Luna Paiva: la mujer dorada, entrevista en cuarentena / Tercera entrega de «El arte sana»

Tercera entrega de #ElArteSana: ciclo de entrevistas a artistas durante la locura y confinamiento del Coronavirus / Charla desde su aislamiento en España/¿Por qué asegura que – curiosamente -, sin tanta presión ni público ni dead lines, este se volvió un inédito momento de libertad para crear arte?/Además: sus últimas obras, el momento imprevisible de la inspiración y la confesión de que le va a costar adaptarse al des-confinamiento

 

Luna Paiva: la mujer dorada – Entrevista en cuarentena. Por Azul Zorraquin. Fotos: son gentileza de Luna Paiva, Clara Cullen y Kris Tamburello.

Luna Paiva es una artista multifacética – directora de cine, escultora, escenógrafa, pintora – y todo lo que toca, se convierte en oro; tiñe con aires de nobleza hasta una silla de plástico “bastarda”. Una apasionada de la fundición y la naturaleza, Luna es tímida y reservada, pero sus obras viajaron a las ferias de arte más importantes del mundo, como Basel y Arco. Le interesa la idea de encarar proyectos “sin pretensiones”. La cuarentena le permitió explorar el dibujo como disciplina, y la cerámica de grès; tiene una muestra online en vista y, paradójicamente, dice que le va a costar volver al des-confinamiento. 

Te mudaste a España, ¿dónde estás trabajando?

Sí, me mudé a Barcelona. Me vine porque tenía proyectos acá, y de repente me pareció una buena oportunidad para volver a vivir en Europa. Nací en Francia, y siempre viví entre París y Buenos Aires; estoy acostumbrada a estos ciclos donde paso un tiempo de cada lado. Conseguí un taller que está en las afueras de Barcelona, en una zona que se llama Baix Empordà. Durante el confinamiento me vine a esta zona, y tuve que adaptar mi trabajo al contexto y a las circunstancias.

¿Fue difícil?

Al principio sí, me costó encontrar un espacio, un ritmo y una motivación. Cuando dejé de exigirme, es cuando logré ponerme a dibujar y a medida que pasaban las semanas empecé a pensar que el dibujo podía transformarse en una obra y dejar de ser un boceto para una escultura.

El encierro te ayudó a descubrir esta nueva veta.

Claro, en esa encrucijada encontré un desafío que me fue empujando y estructurando los días. Los dibujos se repetían y acumulaban con rumbos diversos y adversos, y después de dos meses encontré un lenguaje propio que nunca hubiese logrado sin este tiempo suspendido. Aparte, muchos proyectos se pospusieron o anularon directamente. Y la incertidumbre, que fue lo que me paralizó al principio, terminó generando un vacío que me dio tiempo para explorar.

¿Cuáles son los proyectos que se suspendieron?

Me habían pedido una escultura para un espacio público en una ciudad en Estados Unidos. La idea era hacer una pieza totalmente nueva, site-specific. Y no pude ni siquiera viajar. También tenía otro proyecto muy preliminar en Las Vegas, una intervención muy interesante, y eso se frenó totalmente. Y por último una muestra de mujeres en Eggcollective, en NYC, que se pospuso.

¿Y algún proyecto que haya nacido durante la cuarentena?

Muchísimos; personales, puertas adentro, y no en relación a instituciones. Me puse a dibujar, como te digo. Nunca le había dado la oportunidad de ser algo más que un simple vehículo hacia la escultura. Estoy contenta y puedo convivir con lo que hice, que es esencial. No hay feedback, no hay público, no hay marco institucional, no hay deadline, no hay nada que ganar y menos que perder: libertad total. 

¿Alguna muestra en mente, real o virtual? 

Ahora incursioné en el mundo del grès, en un taller de cerámica donde me prestan un espacio para trabajar. Y ahí, hablando con quien me presta el taller, le decía, “no quiero hacer nada que esté relacionado con el arte. No quiero creer que estoy haciendo una obra. Quiero hacer platos, vasos, y todo a mano, ni siquiera con torno, y que quede marcado el trazo de mis dedos.” Y partiendo de ahí, no paré de hacer piezas. Sin darte cuenta aparecen formas interesantes, aún haciendo una ensaladera, y se te ocurren ideas (se ríe). Cuando haces cosas sin ninguna pretensión ni objetivo, es probable que lleguen a buen puerto. Y así fue como un amigo, que tiene una galería en esta zona, me dijo que quería organizar una muestra online sobre artistas que hacen objetos de uso cotidiano. 

