“Soñar el agua” es la retrospectiva más completa de la artista chilena de 75 años/Doscientas obras de múltiples formatos: pinturas, collages, serigrafías, videos e instalaciones multimedia/Su vida y obra, atravesadas por sus luchas/ La dictadura de Pinochet, la lógica patriarcal, el exterminio de la cultura aborigen y un mundo camino al desierto, como temáticas que se repiten.
Después de años de recibir cuestionamientos, hoy es reconocida a nivel mundial, ganadora del León de Oro en la última bienal de Venecia.
Entre la poesía y la rebeldía: seis ideas poderosas que atraviesan la muestra de la artista chilena Cecilia Vicuña en el MALBA. Por Lenchu Rodríguez Traverso.
“Esa es mi vida: hacer distintas dimensiones de lo invisible momentáneamente visibles”. Con esta frase, Cecilia Vicuña cortó el lazo inaugural de su exposición más completa hasta la fecha, “Soñar el agua, una retrospectiva del futuro”, que abrió sus puertas hace apenas unos días en el nivel 2 del MALBA.
Sesenta años de producción fueron condensados en más de 200 obras que se presentan en los formatos más diversos: desde pinturas y dibujos hasta instalaciones multisensoriales. Esta variedad condice con la esencia multifacética de la chilena, que a sus 75 años es artista visual, poeta y activista. “Es una exhibición de poesía – en forma de dibujo, collages, etc. -: la poesía es el corazón de la obra de Cecilia”, expresó el curador, Miguel López. Después de años de ser cuestionado, hoy su arte no solo es comprendido sino reconocido a nivel mundial, ganando el premio al León de Oro en la última bienal de Venecia.
El golpe militar, la violencia de la dictadura, la contaminación, la exterminación de las comunidades indígenas y la lógica patriarcal: su arte está completamente atravesado por sus luchas. El deseo de transformación social es la llama que mantuvo encendido su espíritu y alimentó su obra. Poderosa, la muestra atraviesa a todo espectador de alguna forma, que se siente parte (o al menos logra involucrarse emocionalmente) con alguna de las ideas que defiende. Con MALEVA estuvimos presentes en el recorrido inaugural, y tomamos seis ideas que se repiten continuamente en su arte.
“Es una exhibición de poesía – en forma de dibujo, collages, etc. -: la poesía es el corazón de la obra de Cecilia”, expresó el curador, Miguel López. Después de años de ser cuestionado, hoy su arte no solo es comprendido sino reconocido a nivel mundial, ganando el premio al León de Oro en la última bienal de Venecia…»
1) Incansable contra las dictaduras represivas en Latinoamérica.
En la vida de Cecilia (y la de muchos) el golpe militar de Pinochet en 1973 marcó un antes y un después. “La muerte de Allende” es la obra que recibe al espectador que recién entra a la sala, como una forma de hacer hincapié en la recurrencia de esta temática a lo largo de su obra y, a su vez, para subrayar los 50 años que se cumplen desde ese acontecimiento.
“La Ruca Abstracta” es una de las instalaciones más llamativas del salón. En ella construye de manera rústica una casilla espiritual “para preservar el pensamiento de Allende”, y a su vez pinta al presidente socialista sin ojos, para invitarnos a ver a través de su mirada. Es una recreación de la obra que presentó en Londres, junto a la organización que fundó llamada “Artistas por la Democracia”, en beneficio de la lucha chilena, para restaurar la democracia.
En los distintos períodos de su vida – organizados en los diversos salones – siempre hay alusión a esta lucha, que fue la que la terminó exiliando de su país natal y llevándola por Londres, Colombia y Nueva York. El árbol de manos: un monumento a la solidaridad, como forma de fortalecer la lucha contra la dictadura. Una pintura de Ho Chi Minh, como expresión de su oposición frente a la guerra de Vietnam. Y las “Palabrarmas”, un salón entero dedicado a este descubrimiento: el lenguaje es la única arma permitida, una herramienta con fuerte capacidad transformadora. Y las palabras, a su vez, se abren para revelar metáforas escondidas en su interior, como adivinanzas.
Palabra: pala que abre. Solidaridad: un sol que da, infinitamente. Mentira: hacer trizas la mente. Así comenzó a producir dibujos, collages, banderas e incluso antifaces que sacó a las calles, para generar conciencia de cómo las palabras dan forma (tanto positiva como negativamente) a nuestra forma de ver el mundo.
2) El deseo constante de quebrar la lógica patriarcal.
Hay un cuadro frente al que uno podría quedarse horas. Un cuadro que tiene dentro decenas de situaciones donde ilustra, como una cápsula del tiempo, momentos importantes de transformación personal y social en sus primeros tiempos, por los años 60. Varios de ellos – su primera menstruación o dos mujeres en un acto sexual, por ejemplo- reclaman la liberación de la sexualidad y el género femenino a la vez que exponen la violencia ejercida de diversas maneras sobre el cuerpo de la mujer.
