Quién dice cool dice con estilo, con onda, se entiende: los lugares de Buenos Aires – bares, restaurantes, cafés, y otras tiendas -, que están hoy arriba en esa lista (primera entrega)

La consigna de MALEVA es clara y pretenciosa: lograr una selección actual de las propuestas más cool de Buenos Aires y alrededores/Se recorrió, se pidieron opiniones varias, y acá los primeros elegidos.

La barra de Gris Gris, velas, vinilos, vinos. 

Quién dice cool dice con estilo, con onda, se entiende: los lugares de Buenos Aires – bares, restaurantes, cafés, y otras tiendas -, que están hoy arriba en esa lista (primera entrega). Por Camila Barreiro para MALEVA.

La consigna de MALEVA fue clara pero pretenciosa: buscar los lugares más cool de Buenos Aires para armar un mapa alternativo de recorrida porteña y alrededores. Algunos detalles que se agregaron: que no tengan mucho más de dos años y medio (esta nota la estamos publicando en diciembre de 2024). Y, a modo de diccionario, la palabra cool debía reunir atributos como: ambientación interesante, atmósfera copada, propuestas originales y cosas ricas para comer y beber. Costó. Se hicieron listas bases, se borraron, se volvió a empezar. Se recorrió y pidieron opiniones varias. Así quedó una primera lista de diez a la que se van a sumar algunos otros proyectos en una segunda entrega. Tenemos en cuenta que Buenos Aires nunca se queda quieta (pero en algún momento hay que cortar la selección).

A través de sus ideas, personas, movidas y propuestas, se pinta un poco cómo vivimos y elegimos lo que nos gusta; y se arma un mapa ideal para salir a recorrer la ciudad. (El orden es alfabético).

«La palabra cool debía reunir atributos como: ambientación interesante, atmósfera copada, propuestas originales y cosas ricas para comer y beber. Costó. Se hicieron listas bases, se borraron, se volvió a empezar. Se recorrió y pidieron opiniones varias. Así quedó una primera lista de diez…»

1) Ácido: platos reversionados entre antigüedades y vajilla de abuela / «somos un restaurante audaz y divertido, y en la búsqueda constante de placer…» / Charlone 999 – Chacarita.

Hay una suerte de magia en los lugares que parecen abrir la puerta a la intimidad de sus dueños. En Ácido hay decoración que va de lo rococó a las piezas de colección, y de las antigüedades a la Fórmula 1. “Vas a casa y hay de todo. Nos gusta sentirnos cómodos”, cuenta Nico Tykocki que trabaja mano a mano con su socia y pareja, Dalila Vazquez.

En esta esquina de Chacarita se refleja la pasión de Nicolás y su equipo por la cocina. “Cocinamos lo que nos gusta y da placer”, aclara. La carta es cambiante y espontánea. Se propone un plato y, si funciona, queda. Si no, se va. Está inspirada en la cocina casera de abuela, donde cada propuesta tiene un poco de toque personal y una dosis de improvisación.

Para disfrutar de la experiencia hay que entregarse. A un menú corto y ecléctico. A la cocina enorme abierta. A lo que ese día el equipo pensó que era lo mejor.
Es un restaurante audaz y divertido. Estamos en una búsqueda constante del placer. Soy fanático de la comida china posta, hacemos algo chino. Disfruto de la hamburguesa, hago la que quiero comer”, explica Nico.

2) Comité 357: eventos, galería de arte y café filtrado en un local refaccionado. / «cada rincón está cargado de creatividad y espontaneidad…» / Tres Sargentos 357 – Retiro.

Sus tres dueñas (dos arquitectas y una gastronómica) pusieron sus ojos en un antiguo local de venta de vidrios llamado Lumi Hnos y lo transformaron en un laboratorio de ideas. Donde cada persona que tiene algo que contar encuentra el modo de hacerlo.
El local es una experiencia en sí misma: con su vidriera escrita a mano, obras de arte en el primer piso (y una galería completa en el sótano) y Tango sonando. Lo acompaña muy bien una barra con diferentes tipos de café filtrado y pastelería.

Aún así, el punto fuerte de Comité son los eventos. Hay dos fijos, sin embargo hay que prestar atención a sus redes porque suelen aparecer sorpresas para las noches.
Los indispensables son: “Comité a la calle” – se hace los miércoles y tocan DJs mientras algún proyecto gastronómico ofrece comida y vino – y “Asado de obra” -, los viernes a la tarde te sentás en un tablón largo y compartís cortes de carne y vino con las personas que vayan cayendo -.

“Cada rincón está cargado de creatividad y espontaneidad. Queremos visibilizar los procesos de todo sin filtros”, resume Azul Gawianski, una de las dueñas.

3) Cuadra restaurante: de la panadería al círculo gastronómico. / Concepción Arenal 2629 – Colegiales.

