Maleva en Mirazur: ¿cómo es comer en el mejor restaurante del mundo? ¡Bravo Mauro!

La experiencia de comer en el mejor restaurante del mundo (¡!) dirigido por el reconocido chef argentino ganador de tres estrellas Michelin, proclamado ahora el número uno / Una visita exclusiva a la ciudad mediterránea de Menton / La conversión de alimentos de la más alta calidad en obras de arte sublimes/Además: un paisaje que emociona

En el centro de la foto y de la escena de la gastronomía mundial / Foto: gentileza 50 Best 2019

Maleva en Mirazur: ¿cómo es comer en el mejor restaurante del mundo? ¡Bravo Mauro! / Por Agustina Devincenzi (desde Menton, Francia)

Enclavado en los Alpes Marítimos, allí donde el magnífico mar Mediterráneo y los rocosos valles se superponen, se alza Menton, un sitio que parece salido de un cuento: mitad francés, mitad italiano. Es que este pintoresco poblado, característico por sus coloridas casas que parecen formar un perfecto arcoíris, se halla en las cercanías de la frontera entre ambos países, a mitad de camino entre la ciudad italiana de Ventimiglia y el principado de Mónaco.

En los últimos años, el enclave cobró relevancia a nivel global. Hasta entonces, permanecía como el último reducto francés ubicado al este, con parajes casi inhóspitos, oculto a los ojos del turismo mundial, exceptuando a aquellos curiosos que, atraídos por su encanto, lo consideraban una parada obligatoria en su recorrido por la Costa Azul.

Foto: gentileza Mirazur – social media

«Poner un pie en Mirazur es parecido a entrar en trance por unas horas. Quienes tuvimos la oportunidad y el privilegio de acceder a este prestigioso refugio fuimos testigos de la suntuosidad que se vive allí. En el interior de sus armoniosas salas, de impoluta blancura y decoración minimalista, reina una parsimonia que realza la elegancia y la sofisticación de los espacios…»

Hoy, la localidad es sinónimo de Mauro Colagreco, el argentino que en enero pasado se convirtió en el primer extranjero en conseguir tres estrellas Michelin en Francia, y de su exclusivo restaurante Mirazur, que acaba de ser considerado el mejor del mundo por el ranking The World’s 50 Best Restaurants (nota de MALEVA: dejes de leer las entrevistas que le hicimos a Colagreco y notas sobre su trayectoria en este link: https://malevamag.com/?s=colagreco )

En un peñasco en el que solía funcionar un establecimiento gastronómico que había cerrado con una mala reputación, el célebre chef que se crió y creció en La Plata encontró en 2006 el lugar para dar rienda suelta a su sueño, desplegando todo su potencial y su creatividad. Luego de acumular un sinfín de horas entre ollas y sartenes parisinas, se la jugó. Apostó, como ya lo había hecho varias veces en su vida, por aquello que tanto quería hacer. Escuchó su instinto y no permitió que nada se interpusiera en la concreción de su deseo. La suerte que acompaña a los que trabajan duro, se esfuerzan y luchan por superarse día a día no lo defraudó. El reconocimiento no tardó en llegar: tan solo seis meses después de la apertura de su afamado restaurante, recibió el premio Revelación del año, y en menos de doce meses obtuvo su primera estrella Michelin. Un adelanto del éxito que llegaría más tarde y lo posicionaría en lo más alto de la cumbre culinaria.

«Una entrada consistente en… canapés de caviar, remolacha y pétalos de flores…pollo y una guarnición de reducción de vegetales; un helado que se deshace al entrar en contacto con la boca y una mousse de menta y pistacho servida en un cuenco comestible a base de cacao y canela son algunas de las delicatessen que esta cronista pudo saborear…»

“La comida que hemos degustado de chicos en nuestros hogares, preparada por nuestras abuelas y madres, no es la misma a la de hoy. Ya no comemos en casa a menudo. Mirazur tiene la responsabilidad de expresar este amor a sus invitados, a la naturaleza y al planeta”, señaló el aclamado cocinero frente a un selecto auditorio en la gala de premiación, que se llevó adelante hace unas horas en Singapur.

