“Me gusta estar en silencio y también ir a un fiesta a escuchar techno pegada al parlante”: con Débora Nishimoto, la actriz multifacética que sorprendió en Envidiosa

En los jardines de Las Flores, en Palermo, nos cuenta cómo vive este hitazo con su papel de Mei en la serie más popular de Netflix/Lo mejor de los dos mundos: cómo conviven en ella la Débora argentina y la Kaori japonesa/El punto de inflexión que dio vuelta todo en su vida y la acercó al teatro/Además: su proyecto gastronómico, su amor por la poesía y la obra que está escribiendo.

Kaori es su nombre japonés y el de su proyecto gastronómico vegano.

“Me gusta estar en silencio y también ir a un fiesta a escuchar techno pegada al parlante”: con Débora Nishimoto, la actriz multifacética que sorprendió en Envidiosa. Por Lenchu Rodríguez Traverso. Fotos: Sophie Starzenski para MALEVA.

Hacían 38 grados a la sombra, pero cuando ella apareció, entre las plantas del patio de Las Flores, parecía que estábamos en un día perfecto de primavera. Débora – Debi – Nishimoto es de esas personas que se pueden describir como “impecables». Será el doble libra en su carta natal o esa sangre japonesa que corre por sus venas, pero, si bien vestía de negro, hay algo en su porte y en sus accesorios – unos anteojos muy cool, una cartera de diseño y bijouterie – que hacen que no pase desapercibida. 

Es así como un grupo de mujeres la saludó entusiasmada mientras se preguntaban a lo bajo: “es ella, ¿no? La de Envidiosa”. Y es que está viviendo su hype de estrellato al dar vida al personaje de Mei en una de las series más populares de Netflix. Pero si la investigás un poquito por redes sociales, te das cuenta de que Débora es mucho más que actriz. 

Cocina en popups en restaurantes de la ciudad – los onigiris son su insignia -, sale a bailarse todo en las fiestas electrónicas, ama la moda, la poesía, el teatro y hace ikebanas (el arte de los arreglos florales japoneses). Es Japón y Argentina a la vez. Es silencio y techno, es soledad y full amigos, es desconexión y trabajo duro. Es arte, es dinamismo, es resiliencia. Y es de este híbrido entre lo mejor de los dos mundos de lo que nos sentamos a hablar; con una summer cake, un muffin y una frangiepan florales (como todo lo que hacen el este oasis palermitano) de por medio.

«La verdad es que no, no tuve esa infancia donde decía; “quiero ser actriz o quiero ser famosa”. De chica me fui inclinando más hacia las letras, la poesía y la literatura. Mi sueño era ser traductora de poesía y vivir en un mundo muy académico…»

¿Mini Débora siempre soñó con estar viviendo este momento?

La verdad es que no, no tuve esa infancia donde decía; “quiero ser actriz o quiero ser famosa”. De chica me fui inclinando más hacia las letras, la poesía y la literatura. Mi sueño era ser traductora de poesía y vivir en un mundo muy académico. De hecho estudié traductorado de inglés, después empecé Letras y había algo de ese mundo que era mi ideal. Pero a la vez, en retrospectiva, veo filmaciones de cuando era chica y amaba la cámara, estaba siempre haciendo personajes.

No era un sueño explícito pero algo tuyo ya se inclinaba para ahí.

Creo que estaba latente y en algún momento explotó, se expandió. Pero no es algo que analíticamente me lo había puesto como objetivo y siento que eso es lo más lindo. 

Leí que de chica eras muy proactiva, multifacética. ¿Qué cosas hacías?

Me gustaba siempre esto de “ser mi propia jefa” así que ya en primaria hacía pulseritas y las vendía en los recreos. Me acuerdo que volvía con los bolsillos llenos de monedas, hasta que un día la directora le fue a decir a mi mamá que no podía hacer negocios en el colegio, ¡porque realmente vendía mucho! (risas) Después empecé a ir a la feria de Juramento a venderlas. Me gustaba mucho emprender, hice velas, jabones y de grande ya hacía diseños basados en libros y los estampaba con serigrafía.

Ah bueno pero lo creativo y lo artístico siempre estuvo ahí.

Podía pasar tardes enteras haciendo pulseritas. Ves a las infancias de ahora que no se pueden aburrir y yo estaba con una pulserita todo el día, no me aburría nunca. 

