Natasha Spitzer volvía del jardín de infantes y dormía la siesta entre las telas de la fábrica textil de su abuela, sin que el ruido de las máquinas de coser la molestara. En la primaria, cuando había que escribir sobre un personaje importante, mientras sus compañeros se concentraban en Luis Pasteur o César Milstein, ella iba por Coco Chanel y a los doce años ya decía que quería seguir “Diseño de Indumentaria”, con todas las letras. Por todo esto no sorprende que a los 24 años sea una de las diseñadoras de estampas más convocadas por las casas de ropa local. Los dibujos que hace en marcadores prisma color, tinta, acuarela, crayón y témpera, cuelgan en los percheros de Trosman, María Cher, UMA, Ayres, La Belle Rebelle, Kosiuko, Allo Martínez y Paula Cahen D’Anvers, por nombrar algunas. Mientras empieza a pensar en el verano que viene (el otro, no el que arranca este diciembre), se hizo un espacio en la agenda para conversar con Maleva acerca de cómo es trabajar para otros sin perder el estilo propio, la magia de la seda y la inmortal emoción de ver a alguien vistiendo una de tus obras.
¿Cuál dirías que fue tu camino para llegar a hacer lo que estás haciendo?
Además de que mamé desde chiquita el amor por las telas, siempre fui a talleres de arte. En la secundaria tenía una orientación en Diseño Industrial que estuvo buenísima porque me enseñó a pensar en 3D. Por más que ahora diseño en dos dimensiones, siempre tengo en cuenta la caída y el movimiento. Pensar bordados es fascinante porque hay que tener en cuenta el peso del vestido. Eso es lo que lo hace mágico, que lo chato se luzca en la vida real.
«Pensar bordados es fascinante porque hay que tener en cuenta el peso del vestido. Eso es lo que lo hace mágico, que lo chato se luzca en la vida real.»
¿Dibujás por placer o ya es todo pensar en las colecciones?´
El año pasado estuve en el taller del artista Hernán Paganini donde la pasé bomba, tengo ganas de volver. Siempre hago mis cositas, y si se da la oportunidad las transformo en estampados, pero también me encanta que no formen parte de mi trabajo, que queden ahí. Me di cuenta de que por estar tanto en la computadora se me endureció la mano, pero me las arreglo para encontrar otras técnicas, otros lenguajes y niveles de expresión. Las limitaciones a veces te abren otros caminos.
Al fin y al cabo, pensar para un cliente es limitar tu arte.
Claro. Además de reunirme con las marcas, antes de ponerme a dibujar trato de captar qué le gusta al público determinado. Esa es la diferencia número uno entre el diseño y el arte. Me fijo a qué le dan like en Facebook, qué se usa en la calle… Y con cada diseñador trabajo diferente, algunos me dan referencias precisas mientras otros me dicen “fijate qué hacés” y me dejan la hoja en blanco. Ambos desafíos, bien diferentes, me encantan. Siempre fui muy mandada. Al principio me pedían loros con flores con animal print, algo que me parecía imposible de conjugar y mi respuesta era: “no sé cómo se hace, pero no importa. Lo hago”.
¿Cuál es la diferencia entre trabajar para marcas masivas y trabajar para tiendas más exclusivas?
Apenas me incliné por lo textil, empecé a trabajar en una mayorista coreana donde aprendí todo. Diseñaba muchísimo en poco tiempo y hacía las telas para cientos de locales. Viajaba a París, Barcelona y Londres a buscar tendencias. Ahí fue espectacular porque aprendí qué le gusta al mercado local. El shopping en cambio representa a un porcentaje mínimo, es darle el gusto a un tipo de gente. Sin embargo, creo que en todas las mujeres hay un punto en común: les gusta la repetición, y el fucsia y el leopardo van a funcionar siempre.
«Antes de ponerme a dibujar trato de captar qué le gusta al público determinado. Esa es la diferencia número uno entre el diseño y el arte. Me fijo a qué le dan like en Facebook, qué se usa en la calle… «
Si tuvieses que elegir una prenda o una tela para la que diseñar toda la vida, ¿cuáles serían?
Me adapto al poliéster, la gabardina, los jerseys de algodón, el tricot para mallas aunque si alguna marca se anima a estampar sobre seda el resultado es directamente espectacular. Se ve y se siente diferente, pero el mercado tiene sus limitaciones y hay que entenderlas. Me encantan los pañuelos, la idea de componer en un cuadrado me vuelve loca. Es un accesorio que no falla, de a poco las marcas van teniendo uno por temporada que representa la colección. Por algo mi perro se llama Hermès.
¿Cómo ves a la moda argentina ahora?
Por un lado, le falta tolerancia. Cuando era chica iba a bailar con tiro alto y me agredían, o si usaba pollera larga me preguntaban si era testigo de Jehová. Por otro lado, a veces me gustaría que la mujer argentina se anime un poco más y se anime un poco menos. Una calza de animal print es osada, pero no es para todo el mundo. Hay que despegarse de la moda tendenciera. Por suerte hay un circuito de diseñadores que están cambiando el paradigma como Julia Schang-Vitón, Tupã, Garza Lobos, Vanesa Krongold…
«Cuando era chica iba a bailar con tiro alto y me agredían, o si usaba pollera larga me preguntaban si era testigo de Jehová. Por otro lado, a veces me gustaría que la mujer argentina se anime un poco más y se anime un poco menos. Una calza de animal print es osada, pero no es para todo el mundo. Hay que despegarse de la moda tendenciera.»
¿De dónde sacás inspiración?
De todos lados. Si bien tengo que mirar tendencia y desfiles, prefiero sacar recursos de otra parte. Como el que le hacía los firuletes a Versace que era pintor de iglesias, imprimía esa experiencia en sus diseños. El otro día estaba en el acuario de San Francisco y me parecía todo increíble, digno de ser estampado. Nunca vi esos colores. Y el resultado puede ser fruto de una mezcla entre dibujos míos a mano, con ilustraciones viejas de botánica e imágenes que encontré en Google y trabajé durante horas para transformarla en otra cosa.
¿Te gustaría trabajar todo a mano o preferís las ventajas de la tecnología?
Somos una generación de diseñadores acostumbrados al fast fashion, a que todo es para ayer. Los pañuelos clásicos de Hermès los trabajaban un año entero a mano y es admirable. Pero creo que me aburriría tanto tiempo dibujando la misma estampa.
¿Cómo hacés para mantener tu estilo trabajando para otros?
Me di cuenta haciendo mi último proyecto para la facultad, que mantengo una línea parecida a la de mis laburos. Uno piensa que cuando trabaja para otras personas pierde su estilo pero es al revés, vas descubriendo el propio. Lo que hago es comercial pero con un twist atrevido y exótico. Siempre me las ingenio para darle un giro a lo conocido. Por ejemplo, me divirtió hacer un animal print para Ayres que esconde un cisne con textura de leopardo. Disfruto de cada diseño y cuando veo a alguien vestir algo que yo hice me emociono. No me deja de pasar. Soy una afortunada.