Esa calidez de la que habla Mauro es la misma con la que recibe a sus invitados en aquel acantilado semi abandonado, en las periferias del centro y lejos de la concurrencia masiva de público, que se convirtió en su universo. A unos metros de ahí, estableció su hogar, apropiándose del entorno y haciéndolo suyo. El platense nos da la bienvenida a cada uno de los comensales que lo visitamos como si nos conociera desde siempre y con una ternura pocas veces vista. Sus allegados aseguran que, pese a los logros alcanzados, nunca renunció a sus raíces: a más de una década de radicarse en Francia, conserva intacta su esencia, esa que forjó durante su infancia y su juventud en la ciudad de la Plata mientras jugaba al rugby, estudiaba y se formaba junto con los mejores profesionales.

«Las preparaciones tienden a ser 100% naturales. Además de abastecerse de alimentos de mercados vecinos y productores regionales, Mirazur posee su propia huerta en medio de un jardín casi tropical que rodea a la construcción. En él, conviven hierbas aromáticas, olivas, cítricos perfumados y flores silvestres, entre otros cultivos, que luego terminan en la mesa…»

Poner un pie en Mirazur es parecido a entrar en trance por unas horas. Quienes tuvimos la oportunidad y el privilegio de acceder a este prestigioso refugio fuimos testigos de la suntuosidad que se vive allí. En el interior de sus armoniosas salas, de impoluta blancura y decoración minimalista, reina una parsimonia que realza la elegancia y la sofisticación de los espacios, cuyos ventanales ofrecen vistas inigualables de la turquesa Riviera Francesa.

Hasta el más mínimo detalle se encuentra en sintonía con la excelencia gastronómica, esa que Mauro supo conseguir tras años de exploración, dedicación y esfuerzo, acompañado por un equipo interdisciplinario de especialistas, compuesto por diversas nacionalidades.
Inspirada en distintas tradiciones e identidades, la cocina es una alquimia de sabores y saberes diferentes. Su estilo multicultural, ausente de fronteras y ligado al terruño, se expresa en las mágicas elaboraciones que, en línea con la diversidad del pueblo que las contiene, dan lugar a un mestizaje gustativo. El microclima modela la carta, que nunca es igual y varía según la estación y la disponibilidad de los productos de la zona. El resultado: platos efímeros, completamente personalizados, verdaderas obras de arte que replican la historia de quienes las originan, maestros artesanos que moldean con sus manos creaciones sublimes.

“La comida que hemos degustado de chicos en nuestros hogares, preparada por nuestras abuelas y madres, no es la misma a la de hoy. Ya no comemos en casa a menudo. Mirazur tiene la responsabilidad de expresar este amor a sus invitados, a la naturaleza y al planeta”, señaló Mauro Colagreco durante su premiación…»

El mar y sus vaivenes, las costas que baña, las tierras que surca y la exuberante vegetación que crece en las laderas de las montañas interactúan entre sí y crean una experiencia multisensorial que sumerge al foráneo en una oda al placer y lo embarcan en una travesía al interior de las sensaciones más profundas. Una explosión de aromas, colores y sabores se conjugan en combinaciones inéditas que, al igual que la estética del lugar, se presentan en porciones delicadas y supremas.

Una entrada consistente en cañas de plantas simil grisines con semillas de amapola y envueltas con fiambre; canapés de caviar, remolacha y pétalos de flores; bocaditos de zanahorias con arándanos y semillas de sésamo; pollo y una guarnición de reducción de vegetales; un helado que se deshace al entrar en contacto con la boca y una mousse de menta y pistacho servida en un cuenco comestible a base de cacao y canela son algunas de las delicatessen que esta cronista pudo saborear en el transcurso de un almuerzo en un soleado y caluroso mediodía de junio.

«El mar y sus vaivenes, las costas que baña, las tierras que surca y la exuberante vegetación que crece en las laderas de las montañas interactúan entre sí y crean una experiencia multisensorial que sumerge al foráneo en una oda al placer…»

Las preparaciones tienden a ser 100% naturales. Además de abastecerse de alimentos de mercados vecinos y productores regionales, Mirazur posee su propia huerta en medio de un jardín casi tropical que rodea a la construcción. En él, conviven hierbas aromáticas, olivas, cítricos perfumados y flores silvestres, entre otros cultivos, que luego terminan en la mesa.

Hemos llegado aquí gracias a un arduo trabajo y porque perseguimos un sueño”, recalcó Mauro en la ceremonia. Mientras por estas horas su nombre es uno de los más pronunciados en la faz de la Tierra, el multipremiado argentino enarbola la bandera celeste y blanco y, hoy más que nunca, sigue siendo un ejemplo de perseverancia y una fuente de inspiración para quienes no se dan por vencidos.

Foto destacada: gentileza 50 Best y Mirazur. Otras fotos: Agus Devincenzi.