Modo Gran Pez: entrevista a «Rulo de Viaje», experiencias para un turismo sin mapa y menos frívolo

Con sus crónicas de viaje – profundas e inteligentes -, que comparte en sus redes sociales, Dan Lande es una excepción absoluta a la frivolidad repetitiva de gran parte de los influenciadores que giran por el mundo/¿Qué lugares despiertan su interés? ¿Cómo hace para conocer a fondo una cultura? ¿Por qué Sarajevo es la ciudad que más lo impacto? /Además: su libro «Viaje a la tierra de los pelos lacios y su proyecto La Ruta de Los Bobes/¿A dónde no volvería?

En 2019 publicó el libro Viaje a la tierra de los pelos lacios, con sus crónicas por Asia. 

Modo Gran Pez: entrevista a «Rulo de Viaje», experiencias para un turismo sin mapa y menos frívolo. Por Nadia Paz.

Como dice la canción, “dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo”. Y es que abandonar el trabajo de oficina, deshacer una relación de dependencia de cualquier tipo con algo o alguien puede parecer arriesgado y un tanto poético para cualquier porteño promedio. Se necesita valor para dar ese salto a lo desconocido, para romper las rutinas diarias y dejarse llevar por la aventura. Es el caso de Dan Lande, o @rulodeviaje en Instagram y Twitter, sus cuentas en las que comparte sus experiencias viajeras a casi cien mil seguidores. A través de sus publicaciones, es posible viajar a pueblos remotos, conocer curiosidades sobre culturas diversas o acompañarlo a vivir las historias más impredecibles.

«Yo tengo ascendencia polaca. Mis abuelos eran sobrevivientes del Holocausto y tuvieron una historia muy dura, muy triste. Fueron los únicos sobrevivientes de su familia y vinieron a la Argentina. El proyecto La Ruta de las Bobes surge cuando se me rompen cinco platos que eran de mi abuela, que habían estado setenta años en mi familia. Esa noche no podía dormir, los platos eran una de las pocas memorias o recuerdos que tenía de mi abuela…»

Dan es un joven Licenciado en Administración y especialista en creatividad e innovación, que hace algunos años decidió renunciar a su empleo y salir a recorrer el mundo. Su viaje sin mapa, ni tiempo es su mejor motor pero también desarrolla proyectos específicos en los lugares que visita. A veces surgen de la misma imprevisibilidad y en otras ocasiones, los piensa, los planifica y los lleva a la práctica. Tanto es así, que en el 2019 publicó Viaje a la tierra de los pelos lacios, un libro que reúne crónicas de su paso por Mongolia, China, Vietnam, Camboya, Tailandia, Malasia, Singapur, Filipinas, Sri Lanka y la India. Otro de los proyectos más importantes que desarrolló fue La ruta de las Bobes, declarado de Interés cultural por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, que se encuentra aún en curso. La propuesta busca recuperar la historia de aquellos abuelos y abuelas que emigraron de Europa del este a la Argentina y nunca volvieron a sus pueblos. Se trata de un recorrido de homenajes con platos rotos por siete países de Europa.

Rulo recorre el mundo y lo cuenta. Y en ese relato, se abren nuevos mundos. Comparte historias de lugares desconocidos para la mayoría de quienes estamos de este lado del globo y cuenta experiencias de gente común. Se relaciona con personas que viven su vida, con sus oficios, sus rutinas, sus gustos, y nos hace sentir que más allá de la diversidad, de lo loca que puede parecernos la diferencia cultural, lo que encuentra son historias como las que podemos vivir diariamente en nuestras propias vidas. Esa paradoja, esa cercana similitud aún en la más descabellada diferencia, es la que produce fascinación en sus observaciones de viaje.

«Una vez que llego a un lugar, lo empiezo a descubrir. No me gusta eso de estar dos días en un lugar y seguir. Me gusta profundizar y para mi viajar tiene que ver con eso, con profundizar con el lugar y con la gente. Entonces, una vez que llego, me quedo y empiezo a conocer a las personas. Me invitan a un pueblo y voy. Transformo la experiencia en otro tipo de cosa…»

¿Cómo Dan se convirtió en Rulo de Viaje?