Entre madera, hierro y una ubicación casi selecta al lado de las vías, Cuadra Restaurante nació como una extensión natural de su primer local en Núñez (en el que habían empezado con algunos platitos de noche). “Este local era una oficina cerrada; la abrimos por completo y logramos un ambiente que parece una casa, con una gran cocina a la vista y un patio que invita a quedarse”, cuenta Rodrigo Guti, su fundador.

Ser la última propiedad antes de las vías del tren hace que esta versión de Cuadra sea la más completa: porque realmente copa la calle con eventos, festivales, acciones y – sobre todo -, gente que se quiere sentar a pasar el rato compartiendo.

Después de su aterrizaje en Madrid, convirtieron al tinto de verano tirado en su bebida estrella y el brunchwich con pan lactal, palta, mayo, huevo a la plancha y tofu asado, sigue ganando corazones (y es veggie).

Ya ganaron terreno con sus clásicas delicias de panadería con, claro, la cuadra a la vista. Ahora siguen por todo dando de comer de 8 a 8, en un espacio apto para recibir cada vez más gente y generando comunidad.

4) Cuatro Perros 1 Livin: calidez y buena onda. / «En un rato ya te das cuenta que vas a volver…» / José A. Cabrera 4723 – Palermo.

Con la atmósfera relajada de una casa, Cuatro Perros es un lugar diseñado para transmitir calidez y buena onda. “En un rato te diste cuenta de que seguro vas a volver”, asegura Nico Medina, uno de sus dueños. Esta especie de living – con adornos, empapelado, plantas y perritos – simboliza ese espacio de charla relajada que suscita el disfrute de comer, beber y que las cosas pasen.

El menú fluye con las estaciones del año, por ejemplo: ahora que se viene el veranito la vereda explota y la acompañan con platos fáciles de comer con la mano y algún evento que permite habitarla “sin que se genere un cambio radical con el clima del lugar”.

Sus dueños son unos convencidos de que con su asesoría, cualquier comensal puede encontrar su vino ideal. “Somos buenos anfitriones y, si nos dejan, nos gusta que compartan la experiencia un poco con nosotros también”, dice Nico.

Es imperdible probar el ceviche de pesca blanca y, por favor, llegar al postre: una remake del clásico almendrado con helado de vainilla casero, salsa de dulce de leche y whisky.

5) Cuervo Café: café, helado, linda atención, buena música y un patio con árboles. / Juramento 1284 – Bajo Belgrano.

Con una identidad super reconocida en el mundo del café, los socios de Cuervo decidieron apostar a un nuevo desafío: el helado. En este local, ubicado en una típica casa baja de Belgrano, pusieron una máquina que pensaron en dedicar para hacer la crema de los affogatos. Sin embargo, el patio trasero los trasladó a las típicas heladerías de la infancia, en las que se podía correr y pasar una tarde, por lo que sumaron diferentes sabores que conviven con el café sin ir en un mismo recipiente.

A pesar de su explícita forma de ser (sí, aunque sea un local), la idea de Cuervo es adaptarse a los espacios y no forzar la marca sobre el local. Esta casa, de barras de madera y ventanas que conectan un sector con otro, se transforma en una invitación a quedarse.

“Nuestro menú es una sugerencia, si un cliente quiere tomar algo de otra manera y lo podemos cumplir, lo hacemos”, señala Agustín Caro, uno de los dueños, que recomienda pedir un filtrado para descubrir mejor las cualidades de los granos.

6) Dimi Bar: una esquina para «ranchear» con amigos. / «No salvamos vidas pero queremos que se diviertan…» / Castillo 1702 – Chacarita.

Inspirados por el concepto neoyorkino (de donde son oriundos ambos socios) de que en la barra se da la mayor interacción social y, admirados por la idea argentina de “ranchear en la vereda”, decidieron abrir un local cuya barra de madera de directo a la calle.

Algo que se destaca de este bar es su gastronomía con técnicas asiáticas, de un nivel altísimo y con una rotación que permite no dejar de sorprenderse. La carta cambia tanto que la escriben en pedazos de cartón pero, si hay, es imprescindible probar el tataki flambeado en kamado y servido con puré de alubias y una sopita de ajo negro, y el pollo frito.

Para sus dueños, los tragos tienen que ser simples, rápidos y accesibles. “No se trata de obras de arte con grandes procesos detrás, sino que son accesorios para acompañar la noche. Fondeá, ponete en pedo, levantá, tomá otro, divertite. No salvamos vidas; llenamos panzas y emborrachamos gente y así nos comportamos”, razona divertido Iggy que recomienda arrancar con un Sandía Express.

7) Gris Gris: más de cuatrocientos vinilos, un sonido impecable, brindis y una energía irrepetible / Cabrera 5918 – Palermo.

