Maleva en París: «cuando no todo es tan idílico como lo imaginaba desde Buenos Aires»

Por más fanáticos de la capital francesa que podamos ser, la autora nos cuenta que no todo es color de rosa ni mucho menos: una burocracia mucho más tediosa que en Buenos Aires, frialdad y seriedad en la gente como regla, una ciudad pacífica pero también caótica/¿Por qué cuando vuelve a la Argentina Florencia sigue tratando a todos de «Usted»?

Hasta no tener mucha confianza (y no es fácil ganársela), los parisinos (a diferencia absoluta de los porteños) suelen ser muy distantes

Maleva en París: «cuando no todo es tan idílico como lo imaginaba desde Buenos Aires (hablemos también de burocracia y frialdad en la gente)». Por Florencia Siviero (@live.myparis) desde París para MALEVA.

Soy fanática de París desde que tengo uso de razón y desde mi vida porteña la imaginaba perfecta. Hoy, casi cuatro años después de haber tomado la decisión de mudarme desde Buenos Aires y, lejos del idilio inicial, sigo aprendiendo cosas sobre la cultura y la forma de ser de los parisinos y sobre todo: sigo tratando de adaptarme.

Es cierto que, sobre todo para alguien que viene de Argentina, puede llegar a haber un gran choque cultural. Estando en Buenos Aires, aunque muchas veces “te sientas como en París” debido a varias similitudes arquitectónicas y culturales, y a pesar de que sea la Belle Époque francesa lo que inspiró algunos de los rincones más emblemáticos de la ciudad y ciertas costumbres porteñas, el cambio fue todo un desafío.

Para mí, adaptarse implicó, en gran parte, comprender cómo relacionarse con los parisinos, porque si bien tenemos puntos en común y en apariencia podemos pensar que hay muchas semejanzas, somos realmente diferentes. Una de las primeras cosas que me llamó la atención fue que los parisinos, si no te conocen, suelen ser distantes; ni se te ocurra que te saluden con un beso. ¡Menos entre hombres! Acostumbrada a la amabilidad y confianza de los porteños, confieso que me costó bastante adaptarme a eso, y de hecho, es uno de los valores que más añoro.

En París, si unos amigos se reencuentran después de años a lo sumo se dan una palmadita en la espalda

«La amistad en sus formas es también diferente, y mucho. Mientras que nosotros nos fundimos en abrazos, al borde mismo del llanto, con amigos que no nos vemos hace casi una semana, los franceses pueden llegar a darse una palmadita en la espalda o el brazo por más que hayan pasado años sin verse…»

Otro aspecto que también me resultó radicalmente diferente es que los parisinos no suelen darte demasiada confianza al principio. Un argentino te abre las puertas de su casa desde el primer día, te invita a comer con su familia y hasta te anima a dormir en su casa si lo necesitás. Los habitantes de la Ciudad Luz, por lo general, con el tiempo recién te dan esa confianza: pero tenés que aprender a ganártela.

La amistad en sus formas es también diferente, y mucho. Mientras que nosotros nos fundimos en abrazos, al borde mismo del llanto, con amigos que no nos vemos hace casi una semana, los franceses pueden llegar a darse una palmadita en la espalda o el brazo por más que hayan pasado años sin verse.

Además, cuando intentás comunicarte por teléfono con alguien, olvidate de los audios de Whatsapp de 5 minutoslos parisinos los descartan de plano, suelen utilizar mensajes de texto o llamar directamente. La practicidad ante todo (aunque a nosotros podría parecernos muy cortante).

En las formas también somos muy diferentes, en cualquier situación siempre son muy correctos. También priman las diferencias; en cualquier situación, ellos siempre son muy correctos. “bonjour”, “S, il vous plait” (por favor) y “merci” no pueden faltar en sus fórmulas de cortesía. Acostumbrada a la informalidad y confianza porteña me costó asimilar esta nueva manera de relacionarme. Impensable, sobre todo en ámbitos formales, o profesionales tratar a alguien de vos. Me acostumbré tanto a dirigirme a la gente de manera formal que cada vez que vuelvo a Argentina trato a todo el mundo de usted y la gente se sorprende mucho de ese trato. Lo mismo sucede cuando a un francés sin conocerlo lo tratás de vos: puede llegar a tomarlo muy mal.

La capital francesa (y del estilo) también puede ser caótica y sobre todo, burocrática

«No es casualidad que la palabra burocracia haya nacido en Francia: el término que viene de la palabra bureau, que significa escritorio u oficina, y hace alusión a quien gobierna allí asentado. Absolutamente todo se maneja por correo postal. A diferencia de mi experiencia en Buenos Aires, donde todo se hace online, en Francia tenés que sí o sí hacer las gestiones administrativas por correo…»

Mi vida cotidiana también cambió muchísimo. Si bien hace poco descubrí que era una de las ciudades con más densidad del mundo, el día a día es más tranquilo que en Buenos Aires. Habituada al microcentro porteño y su ritmo frenético, desembarcar en París fue algo así como encontrar la calma. Por la mañana hay tiempo de tomarse un café en la vereda de algún bar, y no se ve casi gente con su café “take away” al estilo Nueva York. Durante las tardes, después de la oficina, siempre hay tiempo: o uno se lo hace y es casi obligatorio hacer una pausa para una copa (aunque ahora que lo pienso, eso siempre lo hacía en Buenos Aires, por lo menos una vez a la semana).

Otra modificación importante en mi rutina tiene que ver con lo gastronómico: es que en Argentina casi siempre cocinaba en casa, mientras que en París te tientan las terrazas y muchas veces terminás picando algunas cosas entre copa y copa y te olvidás de la cena. También tuve que acostumbrarme a los horarios de los restaurantes: a diferencia de Buenos Aires, donde tranquilamente podés encontrar una mesa a las 22 horas, en París (salvo contadas excepciones) no se te ocurra intentar esa aventura pasadas las 22 hs, porque, claramente, no te van a recibir.

En definitiva, adaptarse no solo implica habituarse a una nueva forma de relacionarse con la gente y la ciudad. Incluye asimismo aprender una nueva manera de respetar las reglas y la administración francesa. Contrariamente al imaginario popular, fui descubriendo poco a poco que París es, a la vez que pacífica, paradójicamente, una ciudad caótica, pero por sobre todo, burocrática. No es casualidad que la palabra burocracia haya nacido en Francia: el término que viene de la palabra bureau, que significa escritorio u oficina, y hace alusión a quien gobierna allí asentado.

Para concluir, no es privativo de París: en Francia todo, absolutamente todo, se maneja por correo postal. A diferencia de mi experiencia en Buenos Aires, donde todo se hace online, en Francia tenés que sí o sí hacer las gestiones administrativas por correo. Incluso hasta para tener una cuenta en el banco necesitás demostrar un contrato de alquiler a tu nombre, o que alguien que se comprometa a “prestarte” su dirección para poder registrarte. Y cada vez que tenés que hacer un trámite, es un proceso muy lento, hay que presentar infinidad de papeles.

Si bien en Argentina muchas veces idealizamos, en la vida en París no todo es color de rosas. Aún así, lo que más me fascina es que todos los días aprendo cosas de su cultura y gracias a los contrastes, aprendo a valorar e intento conservar los valores de mi amada cultura argentina.

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/// Fotos: son todas gentileza Unsplash (PH Steven Lasry, la destacada y Jan Mitchell Aviles)