En el año 2011 renuncié a mi trabajo. Tenía ganas de visitar algunos amigos que estaban en Europa y bueno, dos semanas o veinte días era poco. El costo de ir hasta ahí ameritaba más tiempo. Entonces, empecé a pensar en la posibilidad de tomarme un break, una licencia de tres o cuatro meses. Al mismo tiempo, tenía un amigo que había vuelto de Asia, de la India. Y en ese momento, se me ocurrió tomarme un año sabático y me dije: “voy a ir a Europa y voy a cruzar Rusia en tren y voy a llegar hasta Asia”. Una especie de vuelta al mundo que era algo muy impensado en mi vida. Pero bueno, renuncié. Al final fue un año y medio, en el que hice esa especie de vuelta al mundo donde desarrollé distintos proyectos.

Los destinos que elegís son muy diferentes a lo que podemos encontrar en las agencias de turismo o los clásicos blogs o cuentas de influencers de viajes. ¿Cómo definirías tu modo de viajar?

Modo Gran Pez, donde van pasando cosas que después parecen irreales o imposibles. Yo me mando y trato de contar otro tipo de cosas, de observar otro tipo de cosas. Lo cuento con humor y por alguna razón, voy llegando y metiéndome en lugares que después se transforman en historias o aventuras. Mis viajes tienen mucho de conectar con la gente pero viajo solo.

¿Qué lugares son los que más despiertan tu interés?

Me gustan los lugares que siempre me llamaron la atención, que me interesaron desde antes. Hay algo de espontáneo, de ir y ver que pasa. Y una vez que llego a un lugar, lo empiezo a descubrir. No me gusta eso de estar dos días en un lugar y seguir. Me gusta profundizar y para mi viajar tiene que ver con eso, con profundizar con el lugar y con la gente. Entonces, una vez que llego, me quedo y empiezo a conocer a las personas. Me invitan a un pueblo y voy. Transformo la experiencia en otro tipo de cosa. Por supuesto que hay que tener margen de tiempo y cierta apertura y flexibilidad a los cambios, a que pasen cosas, a que alguien te invite e ir, a resignar algunas comodidades a veces. Tener una postura abierta, ámplia y ser flexible.

Aunque no llevás reloj ni mapa…¿Qué elemento no puede faltar en tu viaje?

Tengo una libreta grande de notas donde escribo, también tengo un cuaderno de dibujo. Y libretas chiquitas de bolsillo que llevo conmigo, donde anoto reflexiones, palabras, direcciones.

¿Cómo te manejás con los idiomas?

Hablo en inglés. Trato de aprender palabras en el idioma local, tener un conjunto de palabras básicas. Siempre tiene que ver con el gesto y la forma que predispone a la gente también. Después bueno, puntualmente en Rusia, tuve que aprender ruso básico, a leer y escribir y cosas básicas para mantener una conversación. En Rusia y algunos lugares de Europa del Este me pasó que es poca la gente que habla inglés. Pero siempre hay alguien que habla, entonces para resolver un problema importante siempre hay alguien que habla, traduce y ayuda. Hoy, además, con Google Translator, el traductor del teléfono, se simplificó un montón todo eso.

De todos los lugares en los que estuviste… ¿Cuál es el que más te impactó?

Sarajevo, en Bosnia, por las experiencias que viví durante un mes. Es un lugar en el que están las marcas de la guerra. Es una mezcla de oriente y occidente en el centro de Europa, con mezquitas y cafés al estilo turco y al mismo tiempo, elementos occidentales. Es como una conjunción que está en el centro de Europa. También, Mongolia me impactó por lo distinto y lo distante. India, Sri Lanka, lugares donde hay un montón de elementos culturales diferentes, donde se complica el idioma, donde todo es distinto: la comida, la forma de viajar, de comunicarse.

