QUEREMOS HABLARLES DE OSCAR NIEMEYER: UN VITALISTA EMPEDERNIDO

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Una foto no muy conocida de Niemeyer en la década del treinta

 

QUEREMOS HABLAR DE OSCAR NIEMEYER: UN VITALISTA EMPEDERNIDO. POR LUCAS GARÓFALO.

La vida es un soplo y hay que aprovecharla. Eso pensaba el brasileño Oscar Niemeyer, personaje fundamental de la arquitectura contemporánea, que se murió algunos días antes de cumplir 105 años: así de grandes eran sus ganas de vivir. Se mantuvo activo hasta el día mismo de su fallecimiento en 2012, principalmente supervisando refacciones en sus obras antiguas, que, al estar protegidas como patrimonio nacional o internacional, solo podían modificarse con su autorización. “El trabajo me distrae”, decía. “A mi edad, más vale estar ocupado para no pasar el tiempo pensando en tonterías”. Cuando tenía 20 años, hace casi un siglo, en sus años de estudiante en Río de Janeiro, se distraía – según contó algunas veces – en las noches de fiesta cariocas. Recorría todos los bares, cafés (e insinuó también que algunos cabarets) de la que entonces – hasta que él inventó otra lejos del mar – era la capital brasileña. Cachaza, cervezas, serenatas. Un vitalista empedernido, desde garoto.

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Durante la construcción de Brasilia

 

«El trabajo me distrae”, decía. “A mi edad, más vale estar ocupado para no pasar el tiempo pensando en tonterías”. Cuando tenía 20 años, hace casi un siglo, en sus años de estudiante en Río de Janeiro, se distraía – según contó algunas veces – en las noches de fiesta cariocas. Recorría todos los bares, cafés (e insinuó también que algunos cabarets) de la que entonces – hasta que él inventó otra lejos del mar – era la capital brasileña.»

Reconocer una obra de Niemeyer es relativamente simple: no se parece a nada. Las pirámides de Egipto, por ejemplo, podrían haber sido construidas por él. “No tienen ningún sentido”, dijo. “Pero son tan hermosas y monumentales que uno se olvida de su función y las contempla sorprendido”. Para este pionero, la belleza en la arquitectura era igual de importante que la funcionalidad.
Su propia casa en Río de Janiero, por ejemplo, fue construida al reparo de una colina y diseñada en curvas, para aprovechar la vista y permitir que la vegetación penetrara en ella de forma natural. Orgánica y minimalista, representa la arquitectura de Niemeyer en su máxima expresión. En 1953, Walter Gropius, urbanista alemán y fundador de la Bauhaus, visitó la “Casa das Canoas”, como es conocida todavía hoy. “Me dijo que era muy bella, pero que no se la podía producir en serie”, recordó el brasileño. “¡Como si a mí interesara semejante cosa! ¡Qué idiota!»

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Niemeyer adulto en su estudio

«Reconocer una obra de Niemeyer es relativamente simple: no se parece a nada. Las pirámides de Egipto, por ejemplo, podrían haber sido construidas por él. “No tienen ningún sentido”, dijo. “Pero son tan hermosas y monumentales que uno se olvida de su función y las contempla sorprendido”

 
Niemeyer vivía con la misma liviandad que sugieren sus obras y su sentido del humor. Humilde y de costumbres simples, se encargaba de generar un clima de trabajo distendido incluso en los proyectos más faraónicos. En 1956, el presidente de Brasil Juscelino Kubitschek le encargó la construcción de todos los edificios públicos de Brasilia, ciudad que se convertiría en la nueva capital nacional. Niemeyer puso dos condiciones antes de aceptar: ganar el mismo salario que cualquier empleado público y elegir a su equipo de colaboradores. Así fue como, además de veinte arquitectos, convocó a periodistas, abogados y hasta un arquero del Flamengo. De esta manera, por las noches, cuando se juntaban a jugar a las cartas, “la conversación se hacía más versátil”, en palabras del propio Oscar.

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La sede de Naciones Unidas en Nueva York también lleva su firma

«Niemeyer puso dos condiciones antes de aceptar hacerse cargo de la construcción de Brasilia: ganar el mismo salario que cualquier empleado público y elegir a su equipo de colaboradores. Así fue como, además de veinte arquitectos, convocó a periodistas, abogados y hasta un arquero del Flamengo. De esta manera, por las noches, cuando se juntaban a jugar a las cartas, “la conversación se hacía más versátil”, en palabras del propio Oscar.»
 

Como le tenía miedo a los aviones, Niemeyer viajaba los mil kilómetros que separan Brasilia de Río de Janeiro en auto. ¿Qué hacía en el camino? Miraba las nubes. “Sugieren tantas cosas inesperadas”, escribió en las crónicas de su Diario-Boceto, un libro con ideas y memorias recientemente traducido al español por la editorial Manantial. El libro abre con la frase más emblemática del brasileño, una declaración de principios poética y poderosa:
No me atraen el ángulo recto ni la línea dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mí país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida”.
Su miedo a volar no le impidió viajar por el mundo. Después de la Segunda Guerra Mundial, fue a Berlín en barco. Tardó veinte días, pero se llevó con él a un maquetista y un dibujante, y aprovechó ese tiempo para trabajar en el diseño de un edificio de viviendas. Apenas llegó, presentó el proyecto terminado: ocho pisos sostenidos por una serie de columnas en “ve corta”, con un ascensor externo. El complejo fue construido y todavía existe en el distrito de Tiergarten.

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Niemeyer, en un viaje por Europa del Este

«Como le tenía miedo a los aviones, Niemeyer viajaba los mil kilómetros que separan Brasilia de Río de Janeiro en auto. ¿Qué hacía en el camino? Miraba las nubes. “Sugieren tantas cosas inesperadas”, escribió en las crónicas de su Diario-Boceto»

En Francia, Niemeyer diseñó la sede del partido comunista. En Italia, el edificio de la Editorial Mondadori. En España, el Centro Cultural Internacional. En Portugal, el casino de Funchal. En Argelia, la Universidad de Constantina. En Malasia, la mezquita de Penang. En Nueva York, el cuerpo principal del predio de las Naciones Unidas. En Brasil, museos, catedrales y sambódromos. Lo que se ve en todos los casos son espacios abiertos, curvas, columnas de formas extrañas, el desafío a las reglas y el trazo único de un hombre apasionado que ha dejado su marca.

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La casa das Canoas: la residencia de Niemeyer en Río de Janeiro

“No me atraen el ángulo recto ni la línea dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mí país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida”

Aunque, como Niemeyer mismo dijo a los cien años, entrevistado para La vida es un soplo, el documental de 2007 sobre su vida, “la inmortalidad es una fantasía, una manera de olvidar la realidad. Lo que importa, mientras estamos aquí, es la vida, la gente. Abrazar a los amigos, vivir feliz. Cambiar el mundo. Y nada más.”
 

 

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La sede de la Editorial Mondadori en Milán

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Mezquita de Penang en Malasia

 
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Una de sus obras más lindas y emblemáticas: Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi

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Centro Cultural Internacional en España

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Casino de Funchal, Portugal

 
Fotos: Fundación Oscar Niemeyer, blogs de arquitectura, Ricardo Stuckert, O Globo