«Obvio que soy parte de este mundo pero hasta hace 3 años yo no tenía WhatsApp. Había algo de esa conexión constante que yo no quería. Cuando salía de mi casa y me tomaba el subte quería leer. Sentía que si tenía 4g iba a terminar estando con el celular. Y la transición que sigo haciendo es: cuando salgo de mi casa me saco los datos, porque me di cuenta que nunca hay algo muy urgente…»

¿Eso lo pudiste sostener hasta hoy? 

Si, trato de mantenerlo. Obvio que soy parte de este mundo pero hasta hace 3 años yo no tenía WhatsApp. Había algo de esa conexión constante que yo no quería. Cuando salía de mi casa y me tomaba el subte quería leer. Sentía que si tenía 4g iba a terminar estando con el celular. Y la transición que sigo haciendo es: cuando salgo de mi casa me saco los datos, porque me di cuenta que nunca hay algo muy urgente. Al menos yo no tengo un hijo, no tengo que estar todo el tiempo pendiente.

Si me llega un mensaje capaz lo respondo a las 3 horas, no pasa nada. El celular nunca lo tengo en la pieza y como despertador uso uno analógico. Yo hago mi ritual la primera hora – cuando estoy sola, ¿no? – levantarme, meditar, escribir, preparar el desayuno, hacer un poco de yoga y ahí sí, recién agarrar el celular. Cuando estoy mucho con el celu me empiezo a sentir mal. Me agarra ansiedad. 

Hay un momento importante en tu vida que tiene que ver con un accidente y después de eso algo cambió, ¿no?

Cambió todo. Ya no quiero indagar mucho en el accidente en sí pero me fracturé el cráneo porque me bajé de un taxi en movimiento, estuve una semana en el hospital y como única secuela perdí el olfato, en un momento en que nadie sabía que se podía perder. Me di cuenta de que mi cuerpo me estaba avisando algo de una manera muy drástica y cambié mi vida por completo, a los 24 años.

Estaba estudiando letras y lo dejé. Por recomendación de un amigo empecé a hacer teatro. Fue realmente lo que necesitaba porque di con este espacio de Nora donde se trabaja mucho con el error. Venía de un momento de mi vida de mucha exigencia y yo siempre quiero hacer todo bien. Me decía a mí misma que estudiaba porque lo disfrutaba, pero la realidad es que me quería sacar 10 en todo. Ahora en retrospectiva lo pienso como lo mejor que me pasó. Hay algo en mi personalidad que suele sacar lo mejor de las cosas e intenta aprender.

«Cuando me sucedió esto del accidente conecté con mi nombre japonés que es Kaori. Nadie me decía así salvo mis abuelos paternos que ya habían fallecido. Kaori significa: aroma, fragancia, perfume. Cuando me di cuenta de eso, de que había perdido el olfato y mi nombre significaba fragancia dije: wow, esto estaba destinado desde mi nacimiento…»

¿Lo recuperaste?

Lo rehabilité. Huelo muy diferente a como olía antes y a cómo huele una persona normal. Es un flash porque en ese momento me acercaban café y lavandina y yo no lo distinguía. Y eso hacía que tampoco sienta los sabores y me desesperaba. Yo era muy nostálgica y muy de los aromas: tenía un perfume para cada año y guardaba un poquito de cada uno para olerlo y recordar. 

Wow, es como que se te borraban los recuerdos si lo perdías.

Fue rehabilitarlo y volver a construir una memoria nueva. Antes tenía una nariz muy fina y ahora no, empecé a recuperar los aromas mucho más desde lo natural, con la cocina. El café fue lo primero que recuperé, yo soy muy fanática. Ahí empecé a probar con la cocina porque necesitaba despertar mis papilas, todo me sabía muy “plain», todo igual. No comía picante y empecé a ponerle picante a las cosas, ácido, a mezclar mucho los sabores. 

¿Hubo algo de este punto de inflexión que tuvo que ver con volver a buscar en tus raíces? Si bien ni vos ni tus papás nacieron en Japón, leí que de chica te costó amigarte con tus raíces japonesas.

Cuando me sucedió esto del accidente conecté con mi nombre japonés que es Kaori. Nadie me decía así salvo mis abuelos paternos que ya habían fallecido. Kaori significa: aroma, fragancia, perfume. Cuando me di cuenta de eso, de que había perdido el olfato y mi nombre significaba fragancia dije: wow, esto estaba destinado desde mi nacimiento.

Y ahí empecé a cocinar cocina japonesa también, a aprender de mi papá. De chica fui a colegios re argentinos, no me quedé dentro de la comunidad, porque había algo de la generación de mis papás que ya habían nacido acá que querían que sus hijos sean argentinos. No me hablaban japonés en mi casa.

