Un universo paralelo (pero cotidiano): así es recorrer la muestra de Leandro Erlich en MALBA

¿Cómo es «Liminal», la muestra boom del momento de uno de los artistas argentinos más famosos en el mundo?/¿Qué hay detrás de sus obras más emblemáticas (y fotografiadas)?/Trampas perceptivas, trucos visuales y una manera revolucionaria de ver los espacios comunes

Melisa Boratyn, cronista malevense, en la «piscina» de Erlich

 

Un universo paralelo (pero cotidiano): así es recorrer la muestra de Leandro Erlich en MALBA. Por Melisa Boratyn. Fotos: Julia Gutiérrez.

Por estos días en Malba pueden ver «Liminal» la muestra más ambiciosa de Leandro Erlich en Argentina , que repasa su carrera desde mediados de los años ’90 y reúne algunas de sus obras más reconocidas, adentrándonos en un universo descolocado y fantástico donde cualquier cosa puede suceder, inclusive que el propio Museo esté a la venta.

Hay un efecto que no suele fallar cuando mediante la sorpresa y la novedad se logra romper con el prejuicio de que el arte es una material dirigida sólo a un puñado de sofisticados intelectuales. El artista introduce en sus obras un concepto que desde los años ’60 cobró un nuevo sentido, la necesidad de generar una experiencia para el otro, algo que Erlich maneja a la perfección.

Como un mago orquesta la creación de esculturas e instalaciones que articulan una alteración de la realidad, generando mundos paralelos y tomando aspectos de la vida cotidiana que parecen haber sido afectados. Una puerta estallada, una pileta en la cual podemos sumergirnos sin mojarnos o el cordón de una vereda que alguien instaló en una sala del Museo.

«Erlich se convirtió en uno de los pocos artistas contemporáneos argentinos conocidos alrededor del globo, por tener quizás la capacidad de generar sensaciones y mensajes universales que apelan a cualquier tipo de público sin importar su cultura o historia y logrando, porque no, una especie de democratización del arte…»

Erlich se convirtió en uno de los pocos artistas contemporáneos argentinos conocidos alrededor del globo, por tener quizás la capacidad de generar sensaciones y mensajes universales que apelan a cualquier tipo de público sin importar su cultura o historia y logrando, porque no, una especie de democratización del arte. Sea como sea hay algo que no se puede negar y es que Erlich la pegó y desde el día de apertura la gente hace cuadras de colas para ser parte del fenómeno «Liminal», muestra que con MALEVA recorrimos a días de la apertura. 

Su curador Dan Cameron explica «Oscilar en el borde liminar de una experiencia sugiere que siempre estamos atrapados entre una realidad previa, que ya ha sido dejada atrás, y una nueva que nos invita y está cerca, pero que nos deja varados si nos demoramos».

Erlich nos sumerge en una sala repleta de nubes, nos lleva a la ventana de un avión que muestra la vista de una ciudad, nos da la posibilidad de espiar el pasillo desértico de un edificio cualquiera o asomarnos por la boca de un ascensor que no va a ningún lado.

Todo parece ser algo que no es, las instalaciones y situaciones son tan bizarras que nos empujan a un universo paralelo, donde pareciera que todo es normal hasta que empezamos a interactuar con ellas.

Queda claro que este tipo de creaciones no son nada sin la participación activa de los espectadores, que rápidamente intuyen que la responsabilidad ha caído en su manos. Aún así, la propuesta es tan abarcativa, abierta y distendida que sólo lleva unos segundos hasta que nos desprendemos de los «por favor no tocar, por favor no sacar fotografías, por favor no se acerque» que durante tantos años nos tuvieron acostumbrados, para adueñarnos de cada situación.

«Erlich se convirtió en uno de los pocos artistas contemporáneos argentinos conocidos alrededor del globo, por tener quizás la capacidad de generar sensaciones y mensajes universales que apelan a cualquier tipo de público sin importar su cultura o historia y logrando, porque no, una especie de democratización del arte…»

Algunas de las obras, como por ejemplo «The Clouds», invitan a una experiencia más introspectiva y poética, en especial frente a la sensación de que están flotando alrededor nuestro a pesar de estar guardadas en vitrinas o «La Vereda» donde algo tan simple como un cordón que acumula agua a lo largo de un día entero, capturando y reflejando destellos del amanecer, el mediodía y la noche, nos emociona. Cada instancia con sus colores y sutiles sonidos que la caracterizan hace que uno no quiera irse. Aquí se esconde la magia de apreciar lo que tantas veces no percibimos a nuestro alrededor.

«Erlich nos obliga a cuestionar la realidad y nuestros comportamiento frente a las acciones, las cosas y los espacios más comunes. Deja plantados indicios, herramientas y elementos que descolocan para que nos enfrentemos, pero también para disfrutar de cuestiones ignoradas u olvidadas…»

En otras piezas los protagonistas son las trampas perceptivas y los trucos visuales, como en «Hair Salon» donde uno se sienta frente a un supuesto espejo, que en lugar de reflejar nos enfrente a otro y nos hace interactuar. En estas obras todos ríen, juegan como mimos, analizan la escena y lo que se supone deberían estar viendo. Esto también sucede con «Jardín perdido» o su famosa piscina, instancias donde inevitablemente aparecen los celulares en busca de la foto más atractiva.

«Lo que no se puede negar es que Erlich la pegó y desde el día de apertura la gente hace cuadras de colas para ser parte del fenómeno «Liminal», muestra que con MALEVA recorrimos a días de la apertura…»

Sin embargo hay una de las obras que tiene una sensación distinta, más fantasmagórica y al mismo tiempo mucho más localista. «El aula» donde un grupo de ocho personas ingresa en una cápsula del tiempo, un aula de cualquier escuela de la Argentina con su pizarrón, mapa, escritorios de madera, donde quedamos inmersos en nuestro reflejo. No es una escenografía de una sala, sino el reflejo de la misma. Mientras observo al grupo con el que entré, todo ellos extranjeros, no puedo evitar preguntarme con que asociarán a esta sala, escuela e infancia.

Erlich nos obliga a cuestionar la realidad y nuestros comportamiento frente a las acciones, las cosas y los espacios más comunes. Deja plantados indicios, herramientas y elementos que descolocan para que nos enfrentemos, pero también para disfrutar de cuestiones ignoradas u olvidadas y salir de una muestra más alertos y listos para interrogar lo habitual.

Galería: