Todos van a Mendoza y MALEVA también…¿Qué cuatro bodegas visitamos y recomendamos? Plus: una fiesta electrónica hallazgo

Nos fuimos de viaje a Mendoza a poner un poco de orden en este destino más codiciado (y popular) que nunca: entre tantas bodegas ¿Cuáles no defraudan? Además: propuestas gastronómicas con grandes chefs detrás/Y en la capital provincial: ¿qué fiesta electrónica que se hace todos los meses es un hallazgo?

El espacio cocina de finca en Durriguti. Foto: gentileza Durriguti Wine Makers. 

Todos van a Mendoza y MALEVA también…¿Qué cuatro bodegas visitamos y recomendamos? Plus: una fiesta electrónica hallazgo. Por Camila Barreiro (desde Mendoza, texto y fotos para MALEVA).

Desde hace algún tiempo, con la ya no tan nueva explosión del vinito en la vereda y en el centro de las mesas jóvenes, Mendoza se acercó (más) a Buenos Aires. Algo así como una hermandad etílica que nos corre por las venas para llegar al corazón. Aumentan las etiquetas, las variedades y los increíbles diseños de botellas para elegir. Pero, ¿y Mendoza? ¿Dónde toman cuerpo y color esas ideas que servimos en cada copa?

MALEVA hizo un viaje espídico a la tierra del vino y visitó cinco propuestas que no te podés perder. ¿Estás listo para conocerlas? Agarrá una copita que empezamos.

1) Durigutti Familia Winemakers: un homenaje a la región coronado por un lago y música bajo las estrellas. Con la cocina de la capa Patricia Courtois. ¿Por qué son enemigos del protocolo?

Es una de las propuestas más nuevas de la zona, y su búsqueda está en acercar la gastronomía y el vino a los jóvenes y mendocinos (que no suelen ir a comer a las bodegas). “Soy enemigo del protocolo. El vino se toma en cualquier lado: si hay un vaso, se toma en vaso. Si hay que ponerle hielo, le ponemos hielo. Acá invitamos a vivir la experiencia de un pueblo, solo comemos lo que crece en Las Compuertas”, cuenta Héctor Durigutti, uno de los dueños.

Tenemos una cocina de finca, inspirada en recetas ancestrales de pueblos, abuelos y familias. Queremos recuperar los orígenes y la persona que mejor lo entendió es Patricia Courtois (chef)”, suma. A su lado, Patricia sonríe y mientras toma un café, agrega: “Soy curadora del deseo de ellos, que hacen vino y productos muy desde el cuore. Es una comida simple que trae recuerdos, creo que después de todo lo que pasamos en la pandemia queremos sentir que volvemos a casa”.

Pero lo cautivador de la bodega, no son solo sus vinitos y productos, es su entorno. Un lago que armaron en medio de los viñedos y planean abrir en primavera y verano para que los visitantes hagan picnics. Un espacio para que un DJ pase música y haga fiestas bajo la luz de las estrellas. Y metros y metros de cultivos (que crecerán más, dado que compraron los cerros cercanos para ayudar a los productores zonales).

Lo importante: comer y beber. Hay un menú de 3 pasos y uno de 7, pero con las sorpresas de la chef, ambos terminan casi duplicando su cantidad. Cansados de la gastronomía tradicional; trabajan con masa madre creada en plena vendimia, conejos de Las Compuertas y “tradiciones que atan desde el placer”. Por eso, el imperdible de la casa es una sopita de ajo que no está en la carta. Y los vinos estrella se destacan por la familia (Victoria), los suelos del viñedo (Malbec 5 suelos) y los pequeños productores locales (Tinto del pueblo).

2) Matías Riccitelli Wines: todo en esta bodega irradia color.

Aún con el día nublado que nos tocó para conocerla, quizás emulando a las etiquetas de su línea Kung Fu, todo en La Bodega irradia color. Serán las paredes violáceas donde concluye la visita guiada de las barricas y se arma la degustación, o el container repleto de grafitis que descansa cerca de los viñedos, también deben colaborar los montículos de verduras que esperan cerca del restaurante; lo importante es no es cómo, sino la sensación de frescura y alegría que se respira.

Y así, coronado por algunos perros adoptados que custodian los ventanales (porque es, literalmente, un cubo de cristal), se encuentra el restaurante comandado por el chef Juan Ventureyra. Que, de alguna mágica manera, se encargó de llevar todo el color (y locura) de las etiquetas a cada plato.

Quiero un restaurante en el que la gente se chupe los dedos. Que se sientan como en casa, porque si no te sentís en casa, te alejas de la experiencia. Y, acá hay un montón de cosas para disfrutar, no es necesario el protocolo”, analiza Juan que, al crear la carta, tuvo en cuenta hasta “el yuyito que se pateaba en la cancha de fútbol” y lo transformó en algo qué contar.

