No se puede jugar a las Barbies y en ese fracaso está el poder de su perduración y la desgracia; el problema no es su apariencia, el famoso estereotipo estilizado, no es sólo eso lo que vino a enseñarnos, sino la postura de quedarse quieta mientras le barren el mundo, la impotencia y la incapacidad de necesitar, de descansar y encontrar consuelo en unos brazos humanos. Alguna herencia velada hay, un mensaje que interpretamos. Las noches que vamos en taxi a divertirnos con amigas. En el círculo de nuestra risa de a poco nos vamos creyendo las mejores del mundo. Tenemos miedos como edipos y carteras con cadenas.
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El tabú de la frivolidad
Es viernes y estoy en un evento lleno de humo, pero el olor a Halloween de un grupo de hombres con tiradores me llega igual: debe ser calculado, debe ser un perfume para prevalecer. Hay una banda que toca en el escenario, la distancia necesaria para admirar. Un chico con jopo enrulado me dice qué hermosos zapatos mandarina, devolviéndome el color con precisión frutal en el medio de esa oscuridad, qué lindo pelo, qué linda pollera. Lo celebro con grititos de emoción.