Es interesante el hecho de cambiar el punto de partida…

Sí, lo que yo estaba haciendo por puro placer y casi de manera terapéutica, se transformó naturalmente en una posibilidad de hacer un proyecto y de hacer cosas que puedan usarse, como hice con las sillas de bronce.

«Estoy contenta y puedo convivir con lo que hice, que es esencial. No hay feedback, no hay público, no hay marco institucional, no hay deadline, no hay nada que ganar y menos que perder: libertad total…»

¿Las sillas son la pieza propia que más te representa? 

Lo que me gusta de las sillas es haber agarrado un objeto que está totalmente despreciado, y que en realidad es uno de los objetos más democráticos del diseño, porque lo encontrás en todas las partes del mundo y en todas las clases sociales. Desde la terraza de un edificio a un club social, un bar o un jardín, en cualquier continente, país, ciudad o pueblo. Me gustaba que fuera un objeto que uniera todas las culturas, las clases, y que en algún punto fuera un objeto bastardo.

Trabajás mucho con el bronce y el color dorado, ¿qué es lo que más te atrae de él?

Es casi como un poco de humor. Hablando de las sillas, es como darle letras de nobleza a un objeto sin valor. La silla mas barata del mercado, la mas democrática y la más accesible se transforma en un material más noble y en un objeto de deseo.

¿Es siempre la misma silla? 

No, ahora por ejemplo, en el pueblo donde estoy viviendo, también agarré una silla típica de los campesinos de la zona; es la silla que siempre estuvo en mi casa, desde que nací. La hice en bronce y la presenté este año en ARCO (Madrid); sin intenciones, simplemente porque me parece una silla extraordinaria por lo simple y lo útil.

La obra que presentaste en Basel “A Matter of Time” parece un poco premonitoria, porque hoy en día nuestra casa se vuelve el afuera y esas paredes, de alguna manera, también se disolvieron y se corrieron los límites temporales. Contame cómo la pensaste.

Sí, tal cual. Lo que me costó mucho en ese momento fue saber qué hacer en ese contexto de la playa, porque es como una competencia con la naturaleza, que es desleal; la naturaleza obviamente es mucho más poderosa. Quise generar un hábitat surrealista, con elementos post-apocalípticos; los vestigios de una casa, el fuego, las sillas, las suculentas que no necesitan riego… Me gustaba también el hecho de que la gente pudiera interactuar con la obra y habitarla.  

«Me acostumbré tanto al confinamiento que te diría que me va a costar adaptarme. Me acostumbré a no ver a gente, y a trabajar largas horas sin distracciones. Me encantaría ir a Egipto, y llevar a mi hijo a Grecia, porque le fascina la mitología griega. El momento de inspiración e ideas es imprevisible. Hay un momento en donde todo se alinea: las imágenes que fuiste acumulando en tu cabeza, fotos que se repiten, temas que aparecen y se imponen…»

¿Cómo graficarías lo que estamos viviendo hoy?

Toda esta situación obviamente te hace replantearte el valor del arte, o cuál es el sentido que le querés dar a tu obra, o sobretodo ¿qué podés aportar con tu obra?

Tenés un nombre muy característico, ¿creés que influyó en tu personalidad y en tu arte? 

(Se ríe). Siempre me gustó cuando me preguntaban, decir que me llamaba Luna. Después se convirtió en un nombre más común y también me gustaba que hubiera más personas que se llamaran así; compartir ese nombre con otras personas. No sé si me influyó, sería un poco pretencioso decir que sí, tiene demasiados significados. Ojalá.

¿Los viajes te inspiran? ¿A dónde irías cuando abran las fronteras?

Es tan difícil imaginárselo ahora, me acostumbré tanto al confinamiento que te diría que me va a costar adaptarme. Me acostumbré a no ver a gente, y a trabajar largas horas sin distracciones. Me encantaría ir a Egipto, y llevar a mi hijo a Grecia, porque le fascina la mitología griega. El momento de inspiración e ideas es imprevisible. Hay un momento en donde todo se alinea: las imágenes que fuiste acumulando en tu cabeza, fotos que se repiten, temas que aparecen y se imponen. Después las ideas se van definiendo y caen por su propio peso.

Fotos: son todas gentileza de Luna Paiva