En este restaurante nunca sabes con qué te vas a encontrar en el plato, porque cambia frenéticamente de menú y dinámica, sin embargo, la Bomba Vegetariana se ganó un podio como caballito de batalla, juntando los sabores de casi toda la cosecha de la huerta en una sola preparación (que estalla de color y gusto).

3) Casa Vigil: el incuestionable de la zona que se reinventa, vayan con hambre hacia esta inmensidad.

Si de infiernos encantadores y embriagadores se trata, seguramente estemos hablando de los tres niveles de la Casa Vigil, que inspiró su arquitectura en “La divina comedia” de Dante Alihieri y la maridó con los mejores vinos.

Lo primero que llama la atención del espacio es su inmensidad, poder ver horizontes que no se tapan con otra cosa que no sea la naturaleza. Lo segundo, es un restaurante con atractivos vidrios de colores que -como buena utopía- se deja ver pero no tocar hasta el final del recorrido.

La propuesta de visita guiada (súper necesaria y entretenida) comienza con un breve recorrido por los suelos y plantaciones de la bodega, y sigue por el infierno: una especie de laberinto de vegetación coronado por un diablo que saca a relucir nuestras inseguridades para enviarnos directamente a un purgatorio. Allí, en un sótano apenas alumbrado por velas y tenues lámparas comienza la expiación: “es una locura odiar a todas las rosas solo porque una te pinchó”. Acto seguido, un pasillo, una escalera de calcáreos y nuestro paraíso: que, además de luminoso, nos ubica en nuestro trono para disfrutar de un menú de pasos con vino (el menú puede ir de tres a 14 pasos).

Los platos varían según la estación, sin embargo, la estrella se mantiene desde hace años: una potente costilla de vaca braseada y servida con papas andinas. Nuestro consejo es que vayan con hambre y en remise, para poder degustar tranquilos (dato no menor: sirven etiquetas de bodegas amigas además de las propias).

4) Los Toneles: en la Ciudad, con el mejor restaurante de bodega según Great Wine Capitals (las carnes maduradas se lucen) y el arte como protagonista.

A menos de 10 minutos del centro de la ciudad, la bodega Los Toneles te recibe con una imponente construcción que data de 1922. En su recorrido (obligado para los amantes de la historia y el arte), pasás por los sótanos que te transportan a un barco, donde las ninfas (pintadas a mano) nadan a tu alrededor. La reconstrucción de la bodega no solo puso en valor una parte crucial de la provincia, sino también los mismos toneles que cuidaban al vino 100 años atrás.

No todo es vino y comida en este lugar, además de la historia que guarda entre sus paredes, la casona tiene una galería de arte que exhibe artistas consagrados y emergentes. Tal es la importancia de cada espacio en Los Toneles, que fueron declarados Patrimonio Cultural de la provincia.

A pesar de que Abrasado, el restaurante, comenzó con el mote de bodegón, asumieron el desafío de pasar a algo más sofisticado, sin ser gourmet. Su chef ejecutivo, Matías Gutiérrez, recomienda arrancar con la molleja, pasar al ojo de bife con papas fritas y terminar con némesis de chocolate. La bodega es dueña de las fincas de donde sale la carne, por lo que pueden garantizar la trazabilidad de sus platos.

La estrella del lugar, además de los vinos, son las carnes maduradas, que comienzan en los 45 días. “La maduración hace que la carne pierda líquido y se seque, pero conserve su sabor. Además, las enzimas de la carne hacen que se vaya haciendo más tierna y asiente su gusto”, explica el chef que destaca un bistec madurado en whisky para los que se animen.

5) Cava Huentala: la fiesta que no sabías que no te querías perder.

No todo son bodegas y viñedos en Mendoza. En la ciudad, más precisamente en el Hotel Huentala, se lleva a cabo una fiesta electrónica mensual que no tiene nada que envidiarle a Berlín. A través de un Instagram privado (en el que los organizadores se encargan de hacer un filtro previo al acceso), se revelan mes a mes las fechas en las que se activa esta fiesta “privada pero abierta”. “Hay amor por la marca. Dos semanas antes de cada evento y una semana después, queda en la cabeza de la gente, por la experiencia”, cuenta Ronit Camsen, una de las organizadoras.

Aproximadamente 400 personas (todas con entrada anticipada), descienden a la cava subterránea para encontrarse con: bandejeo constante de comida, djs en vivo, mapping proyectado en las paredes y telones, y – por supuesto – los vinos de Huentala Wines.

Sobre la creación de La Cava, Ronit cuenta: “la idea nació hace diez años con la premisa de arrancar temprano. En ese momento era el único lugar para escuchar house en Mendoza. ¿Por qué teníamos que esperar hasta las 2 de la mañana para bailar?. Nosotros organizamos la fiesta, ponemos la casa, te invitamos y dividimos gastos; esa es nuestra dinámica”.

El bandejeo (que podés repetir cuantas veces quieras) cuenta con opciones veggies y opciones para celíacos. No hay manera de no hacer cuadrar las fechas de tu viaje, con la próxima Cava Huentala.