«De Japón siento ese lado de conexión con la naturaleza, lo contemplativo, la no ansiedad. Soy muy paciente y tengo mucho amor y respeto por el paso del tiempo, con que los procesos llevan tiempo y no querer que todo sea ya (…) Y por el otro lado me encanta salir; tengo un grupo de amigos donde todos los días hay un evento, una muestra, una proyección…»

¿Ahora hablás japonés?

Si. A los 15 años me lo forcé, fui a clases pero no me interesaba, estaba pensando en otras cosas. A los 17 fui a un intercambio en Hiroshima, pero no me acuerdo nada de ese viaje, estaba pensando en Bariloche, no estaba conectada, no lo sentí en la carne.

Después de grande empecé a estudiar el idioma, a leer literatura japonesa, a ver cine japonés. Ahí viajé y sí, sentí que fue la primera vez. Mis parientes lejanos me recibieron en sus casas, fueron muy hospitalarios. Ahí me empecé a enamorar. A mi me encanta vestirme y no podía creer la libertad que tenían para vestirse, yo allá me liberaba mucho más. Acá, si fuera por mi, me vestiría mucho más arriba pero hay algo de que me siento un poco incómoda a veces. Y allá iba en el subte con cualquier cosa; nadie te mira, nadie te juzga y eso me parecía espectacular.

¿Usás tu nombre Kaori? ¿Te identificás con él?

Es el nombre de mi emprendimiento de cocina. Hace poco algunas amigas me empezaron a decir así, medio tierno. Débora significa “abeja trabajadora”, otra re parte mía, y Kaori es mi lado más sensible, entonces siento que soy las dos identidades: más poética y sensible y, del otro lado, más exigente y trabajadora.

Para representar “lo mejor de dos mundos” – de Argentina y de Japón – en vos, ¿qué cualidades elegís?

De Japón siento ese lado de conexión con la naturaleza, lo contemplativo, la no ansiedad. Soy muy paciente y tengo mucho amor y respeto por el paso del tiempo, con que los procesos llevan tiempo y no querer que todo sea ya. Y una conexión distinta con la muerte. Por el otro lado me encanta salir; tengo un grupo de amigos donde todos los días hay un evento, una muestra, una proyección. Y eso es re argentino. Si no los veo por una semana me parece raro. A veces trato de equilibrar eso porque me gusta mucho también el hogar, estar con mi gata leyendo y mirando el balcón.

También lo relaciono mucho con el sonido. Tengo estos dos lados que conviven: de repente me gusta estar mucho en silencio en mi casa y soy muy sensible a los ruidos, si estoy en un restaurante y no se escucha bien me pongo mal. Pero después me encanta ir a una fiesta de un dj que me gusta y escuchar un techno durante cinco horas bien pegada al parlante. 

«Es más un estilo de vida que un objetivo. (Mi sueño es) seguir pudiendo vivir de las cosas que me van gustando y que eso no me tome por completo. Alguna vez me quedé estresada cocinando hasta las 4 de la mañana y no, ese no es el estilo de vida que quiero. Poder manejar mis tiempos y tener espacio para viajar…»

Cocinando para tus amigos es como nació Kaori, ¿no?

Si, yo organizaba cenas en mi casa, invitaba amigos y siempre me decían: si hacés una viandita te compro. Empecé así, haciéndole viandas a mis amigos y me fui perfeccionando hasta que me di cuenta que podía ser un sustento. 

Vi que estuviste en Comité 357, en Ácido… ¿Dónde hiciste el primer popup?

No recuerdo, creo que en Fifí. Hice en Herbario también. En Ácido me acuerdo que en ese momento el dueño hacía algo relacionado con las abuelas y yo preparé algo en honor a mi abuela. También daba talleres de cocina. Creo que lo primero que hice en mi casa, con La Rosa Botánicos (una marca de cosmética), fueron unos encuentros de spa y comida: te hacías una limpieza facial con sus productos naturales y después un brunch. De eso hace 8 años. 

También hice un “banquete actoral”, una clase intensiva de 3 horas y después comimos. Después hice otro de escritura con otra chica, pero siempre con comida. Siento que es lindo compartir cualquier actividad con una comida.

¡Sos un montón de cosas!

Sí, siento que tengo muchos intereses. No me caso con nada; no es que digo “solo quiero ser actriz”. ¡Porque también es muy difícil! El mundo de la actuación y de la comida. Me gusta siempre tener algo. El año pasado estudié reflexología y digitopuntura. El día de mañana quizás me interesaría tener un estudio y atender. 

O sea que si yo te pregunto si tenés algún sueño concreto en la vida, ¿hay alguno? O es más: mi sueño es que la vida me vaya sorprendiendo.

