"ANTES SENTÍA QUE LA PARRILLA ERA UN SANTUARIO": TAKEHIRO OHNO



 Takehiro se hizo muy popular por su programa en en el canal Gourmet, y en algunos aspectos, ya es todo un criollo
 
«Antes Sentía que la parrilla era un santuario» 
Por Lucas Garófalo
Existe un chef japonés especialista en comida vasca que vive en Argentina y se la pasa viajando por toda Latinoamérica. ¿Raro? Puede ser. Pero si hay algo que demuestra el currículum de Takehiro Ohno –a quien seguramente conozcan por su programa en el canal Gourmet– es un alto poder de adaptación: nació en una isla al norte del país asiático y hoy hace asados y va seguido a la Bombonera. Sin embargo, tras diecisiete años en nuestro país, todavía se resiste a algunas costumbres criollas. ¿Qué entiende y qué prefiere no entender el cocinero más amable de la televisión local? Se lo contó a Maleva. 
SÍ ENTIENDO:
A los asadores:
Cuando llegué a Argentina hace ya diecisiete años yo no sabía absolutamente nada sobre el asado. Durante mucho tiempo ni siquiera me animé a participar de ese ritual: sentía que la parrilla era como un santuario y guardaba mucho respeto por ese espacio. Los primeros asados los comí cuando empecé a salir con mi mujer, en la casa de mi suegro. Él fue quien me enseñó cómo se hace. Puede ser que en Argentina algunos cocineros sepan prender el fuego, pero en cualquier otro lugar del mundo no sabemos cómo cocinar con carbón. Repito: durante casi diez años, no me animé a probar. Hasta que me casé. Ahí sentí que ya era parte de una familia argentina y tenía derecho. Los primeros me salieron más o menos: me ponía nervioso y se me quemaban por exceso de fuego. Igualmente por las dudas no invitaba a nadie. Ahora que dominé la técnica, me gusta hacer asado bastante seguido. La sensación de estar solo y concentrado mirando las brasas me encanta.
A los que me paran por la calle:
Desde que trabajo en El Gourmet la gente me reconoce por la calle. Al principio los que más me sorprendían eran los taxistas. Yo iba en el auto, y cuando paraban al lado mío en los semáforos me pegaban un grito: “¡eeeeeh!”. Eso de hablar de auto a auto es muy argentino, no vi que pasara en ningún otro lugar del mundo. También me gusta mucho que cuando alguien me para no es simplemente para saludar, sino que me cuentan lo que estuvieron cocinando. Eso me parece genial y estoy muy agradecido al público argentino por su apoyo.
A los hinchas de Boca:
Hace muchos años viví en España, en San Sebastián, e iba a la cancha a ver a la Real Sociedad, el equipo de la ciudad. La verdad es que no me divertía tanto. Pero veía en la tele las imágenes del fútbol argentino, sobre todo las de la cancha de Boca, y se notaba que eso era otra cosa. Siempre pensaba: “¡cómo me gustaría estar ahí!”. Era mi sueño, así que cuando llegué acá fui derechito a la Bombonera. La primera vez fui solo, y, por supuesto, como esto fue hace diecisiete años y yo era un cocinerito que no tenía mucha plata, fui a la popular. La cancha estaba repleta, pero en el centro de la tribuna había un gran espacio vacío. Entonces me quedé sentadito ahí. Unos minutos antes de que empezara el partido llegó la barra brava… ¡a ocupar ese lugar! Por supuesto yo no sabía las canciones, y en la tribuna de Boca al que no canta lo insultan y le tiran cosas. Así que le pedí al chico que tenía al lado que me enseñara qué decían (y el chico me iba anotando en un papel). En esa época iba a la Bombonera cada quince días, me hacía sentir verdaderamente en Argentina. Ahora no voy tanto, porque los domingos son para la familia, pero pronto llevaré a mi hijo para su bautismo bostero.
 
NO ENTIENDO:

  • A los impuntuales:

Acostumbrado a la puntualidad japonesa, yo solía llegar media hora antes a todas las reuniones, que es lo común allá. Pero con el tiempo me di cuenta de que acá todos llegan tarde siempre. No entiendo eso: yo me pongo muy nervioso si veo que estoy demorado. No puedo llegar tarde. Igualmente ya no tomo tantas precauciones: trato de estar justito sobre la hora, porque sino termino esperando demasiado. Hay amigos que cuando los invito a cenar llegan dos horas tarde a mi casa. ¡Dos horas! No me entra en la cabeza.

  • A los que manejan rápido:

Odio venir manejando por una rotonda y que se me metan por el costado a toda velocidad. Lo peor del caso es que encima me miran con cara de “¡te gané!”. A veces me dan ganas de salir a chocar a todos. Pero no puedo: me sentiría muy mal si hiciera algo así. Así que simplemente bajo la velocidad, los dejo pasar, sonrío y espero que del otro lado sonrían también. Creo que por eso todavía nunca choqué: en cuanto se pone peligroso, freno y me corro.

  • A los que regatean:

El tema de las negociaciones es completamente diferente en Argentina y en Japón. Acá, cuando pido un presupuesto, me tiran un número altísimo para que luego yo lo baje y así vayamos partiendo la diferencia. ¡Es muy desgastante! En Japón no nos gusta hablar de dinero, así que tratamos de ser honestos de entrada para no tener que volver a tocar el tema. Vos me decís exactamente cuánto pretendés cobrar, y si para mí es muy alto, yo veo cuánto es lo máximo que me puedo acercar. Esa es toda la negociación. Hace muchos años que estoy acá y todavía no puedo acostumbrarme a la manera argentina. ¡Por eso soy pobre! En serio: soy malísimo para eso, y por lo general trato de que negocie otro.