba muestras no de arte acabado sino en vías de ser y se llamaban experiencias visuales. Hoy hay una gran confusión cuando se asume que todo es arte, no es así, cualquier cosa no es arte.

«Tampoco sabíamos que lo que estábamos gestando se llamaba Pop, no hablábamos en esos términos. Cuando vinieron los críticos al Di Tella usando esa palabra recién entonces lo entendimos. En mi mundo no existía Andy Warhol ni las tendencias de afuera. Nuestro Pop era tan local que lo llamaron «Pop lunfardo…»

¿Sentís que de no haber pasado por el Instituto Di Tella tu carrera habría sido distinta?

Creo que si, los 60 fueron una época maravillosa donde la gente sintonizaba otra manera de expresión. El haber pasado por la cabeza de Romero Brest fue grandioso. Ese tipo era formidable y trabajar con él era fácil. Por ejemplo dentro de todas las cosas que hicimos diseñé una cama de un metro y medio de alto para que quedara proporcional en la casa que era muy estética. Cuando los periodistas le preguntaban si no se caía él decía «esto me pasa por dedicarme al arte». Juntos hicimos mucho, aunque en un punto me independicé ya que hay cosas que no se pueden hacer en grupo y sólo entra tu opinión como artista.

¿Cómo era formar parte de un espacio así?

Yo llegué de casualidad, por eso digo que me tocó estar rodeado de los seres más geniales que existían en ese momento. Imaginate que se mostraban cosas de Warhol en el momento en el que las estaba haciendo y eso demuestra la lucidez de Romero, el único que estaba de acuerdo y defendía todos nuestros proyectos.

«Aunque no te parezca, en el Centro Cultural Recoleta voy a participar de la Bienal de arte joven, donde voy a hacer una pieza que se llama «Tarzán y la fuente mágica», rescatando una idea de una película que vi hace mucho donde había una fuente que rejuvenecía a la gente…»

En tu libro incluís una cita sobre la diversión, ¿hay que saber divertirse para tener una buena vida?

Si sos divertido no sos serio, por eso puse la frase que dice «divertido no es lo contrario de serio, es lo contrario de aburrido y nada más«. Yo tengo el defecto de levantarme siempre contento, no sé lo que es estar deprimido. Estoy feliz con lo que me pasa. Hago cosas todos los días sin esperar que venga alguien a aprobarlas.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Aunque no te parezca, en el Centro Cultural Recoleta voy a participar de la Bienal de arte joven, donde voy a hacer una pieza que se llama «Tarzán y la fuente mágica», rescatando una idea de una película que vi hace mucho donde había una fuente que rejuvenecía a la gente. Tomo esa inspiración de mi pasado y la reformulo.

Fotos: las fotos de la producción de esta nota fueron realizadas en el Hotel Selina Palermo Soho en Guatemala 4931 ¡Gracias!