«El lugar que más me impactó fue Sarajevo, en Bosnia, por las experiencias que viví durante un mes. Es un lugar en el que están las marcas de la guerra. Es una mezcla de oriente y occidente en el centro de Europa, con mezquitas y cafés al estilo turco y al mismo tiempo, elementos occidentales. Es como una conjunción que está en el centro de Europa…»

¿Un lugar al que no volverías?

No conecté con algunas ciudades. Brujas en Bélgica, tal vez.

¿Un lugar donde podemos encontrar los mejores platos?

Vietnam o Tailandia. Me gusta mucho la comida asiática. También, me pasó en Europa del este que había un montón de comida casera que me hacía acordar a la comida de mi abuela. Las comidas que más disfruté fueron caseras. Las que me hacía la gente del lugar.

¿Un lugar con la mejor vida nocturna?

Tromso, en el norte de Noruega, una ciudad que está en el círculo polar ártico. Fue una fiesta totalmente impensada. En primavera o verano, eran 24 horas de día y la gente salía, y había joda todas las noches y tomaban un montón. Eran noches de día, increíble.

¿Un lugar con el trago más exótico?

Mongolia. Tienen una especie de vodka o licor hecho a base de leche de yegua destilada, o camella destilada, y con eso hacen una especie de vodka.

Tus viajes tienen algo de impredecible, de dejarse sorprender por lo que pasa. ¿Qué anécdotas increíbles recordás?

Me gusta meterme en muestras, clases de la universidad, obras de teatro o eventos porque me parece que es parte de vivir la vida local y descubrir otras cosas. El año pasado estuve en Lituania y conocí a una mina que era coreógrafa, cantante de música barroca. Terminé yendo a un evento en el Palacio del Gran Duque y acompañándola a que evalúe a seis o siete cantantes que estaban siendo evaluados en la universidad. En Sri Lanka me hice amigo de un mendigo o una especie de mendigo y a partir de él, conocí a un productor y terminé filmando y formando parte de un rodaje de un videoclip de un rapero de Estados Unidos, de origen singalés. Fui descubriendo la ciudad a través de las locaciones de rodaje.

«En Sri Lanka me hice amigo de un mendigo o una especie de mendigo y a partir de él, conocí a un productor y terminé filmando y formando parte de un rodaje de un videoclip de un rapero de Estados Unidos, de origen singalés. Fui descubriendo la ciudad a través de las locaciones de rodaje…»

Además de viajar, realizás proyectos. Uno de los más importantes es La ruta de las Bobes. ¿Cómo surgió?

Yo tengo ascendencia polaca. Mis abuelos eran sobrevivientes del Holocausto y tuvieron una historia muy dura, muy triste. Fueron los únicos sobrevivientes de su familia y vinieron a la Argentina. El proyecto surge cuando se me rompen cinco platos que eran de mi abuela, que habían estado setenta años en mi familia. Esa noche no podía dormir, los platos eran una de las pocas memorias o recuerdos que tenía de mi abuela. Entonces, se me ocurrió llevar un pedazo de plato roto a los pueblos de mis abuelos en Polonia, escribir un mensaje y dejarlo como placa conmemorativa. A partir de ahí, pasaron los días y dije: ¿por qué tiene que ser sólo de mis abuelos? ¿Qué pasa si le pido a la gente que me escriba, que me diga de dónde eran sus abuelos en Europa del este y hago un viaje haciendo homenajes con platos rotos? La Ruta de las Bobes fue un proyecto donde viajé para eso, a donde la gente me mandaba. La idea del proyecto fue un disparador que cuando se llevó a la acción se fue nutriendo, transformando, se fue armando en el momento. Pude entender lo que implica hacer un acto de memoria, un homenaje y cómo construirlo a medida que fui viajando.

¿Qué planes tenés para el futuro?

Estoy trabajando con todo el material de La ruta de las Bobes. Tengo un proyecto de libro y la posibilidad de transformarlo en otros formatos como podcast o exponerlo en una muestra con video o material gráfico. También, quiero viajar por Argentina o ver si hago una tercera parte en Europa del este, aunque con la pandemia y la guerra, planificar para el año que viene es algo a muy largo plazo.

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Fotos: son todas gentileza de Rulo de Viaje.