Reflexiones en el laberinto de Horta Guinardó (ey, vos, contame un cuento…)

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El laberinto de Horta Guinardó, un lugar increíble que en general los que viajan a Barcelona pasan por alto

 

“…the image of the walker, alone and active and passing through rather than settled in the world, is a powerful vision of what it means to be human…”

–          Rebecca Solnit

 

“It is a tale.  Told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing”[1]

–          William Shakespeare

 

En la misma nota del posteo anterior quiero presentarles el Parque del Laberinto de Horta-Guinardó acá en Barcelona.  Es un jardín que los que vienen a esta ciudad catalana normalmente pasan por alto o ni siquiera saben de su existencia.  Debo admitir que en parte eso me alivia bastante, porque significa que no siempre se llena de turistas o “guiris” como le dicen acá; además creo que perdería el encanto.  La mejor parte de este lugar es que en teoría uno debería pagar dos euros para entrar, sin embargo, siempre que llego así de casualidad y me acerco para pagar, me comunican que “no, hoy no se paga porque…”: porque es miércoles, porque es domingo, porque es Reyes, porque no está el supervisor.  Así que bueno, ya saben cuando asistir.  Lo que siento es que básicamente me dan piedra libre a que me martirice la cabeza, que me pierda dentro de la inflexible ruta a la salvación[2] y me deje abrazar por el verde que allí abunda.
 

«Quiero presentarles el Parque del Laberinto de Horta-Guinardó acá en Barcelona.  Es un jardín que los que vienen a esta ciudad catalana normalmente pasan por alto o ni siquiera saben de su existencia.  Debo admitir que en parte eso me alivia bastante, porque significa que no siempre se llena de turistas o “guiris”.»
 

La primera vez que fui fue con Valentina y Connor, me paré en la terraza que sobre veía el laberinto e inmediatamente me vino a la mente el libro Wanderlust de Rebecca Solnit, el análisis de Michael Connan llamado The Conundrum of Le Notres Labrynthe[3] y mis estudios comparativos entre los jardines ingleses y franceses.  Mientras que Connor y Valentina jugaban a quién resolvía el laberinto más rápido – y el que perdía nos pagaba una ronda de chocolate caliente a todos – yo los miraba, a lo Jueza, pero en realidad no los veía, estaba completamente absorta en mis pensamientos.  Me envolvió un estado de reflexión y meditación en la cual comencé a ver así como en flashes de luz toda la simbología y semiótica que existe dentro de la construcción de un laberinto.
Siempre me gustó mucho caminar, de hecho toda mi práctica artística gira en torno a esta pequeña, gran acción, el caminar como forma de hacer arte, el caminar como arte en sí mismo, como un acto contemplativo, espiritual, como experiencia estética[4] (como sería la obra de Richard Long, por ejemplo).  Hace cosa de un año lo sentí de una manera mucho más fuerte al estar viviendo en Londres; los laberintos son estructuras que llaman a nuestra atención la esencia de todo camino, por esta razón es que existe una relación tan especial entre el cuento y el viaje y quizás hasta la razón por la cual me guste tanto escribir (caminar y viajar).

«A pesar de que soy fan de caminar (escribir y viajar), créanme, que cuando fui sola y caminé el laberinto, casi vuelvo a mis ataques de pánico, porque por más de que no es muy grande, me sentí agobiada e incapaz de resolver el acertijo, incapaz, en fin, de contar el cuento.»

 
A pesar de que soy fan de caminar (escribir y viajar), créanme, que cuando fui sola y caminé el laberinto, casi vuelvo a mis ataques de pánico, porque por más de que no es muy grande, me sentí agobiada e incapaz de resolver el acertijo, incapaz, en fin, de contar el cuento.
Inevitablemente caí en una especie de desesperación disimulada porque me rehusaba a sucumbir ante semejante simplicidad.  Como diría Nike: “Just do it” pero me pregunto “How do you fight thoughts?” Porque ante lo que me enfrentaba no era la imposibilidad kinética sino ante una invasión no autorizada de pensamientos.  Una inundación de pensamientos que aunque molestos, yo disfrutaba con cierta morbosidad.  Y aunque para Connor y Valentina era algo divertido y simplemente un juego, para mí, al igual que para todos aquellos que caminaban los laberintos en los siglos XIX y XIII, la mera diversión no es suficiente: uno debe recurrir a la sabiduría.
Fui por quinta vez con mi exnovio alemán (otra cuento que algún día les contaré) entramos y él me dijo: “If we keep right all the time we should be able to find the way fast and easy.”[5]  Y de hecho así fue, Valentina y Connor corrieron por todo el laberinto sin ningún tipo de estructura; el alemán y yo, caminamos siempre girando a la derecha y entre un giro y el otro, charlando y hablando, llegamos al final.  Cero estrés.  Fácil.  Alemán tenía que ser.  Cabe aclarar que me arruinó toda mi experiencia intelectual pero enalteció mi experiencia romántica por el paisaje, por el jardín en sí mismo, por su compleja simplicidad, por la naturaleza como ideal, por caminar por un paisaje como la consumación de la relación, el deseo ferviente por lo simple y por lo puro.  Por un amor absoluto.

«Al salir del laberinto con este muchacho del que venimos hablando, a quien no le vamos a poner nombre por si llega a leer el post (aunque de ser honesta, creo que no entendería de todas maneras a qué viene el cuento) pensé en el mito de Teseo y Ariadna.»

Al salir del laberinto con este muchacho del que venimos hablando, a quien no le vamos a poner nombre por si llega a leer el post (aunque de ser honesta, creo que no entendería de todas maneras a qué viene el cuento) pensé en el mito de Teseo y Ariadna y en una conversación entre Aesop y Cupido que muy bien cita Michael Connan:

L’Amour: Oui, je puis désormais fermer les yeux et rire, Avec ce pelotón je saurai me conduire.

Esope: Amour, ce foible fil pouroit bien t’égarer, Au moindre choc il peut casser.[6]

Qué fuerte ver como en el andar de uno resuenan los pasos y los mitos del mundo entero.  Pensé que a él lo conozco hace casi tres años, que vivimos y viajamos por Nueva Zelanda juntos, que vivió conmigo en Londres un mes, conocí a toda su familia y amigos en Alemania y ahora vino a Barcelona.  Supongo que ahora me toca ir a Berlín.  Él es mi única constante en estos tres años de vuelo y ser una nube.  ¿Será él mi hilo conductor? ¿Hacerle caso a Cupido o a Aesop?



[1] Shakespeare, W.  MACBETH.  Acto 5, Escena 5.  Traducción: “(Todo) es un cuento.  Contado por un idiota, lleno de furia y ruido, que no significa nada.”
[2] Así se refiere Rebecca Solnit a los laberintos.
[3] Traducción: “La adivinanza del laberinto de Le Notres”
[4] Wanderlust de Rebecca Solnit
[5] Traducción: “Si nos mantenemos a la derecha, deberíamos encontrar el camino rápido y fácil.”
[6] Traducción: “Cupido: Si, ahora puedo cerrar mis ojos y reír, con este ovillo sabré mi camino.  Aesop: Cupido, este hilo es débil y te llevará por mal camino, al menor golpe se romperá.”
NOTA DE LA REVISTA: TODAS LAS FOTOS SON DE SABRINA ELLMANN

 
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