La Paternal: una nueva isla de artistas en la ciudad

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En La Paternal, los artistas trabajan en espacios colectivos

LA PATERNAL: UNA NUEVA ISLA DE ARTISTAS EN LA CIUDAD / POR MARÍA PAZ MOLTEDO. 

Suelen definir como «La Isla» al triángulo de Paternal que está delimitado por el cementerio de Chacarita y Agronomía. Una zona fabril, con casas bajas y muchas fábricas y galpones, algunos activos, otros abandonados. Nadie imaginaría que detrás de esas fachadas grisáceas o descoloridas, existe una explosión artística en constante ebullición: hay casi treinta espacios y talleres de arte en donde artistas con diferentes trayectorias, estilos y búsquedas, comparten cierto tipo de sentimiento o espíritu de comunidad; por alguna misteriosa o magnética razón todos ellos sintieron atracción por habitar este territorio aislado y al mismo tiempo súper conectado con la ciudad. En estos lugares exploran su obra, la hacen crecer, y deciden cada tres meses abrir sus puertas para compartir su obra y sus procesos, en una celebración orgánica, de esas en la que nada está previsto y todo puede pasar, llamada «La Gran Paternal».
En esta tercera edición participaron a fines de septiembre más de 27 talleres de arte distribuidos a lo largo de treinta cuadras, abiertos desde las cuatro de la tarde hasta el cierre, con diferentes performances, muestras, obras, procesos abiertos, música en vivo y distintas exploraciones artísticas, unidas por un sentimiento común: el de derribar el ego del artista, su individualidad y el aislamiento de la obra exhibida en una galería de arte, en pos de generar una conexión más real, visceral y profunda entre el artista y el espectador: los límites se borran, y tanto la vecina de Paternal como el coleccionista de arte pueden encontrarse en cualquiera de estos espacios y compartir el arte desde sus diferentes percepciones.

«Suelen definir como «La Isla» al triángulo de Paternal que está delimitado por el cementerio de Chacarita y Agronomía. Una zona fabril, con casas bajas y muchas fábricas y galpones, algunos activos, otros abandonados. Nadie imaginaría que detrás de esas fachadas grisáceas o descoloridas, existe una explosión artística en constante ebullición: hay casi treinta espacios y talleres de arte.»

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Lo único que necesitás para transitar este evento es un mapa estilo tablero de Juego «TEG», que te entregan en cada taller, y te indica todos los lugares en donde podés encontrar arte; vos lo transitás y vas «conquistando» a tu gusto los diferentes talleres y espacios. O de forma más intuitiva: caminás por las distintas calles y de repente, ves un grupito de gente en la entrada de una fábrica, o una casa vieja con un cartel gigante que clama: «Digan la verdad». Ese por ejemplo, cubre la fachada de ligustrina de la casona en la que existe Botón Rojo, uno de los talleres, creado por Gonzalo Maggi. Atocha, Casa deLito, Crómatico Arte, Espacio Andes, Estudio Pedro Wainer, Gisella Lifchitz, La Bolivia Díaz, La Paternal Espacio Proyecto, Laura Della Fonte – Artes Visuales, Maturín, Microtaller Hogareño, Objeto Moradillo – Casa Taller, Paz Soldán, Seguí, Taller Adrián Bojko, Taller Agustina Nuñez, Taller Diana Dreyfus, Taller Diego Bianchi, Taller de Mariana Luz Ticheli, Taller Yeruá, Taller de Artes Visuales Betina Sor, Taller de Bettina Bauer, Taller de Obra Gráfica Andrea Moccio, Villa Z y Vivo-Dito Studio, completan el espectro de espacios artísticos de este territorio. A continuación, una recorrida por tres talleres en los que pasa de todo:

1) TALLER YERUÁ: UN UNIVERSO DE ARTISTAS QUE COMPARTEN SUS EXPERIENCIAS E INSPIRACIÓN / TRES PISOS DE UN GALPÓN DE PURO ARTE QUE ERA UNA VIEJA FÁBRICA DE ZAPATOS

