Un escritor, un patio secreto, y un buen vino: primera entrega, entrevista a Juan Sklar

Joven, osado, y con un estilo sin filtro, es una de las últimas revelaciones de la escena literaria argentina/Su último libro «Nunca llegamos a la India», está entre los más vendidos del momento/Entre copa y copa, charlamos con él de todo (¡y hasta nos tiró el Tarot!) en el genial patio secreto de La Malbequería

Su último libro «Nunca llegamos a la India» es un boom literario en Buenos Aires

Un escritor, un patio secreto, y un buen vino: primera entrega, entrevista Juan Sklar. «Escribir es la mejor droga». Por Azul Zorraquin. Fotos: Paula Salischiker / Patio secreto: el de la Malbequería.

Es un escritor joven, osado, y uno de los más reconocidos de su generación a nivel nacional. Los textos de Juan Sklar están teñidos de sexualidad y sensaciones intensas. Su última novela, Nunca Llegamos a la India, fue un éxito fulgurante.  Jano, el personaje principal, viaja a la India y desmitifica los tópicos del típico viaje espiritual. Allí, en cambio, se encuentra – o se busca – a sí mismo en un lugar que le genera bronca y rechazo, y se embarca en un camino místico.

Docente de talleres literarios en El Cuaderno Azul, Sklar es un monstruo literario que se anima a hablar de todo. También es columnista de radio, y su sección Cartas al Hijo, leídas en Vorterix, se convirtió en un libro que recopila las cartas que su hijo leerá en el futuro. Su sección Ideologías Animadas, también dio fruto a un libro reciente, que compila los fascinantes análisis de las películas animadas que hizo para Basta de Todo, en Metro.

“Si un libro me hace reír, llorar, masturbarme y pensar en cosas, lo logró”. Para él, son los cuatro condimentos que no pueden faltar. Con un vino sabroso de por medio, charlé en el verdoso y bello patio secreto de La Malbequería (Gurruchaga 1418) con uno de los escritores referentes más increíbles y atrevidos del momento.

“Si un libro me hace reír, llorar, masturbarme y pensar en cosas, lo logró”. Para él, son los cuatro condimentos que no pueden faltar. Con un vino sabroso de por medio, charlé en el verdoso y bello patio secreto de La Malbequería con uno de los escritores referentes más increíbles y atrevidos del momento…»

¿Cómo fue el camino que recorriste hasta convertirte en escritor?

Yo siempre quise ser escritor, y en un momento me pregunté cómo hacer para vivir de la literatura, y así me volví guionista. Conseguí un trabajo en Telefé, y en algún punto, la literatura como medio expresivo empezó a desaparecer de mi vida. Trabajaba mucho en infantiles, y en un momento, tuve un brote de angustia, una crisis, y terminé muy mal. Y así, volví a escribir. La escritura siempre había sido para mí, un canal para liberar angustia, de libertad de expresión y de catarsis. Y volví a eso medio a las patadas. Me había amargado, estuve muy mal, y lo que me terminó salvando fue la escritura.

Contame la anécdota de cómo fue la primera vez que publicaron un cuento tuyo sin avisarte.

Fue Hernán Casciari en la revista Orsai. Yo había llevado La Historia del Power Ranger Rojo impresa al Bar Orsai, pero nunca me abrieron la puerta del bar; estaban adentro, los oía hablar, pero no me dieron bola. Al día siguiente insistí y mandé el cuento por mail, pero Hernán jamás me contestó. Como pasa siempre. Pero cuando fui a buscar mi ejemplar de la revista – yo estaba suscripto y era muy fanático-, el día de mi cumpleaños, la respuesta a mi mail estaba ahí: una carta de Hernán, dirigida hacia mí. Fue muy emocionante.

Eso te debe haber abierto puertas.

Me abrió todo. Después de eso, Hernán me invitó al bar a leer el cuento y entre el público, había una chica que tenía una revista online. Me contactó y en esa revista publiqué una guía de turismo sexual, porque en una época fui guía de turismo y una de las cosas que hacía era ir a prostíbulos. Esa crónica se viralizó rápidamente, ¡tuvo cien mil compartidas en un fin de semana!

«Si vos necesitás creer que todo lo que leés pasó, bueno, adelante, creelo. Hay mucha gente también que necesita creer que no pasó; muchas personas cercanas no quieren creer que soy ese personaje. Cada lector hace la operación que más le conviene…»

¿Dónde la puedo leer?

No podés; es muy picante, está censurada. Sólo si buceás en la Deep Web, en algún lugar medio oscuro, capaz la encontrás (se ríe).

¿Te da pudor que crean que lo que escribís es autobiográfico?

Al contrario; me encanta que piensen eso. Todo lo que escribo tiene algo de autobiográfico y algo inventado. Cuánto y cuánto no lo sé, ni lo digo, y no importa. No se pregunta, es de pésima educación (se ríe). Me hago el boludo porque le quita cierta magia. Si vos necesitás creer que todo lo que leés pasó, bueno, adelante, creelo. Hay mucha gente también que necesita creer que no pasó; muchas personas cercanas no quieren creer que soy ese personaje. Cada lector hace la operación que más le conviene.

Sin embargo, en Nunca Llegamos a la India el nombre que elegís para tu personaje es Jano.

Sí, hay una intención de confundir realidad y ficción. Me gusta generar eso. Y a la vez, es un manto protector que me permite decir cualquier cosa, incluso cosas en las que no creo.