Desde que abrió sus puertas, Gris Gris empezó a transformar la escena de Buenos Aires en una especie de experiencia sensorial. Tiene más de 400 discos de vinilo que van desde el jazz hasta la psicodelia y donde se intenta que suenen enteros. El sonido Hi-Fi es impecable, sin buscar una escucha pasiva, sino estimulando la charla en las barras o en la puerta, sin perder calidad. Los tonos cálidos y rojizos hacen que, el momento fluya entre encuentros, copas de vino, cocktails y los platitos pensados para acompañar.

Quizás es porque grandes músicos los eligen como lugar habitual para tomar una copa y escuchar algún disco casi imposible de conseguir. O porque hay DJs internacionales que los contactan para ir a tocar.

Tal vez porque ambos dueños, Bruno Albano y Angie Zeballos, lo soñaron para recibir a sus amigos y transformarlo en su propio lugar ideal. Sea cual fuere el motivo, con poco más de dos años, Gris Gris logró sembrar una semilla en la noche porteña donde el sonido, las sensaciones y los detalles son aspectos fundamentales para el encuentro y el disfrute.

8) La Kitchen 2, en Ortuzar: más que un café, un mood. / «Somos como un living con un upgrade…» / Roseti 1360 – Villa Ortúzar.

Con su primer local en Nuñez siendo un boom en la zona (al poco tiempo alquilaron la propiedad contigua para extenderlo), todo indicaba que el futuro de La Kitchen era seguir creciendo para llevar su concepto por toda la ciudad. La sede de Chacarita abrió con una idea similar: muebles vintage y de diseño, fotos enmarcadas de diversos artistas latinos y una oferta que promete acompañar de la mañana a la noche.

“Hoy siento que La Kitchen es un mood, porque no es nada. No somos un café ni una pastelería, es como un living con un upgrade”, resume Sofía Jungerg, una de las dueñas del espacio que, junto a su pareja (y socio) Joaco, compra muebles para retapizarlos y arreglarlos y busca fotos de artistas independientes para ambientar.

Si vas a La Kitchen un sábado seguro encontrás un DJ pasando alguna joyita y, cuando no está, suena alguna playlist tipo radio en la que tanto el DJ como los dueños convergen en sus gustos musicales para darle más swing al salón.

9) Lardito: el punto justo entre un bar y un restaurante, con una mesa comunal de mármol que es icónica y una selección de vinos a otro nivel. / Av.Jorge Newbery 3655 – Chacarita.

Lardito es, con sus apenas más de dos años y medio, un ícono del crecimiento y transformación de Chacarita, porque cuando arrancaron casi no había nada y ahora es un must de las salidas porteñas.

Pese a los cambios, la esencia de Lardito se mantiene: es un lugar donde comer rico, beber bien y disfrutar en familia, citas o con amigos. “Queríamos que fuera profesional, pero con un servicio que no sea solemne, el punto justo entre bar y restaurante”, explica Pipe Colloca – uno de sus creadores -, que ofrece la terraza para aquellos que quieran tomar un vino mientras esperan mesa.

El diseño también juega un rol clave: su interior combina una gran mesa comunal de mármol, barras de piedra y muebles de diseño que contrastan con las paredes sin revocar y sillas de metal del patio. Se genera así una suerte de equilibrio entre lo sofisticado y lo trash.

Una de las medallas que merece Lardito es haber transformado sus épicas papas fritas en un plato principal, no un side. Además, su propuesta de vinos es enorme y tienen la mayor cantidad de etiquetas de la bodega Santé Vins de Buenos Aires.

10) Mad Pasta: el lado cool y fuera de serie de la pasta. / Av. del Libertador 13797 – Martínez.

Ni bien cruzás la puerta que brilla con un neón de fideos, te topas con un cartel que dice: “cool people eat here”. Y ahí caés en que, desde que empezaron, Calu Corso, Lucas Canga y Felix Baini transformaron en algo fuera de serie a una de las comidas más clásicas del mundo.

El lugar le da ese toque que Martinez necesitaba pero no sabía. “Antes de abrir, con Calu habíamos ido a Copenhague. Y en ese viaje vimos muchas cositas resueltas con poquito, pero detalles cancheros”, cuenta Lucas. Hoy MAD es dueño de esos detalles: cuadros intervenidos en marcador, botellas de vino como adorno y – claro – muchas fotos de pasta.

“Elegimos productores premium para todo. La gente nos empezó a ubicar por las pastas de colores, que hacíamos con tintes naturales de las cosas que llevaban adentro. Porque lo más importante es el sabor”, dice Lucas.

En la carta hay vinitos naturales (incluso uno que hicieron ellos mismos). Entre los imperdibles están: los tortellinis de carne braseada (que tienen una explosión de sabores único) y la clásica -pero enaltecida- milanesa cacio e pepe.

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Fotos: MALEVA y gentileza de los locales mencionados.