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Celina Baldasarre y Hernán Salamanco supieron ver el potencial de esta fábrica de zapatos abandonada. Entrás por un pasillo ínfimo y de repente te encontrás con la inmensidad de un galpón de tres pisos, con techos altísimos y diferentes ambientes habitados por artistas con distintas búsquedas y estéticas: Irina Rosenfeldt, Juan Sorrentino, Hernán Torres, Sergio Bosco, Valentina Ansaldi, Vicky Lamas, Joaquín Burgariotti, Florencia Rothschild, Silvana Muscio, Celina Eslava, Mariano Prestach, Brian Hermosí, María Elisa Luna y Paula Bernardou.
Celina Baldaserre es arquitecta y productora cultural, Hernán Salamanco es artista; ambos detectaron una necesidad cada vez más frecuente de sus colegas de encontrar un lugar para producir su arte pero al mismo tiempo intercambiar experiencias, compartir e inspirarse grupalmente. Y así convirtieron la fábrica en el espacio que habita «la familia yeruense» – así se autodefinen los que tienen su taller en Yeruá-. Mientras en una pared brillan los cuadros de colores flúo de Valentina Ansaldi, en otro espacio flamean las fotos de escenas naturales del Delta, intervenidas en postproducción con acetatos y filtros, realizadas por la fotógrafa Silvina Muscio; entre tubos gigantes de colores creados por otro artista, se filtra la obra sonora del artista Juan Sorrentino, que juega con sonidos de derrumbe y ecos de voces que no están ahí.
En esta ocasión invitaron para el evento a 17 artistas más, que jugaron con las obras del «plantel permanente»; Verónica Romano, como artista invitada se inspiró en el concepto del Taller, a partir de un texto de Manuel Mujica Lainez, sobre un espacio artístico en el que exponían pintores ingenuos. Ella decidió inspirarse en esta pintura ingenua en la que todo era posible, y generó una obra definida por ella como «un blackmirror volando; tiene que ver con esos links medio imposibles entre formas, que organizan distintos relatos a los que cada uno puede darle el significado que quiera».

2) PAZ SOLDÁN: UN ESPACIO IMPONENTE DONDE LOS ARTISTAS GENERAN REDES / PAZ SOLDÁN 4950

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Tras el éxito de Yeruá, un vecino dueño de una metalúrgica le propuso a Celina Baldaserre que alquile la fábrica para convertirla en taller de arte. Y eso sucedió junto a Ornella Pocetti, artista y co-creadora de este espacio gigantesco e imponente, con un patio delantero infinito, que termina con la entrada al taller, un galpón vidriado que deja ver e invita a conocer la obra y el trabajo diario de diferentes artistas: Bárbara De Iellis, Catalina White, Mili Poy, Sebastián Palmadessa, Lucía Harari, Lilith Pereira, Mercedes Rabovich, Marina Liz, Olga Tropic, Matías Quintana, Alejandro Bruni, Lucas Miguens, Juan Pinkus, Nicolás Ozuna, Gonzalo Sbaglia, Daiana Tarica, Cristina Portela y Viento Dorado.
«La idea del lugar es un poco generar redes, trabajar en conjunto, potenciarse, en vez de trabajar en el aislamiento de tu casa», cuenta Ornella. Ella también expone sus obras y tiene su taller en este espacio donde de repente, te encontrás con una máscara de búho corpórea gigante, modelada por Meme Rabovich, realizadora escenográfica y maquetista que expone sus obras, trabaja y da clases de maquetería en uno de los ambientes. Caminás un poco más y aparece «el jardín de pinturas» creado por Lucia Harari, y prototipos de los vestuarios que armaron las vestuaristas de Fuerza Bruta para su actuación en los Juegos Olímpicos de la Juventud. También podés encontrarte con esculturas de madera y hierro, una instalación de video y pinturas que te transportan a universos mágicos.

3) LA BOLIVIA DÍAZ: UNA CASA DE DOS PISOS QUE AHORA SE CONVIRTIÓ EN TODA UNA CASONA TALLER / CESAR DÍAZ 2596

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Fue la «casa de soltero» del artista Juan Giribaldi y desde hace un par de años, cuando se casó y se fue, se convirtió en una casona taller en donde crean sus obras y conviven él, Ana Willimburgh, Leo Ocello, Estrella Estevez, Carlos Baragli y Denise Carner Lorenzo. «Queríamos salir del ostracismo del artista, que está ahí, solo en su taller, con sus mambos, y empezamos a compartir ese momento de placer, creatividad y convivencia. Nos organizamos, pero de manera caótica, porque nos gusta ver qué pasa a partir del azar», cuenta Juan.
En esta casa de dos pisos, que bien podría ser de una señora del barrio, podés encontrarte con diferentes obras que de algún modo representan este espíritu azaroso, esta sorpresa constante. En esta edición de La Gran Paternal, hubo todo tipo de performances, como la del artista Guido Ignatti, que juega con el manejo de los cuerpos sobre la obra, y en esta ocasión creó «La Pira», una performance en la que dos hombres se movían orgánicamente sobre unos cuadros y una escultura. También Gala Berger, generó en la terraza el «Ministerio de Cultura», que invitaba al público a bailar sobre un ministerio literal, a partir de ciertas instrucciones, con una música muy particular. El domingo a la noche, cerraron el evento con una choriceada a la que asistieron desde vecinos del barrio, hasta amigos y otros artistas. «Esas son las cosas que estamos tratando de que pasen, cosas que no estén tan estipuladas», afirma Giribaldi.