¿Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el placer, ocho horas para dormir?

London time - canon t2i
¿Y el tiempo para nosotros? ¿Y el tiempo para lo que nos hace felices?

 
Ocho horas para trabajar, ocho para el placer, ocho para dormir, decía mi abuela. Y desde que ella vivía así, el mundo cambió varias veces. Imagino la vida hace cincuenta o sesenta años: menos cosas para hacer, un ritmo más pausado, todo sucediendo “en cámara lenta”, si lo miramos acostumbrados a la vertiginosa velocidad actual. Basta con ver una película o una serie de hace cincuenta años (¡mi estimado Dr. Who cumple cinco décadas el año que viene!) para percibir cómo la dinámica de la vida se ha acelerado.
Hoy, las ocho horas para dormir se han transformado en una utopía. Las ocho dedicadas al trabajo, no es raro que sean diez o doce infelices lapsos de sesenta minutos. Y las ocho horas de placer se disuelven entre viajes, comidas, tomar un baño… el soporte básico de la vida. El ocio, ¿dónde queda? Tal vez relegado a inactivos domingos de comilonas y siestas postergadas durante la semana.
Está de manifiesto que aquella división temporal que proponían nuestros mayores es muy difícil de aplicar a la vida de hoy. Entonces ¿cuál podría ser la solución para ecualizar los distintos aspectos de la vida, sin que nada se vea menos favorecido? Entiendo que hay tantas respuestas como personas, pero aprovecho este espacio para contarte la mía.

«Hoy, las ocho horas para dormir se han transformado en una utopía. Las ocho dedicadas al trabajo, no es raro que sean diez o doce infelices lapsos de sesenta minutos. Y las ocho horas de placer se disuelven entre viajes, comidas, tomar un baño… el soporte básico de la vida. El ocio, ¿dónde queda? Tal vez relegado a inactivos domingos de comilonas y siestas postergadas durante la semana.»

Si trabajás en un ámbito que te guste y te haga bien, las ocho, diez o doce horas diarias que dedicás a eso pueden ser más una alegría que otra cosa. Y si en una jornada el tiempo fue pasando y destinaste catorce horas… ¡qué sensación agradable de misión cumplida! Si vivís cerca de tu lugar de trabajo, son dos o tres horas que ganás para vos diariamente. Y si ese tiempo lo aplicás a un placer productivo, mucho mejor.
Vamos a hacer caso a la abuela y a dormir ocho horas: el cuerpo necesita ese reposo. Pero, atención: no generalicemos. Aceptemos las diferencias que existen entre las personas y observemos si para nosotros es ideal dormir un poco más o un poco menos. Un respeto básico por nuestras necesidades vitales siempre es bienvenido y contribuye bastante a mejorar la calidad de vida.
Socializar, pasar el rato compartiendo con amigos, cuidar de la buena forma física y de una alimentación que nos haga bien, son también hábitos que, incorporados a la vida de todos los días, pueden traernos infinidad de satisfacciones y una buena dosis extra de energía, para cumplir alegremente con nuestras obligaciones.
En mi caso, por la profesión a la que me dedico, la vida social, la alimentación deliciosa y consciente, estar entre amigos, cuidar del cuerpo y superarme cada vez más en todos los ámbitos son cuestiones que forman parte de mi trabajo, al que ya no sé si se aplica el concepto tradicional de “trabajo”. Con tantas cosas buenas sucediendo a la vez, esta no es una palabra que defina adecuadamente el tiempo que dedico a mis actividades productivas. Si pudiera redefinirlo, yo lo llamaría “felicidad”.
Ahora, te pregunto a vos: ¿cuál es la solución que encontrás para adaptar saludablemente la ecuación del tiempo de nuestros abuelos a la vida de hoy?