Si, creo que es más eso. En un momento me preguntaban: ¿soñás con tu café propio? Y la verdad es que no sé. Es más un estilo de vida que un objetivo. Seguir pudiendo vivir de las cosas que me van gustando y que eso no me tome por completo. Alguna vez me quedé estresada cocinando hasta las 4 de la mañana y no, ese no es el estilo de vida que quiero. Poder manejar mis tiempos y tener espacio para viajar.

Estoy escribiendo una obra de teatro, una obra que quiero actuar y que tal vez sí es un sueño poder hacerla, no sé si este año o el que viene. Siento que es un re laburo; pero me gusta ser actriz creadora de lo que quiero hacer. Siempre somos intérpretes de las cosas que nos llegan y ahí estoy escribiendo un personaje que realmente quiero interpretar.

«Recién ahora digo; uy qué bueno este personaje que tiene una historia detrás, que es humana y le pasan cosas. Sino siempre era más un bolo, en un rol que digo: ya es 2024… Algo de este personaje lo celebro; que le pasen cosas, que se enamore, que se enoje, que se ponga celosa…»

¿Vivirías en otro lugar que no sea Buenos Aires?

Sabés que lo pensé en un momento y, capaz por temporadas sí, seis meses o un año. No sé si tengo un lugar en específico.  Cada vez que viajo vuelvo a Buenos Aires y digo: qué ciudad increíble. Por más que ahora estemos pasando por un momento coyuntural no tan bueno, siempre hay gente creando y haciendo sus cosas. 

¿Alguna obra de teatro que recomiendes que esté ahora en cartelera?

Ya todos la vieron pero Suavecita. Yo estoy en una obra de teatro que se llama “Los Miedos”, volvemos ahora en junio, y Cami Peralta que está en Suavecita, está en Los Miedos. Ella es espectacular. 

Los Miedos es una obra que nació en las clases de Nora y está dirigida en vivo. Queríamos transmitir la experiencia de esas clases, la hacemos hace seis años y cada vez que la vas a ver ves algo distinto. La música también es en vivo, las luces son en vivo. Está el director en escena manejando todo como si fuera una orquesta. Este año volvemos, no sabemos si al Konex o a una sala que se llama Santos.

¿Te gusta más el teatro o la tele?

Me gustan todos pero siento que en teatro puedo tener más oportunidades en cuanto a la diversidad de personajes que puedo hacer. No se casan tanto con un estereotipo. Al menos yo en Los Miedos hago de todo, está bien, es improvisada y es un delirio, pero de repente puedo ser una vieja chilena o un animal.

¿En la tele te sentiste muy estereotipada?

Y, más en tele que en cine, si. Recién ahora digo; uy qué bueno este personaje que tiene una historia detrás, que es humana y le pasan cosas. Sino siempre era más un bolo, en un rol que digo: ya es 2024… Algo de este personaje lo celebro; que le pasen cosas, que se enamore, que se enoje, que se ponga celosa. 

«Cada vez que viajo vuelvo a Buenos Aires y digo: qué ciudad increíble. Por más que ahora estemos pasando por un momento coyuntural no tan bueno, siempre hay gente creando y haciendo sus cosas…»

¿En qué sentís que te parecés a Mei, tu personaje de Envidiosa?

Cuando me plantearon el personaje me dijeron que era así como, no me acuerdo exacto el adjetivo, pero medio pispireta, dicharachera. Medio alegre y a la vez cómplice con él, creo que eso fue divertido y me sentía identificada. Y después en la segunda también me pasó que estaba enojada y mis amigas me decían “me encanta verte con cara de orto”. Había algo real, de cuando yo me enojo, que estaba ahí en el personaje. Y también justo ella está en el mundo de la cocina, en un momento se vuelven influencers gastronómicos y me divertía mucho.

¿Y cómo viviste la preparación del personaje?

Creo que fue mucho in situ. Yo tenía muchas ideas y estaba el guión pero llegabas y era otra cosa, estando ahí con quien me tocaba filmar se iba creando en el momento. Por suerte ahí nos daban espacio para desarmar un poco el guión. 

Y más con ustedes que pegaron onda, siento que si actuás con alguien y tenés buena onda es mucho más fácil que surja lo espontáneo. También creo que fue parte del éxito de la serie. 

Si, yo creo que se notaba entre nosotros dos y en todo el resto. El grupo de amigas que ves en la pantalla se cagaban de risa, son amigas por fuera. Estuvo muy bien la elección de todos los actores y actrices.