Recorriendo notamos rápidamente que la mayoría de las protagonistas de sus obras son mujeres. Y muchas de estas mujeres (incluso los autorretratos) están desnudas. Es que el erotismo también fue una constante en su trabajo, como una forma de poesía y otra manera de desafiar el control patriarcal y las normas culturales. Gran parte de su obra en ese momento fue ignorada e incluso ridiculizada. Por sus representaciones demasiado literales, la consideraban amateur o vulgar – sumado a que ella no estudió arte sino que aprendió en el hacer – pero la complejidad y entramado profundo se pudo apreciar años más tarde.
3) La tribu no: exigiendo la no productividad.
En la primera parte de la muestra se reúne la colección más temprana de Cecilia, con mucho contenido inédito. Y ahí nos encontramos con el “no manifiesto”, un documento que escribió en 1967 y que dio origen a la “tribu no”: un grupo de jóvenes artistas y poetas que, como ella, se oponían a las fuerzas conservadoras de Chile. Cada miembro, tenía un “no carnet” de identificación y juntos reclamaban constantemente, en medio de una sociedad con lógica utilitaria y pragmática, el ocio. Lo hacían a través de acciones espontáneas como bailar desnudos, pintar, tejer, jugar y escribir obras infantiles para la televisión.
4) Una conciencia temprana: es imperativo defender el medio ambiente.
Desde muy joven, Cecilia tuvo una conciencia muy clara. No solo de las injusticias sociales que ocurrían en distintas partes del mundo – como la guerra de Vietnam, por ejemplo, a la que hace alusión en un par de obras – sino también de los efectos de la contaminación y la destrucción del planeta por parte del ser humano.
El bosque se repite en varias de sus pinturas, como una referencia a su compromiso con hacer brotar la naturaleza frente al proceso de desertificación. Incluso el nombre de la muestra – “Soñar el agua: sin humedad no hay humanidad” – nos invita a replantearnos y transformar nuestra relación con la tierra.
En “La Ruca Abstracta”, construye la casilla de manera muy rústica, con cañas de bambú y ramas de plantas. Adentro, colocó una serie de objetos precarios, que encontró tirados por Londres cómo una manera de hacer arte sin infringir violencia sobre el territorio y honrar el equilibrio de la naturaleza.
5) Abrazando (con arte y permanencia) la causa indígena.
Otro de los pilares y grandes luchas de su vida fue por la autodeterminación de las comunidades indígenas. Desde chica se expuso a formas de literatura y pintura autóctonas, que no eran reconocidas por la cultura occidental. Como los quipus: un sistema complejo para registrar información a partir de nudos en fibras precolombinas. La chilena lo recuperó y hoy se lo presenta al futuro.
“Quipu Desaparecido” es la obra más inmersiva que cierra la muestra y se encuentra en un salón especial. Se trata de una obra multimedia, con proyecciones, sonidos y cantos que acompañan a los quipus que cuelgan del techo en el centro del salón. En este espacio, la artista busca aludir a los secuestros y desaparecidos durante las dictaduras militares, así también como la eliminación del quipu y de otras tradiciones indígenas. Es una experiencia que invita a recorrer, escuchar y sentir.
6) La poesía de y para todos.
Como ya mencioné, la poesía es parte intrínseca de la vida y obra de Cecilia Vicuña. Y no solo la poesía escrita sino en todos sus formatos: pinturas, dibujos, serigrafías, collages, videos, fotografías, instalaciones, libros y más. Es más, muchas de sus pinturas están acompañadas de páginas mecanografiadas que contienen una narrativa poética de su obra. Pero no son simples descripciones de estas, sino que se entrelazan con la obra visual. Para la artista, la pintura es una continuidad de la poesía y viceversa.
En un pequeño salón separado, una gran pantalla reproduce un documental que realizó en Bogotá en los años 80. En él, Cecilia se acerca a distintos espacios – salsódromos, prostíbulos, talleres mecánicos, parques – para preguntarle a las personas qué es la poesía para ellos. Su objetivo fue reclamar la poesía cercana, la poesía como la voz de las personas comunes y corrientes y no esa práctica exclusiva a la que accedían unos pocos en la universidad o en libros caros.
En su paso por Colombia – que fue muy fructífero a nivel producción de arte -, expuso gran cantidad de sus obras en las calles para entregarle el arte a la gente común. Para Cecilia, el arte pertenece a todo el mundo.
La exposición de Cecilia Vicuña se podrá visitar hasta el 26 de febrero, en los niveles 2 y -1 del MALBA (Av. Figueroa Alcorta 3415).
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Las fotos: son todas gentileza de prensa del MALBA.