«Las redes sociales no son una boludez. Le importan al presidente de USA, ¿porqué no me van a importar a mí? Al mismo tiempo, es una banalidad infinita y una pérdida de tiempo muy grande. Consume tiempo y cerebro, entonces hay que ponerle límites…»

¿Cómo vivís la exposición en las redes sociales?

Es un laburo. Hay que estar atento, porque eso también trae laburo. Este año mis redes crecieron por estar en la radio, y mi última novela fue la segunda más vendida en Eterna Cadencia, y la octava en Cúspide. Es un cambio significativo en tus contratos de edición, en la cantidad de ventas, en como te posicionás para negociar tus ofertas. Es importante. Las redes no son una boludez. Le importan al presidente de USA, ¿porqué no me van a importar a mí? Al mismo tiempo, es una banalidad infinita y una pérdida de tiempo muy grande. Consume tiempo y cerebro, entonces hay que ponerle límites.

Antes, la típica figura del escritor era la del ermitaño que vivía recluido y nadie conocía. Hoy, a través de las redes, el personaje que te creás de vos mismo es parte de tu obra.

El escritor que podía poner su obra delante de su cuerpo y esconderse, es un lujo del siglo XX, y es un lujo que todavía defienden algunos escritores criados en el siglo XX. O algunos que pudieron entrar en multinacionales desde muy chicos, y el trabajo de difusión lo hizo la multinacional por ellos. Es cierto que hay otros circuitos donde te podés mover sin redes, pero es más difícil y tampoco es mi perfil ni mi historia.

Aparte, las redes te permiten interactuar con tus lectores.

Sí, en mi mundo aparecen bizarros (se ríe). Los psicóticos, el adicto al sexo, la que tuvo varios intentos de suicidio, el exhibicionista. Yo me pongo a llorar con todos. Me encanta, me involucro, pero tampoco puedo dejar abierto el living de mi casa para que entre cualquiera. A veces hay que descansar un poco. Pero me encanta el perfil de gente que se me acerca.

Publicaste Ideologías Animadas, donde recopilás los ensayos de las películas que analizaste en la radio. ¿Qué columna vas a hacer el año que viene?

Porno. Le propuse a la radio hacer una columna que se llame “garche” y la idea es que sea un relato de pornografía por semana. No sé si se podrá leer en la Metro a las tres de la tarde (se ríe). Hay que ver y ultimar detalles, pero me encantaría.

¿Qué libro produjo en vos algo que te gustaría provocar en tus lectores?

Los Abandonados, de Luis Mey.

¿Qué te generó?

Ganas de escribir y un efecto físico en el cuerpo. Me sacó del tiempo, y me colocó en otro mundo. Me reí, lloré, me masturbé y pensé cosas. Si pasan esas cuatro cosas, el libro lo logró.

¿Algún personaje ficticio que traerías a la realidad?

Quisiera tener un vínculo sexo afectivo con muchos personajes femeninos de Paul Auster, y también algunos de Philip Roth. Siempre me enamoro de sus chicas; me enamoro de los personajes y me sumerjo en su historia. Siempre me acuerdo del personaje BPM, “beautiful and perfect mother”. Era una mujer muy linda, pero un toque golpeada por la vida. Ya no era la típica ninfa histérica, era una mina que quería ser feliz y coger. En un momento se harta de los hombres y se engancha con otra mujer. Siempre me enamoró mucho esa bella y perfecta madre.

Ya que estamos tomando una copa, ¿me contás qué relación tenés con el vino?

Soy fanático de este vino, del que estamos tomando. El Rutini Malbec y el Ángelica Zapata, me producen cosas que rozan lo erótico (se ríe). Besaría la botella. En cuanto al consumo, soy una persona muy dócil; si me pones el vino, me lo tomo. Y si no hay, no tengo drama. No tengo un vínculo erótico fuerte con la comida, pero sé distinguir, y este vino está in-cre-íble.

¿Tomás y escribís?

Lo he hecho, pero en general no. Escribir es drogarse. La literatura que uno escribe borracho en general le gusta sólo a otros borrachos. Entonces prefiero encontrar algo que me emocione sobrio. La literatura a mí me afecta como una sustancia. Es la mejor droga.

¿Te pasó algo últimamente que pienses convertir en literatura?

Si, embaracé a mi mujer (sonríe). Voy a tener otro hijo. Va a ser varón.

¡Felicitaciones! ¿Ya tiene nombre?

Boris, León o Milán. El primero se llama Goran.

¿Sale Cartas al Otro Hijo?

No, este no va a tener libro (se ríe). Pero va a ser muy feliz.

Juan hace una pausa, y me hace una pregunta a mí. No sé bien que responder, y saca el mazo de cartas de Tarot. Me dice que tire tres cartas, y comienza a analizarme. Lee el Tarot hace seis años y por más de que sabe que “las cartas son cartón pintado”, hace rato dejó el escepticismo de lado y se entrega, de manera fascinante, a la inmensidad y la fuerza de sus símbolos.

¿CON QUÉ VINO FUIMOS FELICES DURANTE LA ENTREVISTA EN LA MALBEQUERÍA? MALBEC RUTINI 2014 (UN VINAZO ELEGANTE PERO VERSATIL)

Un vinazo rotundo, y elegante. Un malbec Rutini del 2014, de la legendaria región de Gualtallary, Mendoza. Una de las etiquetas más emblemáticas (y logradas) de la prestigiosa bodega. Obra del enólogo Mariano di Paola. Un tinto que va bien con todo y para lucirse.