INSTRUCCIONES PARA UN DÍA ANALÓGICO PERFECTO

Un día sin Internet es un verdadero recreo para la cabeza y para el cuerpo

 

Instrucciones para un día analógico perfecto. PorValentina Ruderman. Fotos: Paula Eleod.

Amamos Internet como Romeo a Julieta, pero creemos que un recreo, bien diseñado, sin teléfonos, ni cables puede hacer que veamos cosas de la ciudad que pasan desapercibidas si tenemos los auriculares puestos y los ojos en las pantallas. Un día para escuchar, ver y probar, sin mendigar claves de WiFi, o volver a hacer eso que hacíamos cuando Apple era solo el nombre del sello de los Beatles.
Primero, la definición: lo analógico es lo mecánico, que no requiere de señales digitales de ningún tipo. O sea, todo lo que sí se puede usar en el avión cuando despega y aterriza. (libros y… libros). Hoy vivimos conectados, salvo cuando el teléfono se queda sin batería y no hay enchufe cerca.
Segundo, la hipótesis: nos encanta Internet y todos los aparatos que funcionan por y para ella, pero creemos que puede ser encantador pasar un día desconectados. No en una isla del Tigre a dos horas del puerto, sino en el medio de la ciudad.
Tercero, los argumentos: 

ENTRAÑABLE E IN-INSTAGRAMEABLE CAFÉ CON LECHE Y TRES MEDIALUNAS

Más que “la comida más importante del día”, el desayuno es la escena que iguala a la humanidad más que cualquier otro momento del día. El café vendrá con la espuma cada vez más fotogénica, pero el ritual sigue siendo el mismo que era hace 10, 30 y 80 años. Los que cambiaron fueron algunos hábitos que lo rodean y podemos evitar, al menos como ejercicio.
 

En un día analógico, se redescubren los increíbles «paisajes» porteños

 

«Este día analógico puede empezar en el entrañable Bar Británico de San Telmo, mirando Parque Lezama y charlando con los mozos sobre quiénes se tomaron el mismo café que vos, probablemente en la misma mesa (Ernesto Sábato, Francis Ford Coppola y Luca Prodan, quien seguro optó por ginebra). Eso sí: el Ipad, en casa.»

Para empezar, volvamos a que lo primero que pronunciamos cuando nos sentamos en un café sea “un cortado, por favor” y no “¿la clave de Wifi?”; y dejemos el yogurt, la granola, el jugo de clorofila y los arándanos para otro día. Este día analógico puede empezar en el entrañable Bar Británico de San Telmo, mirando Parque Lezama y charlando con los mozos sobre quiénes se tomaron el mismo café que vos, probablemente en la misma mesa (Ernesto Sábato, Francis Ford Coppola y Luca Prodan, quien seguro optó por ginebra). Eso sí: el Ipad, en casa. A aprovechar las mesas para desplegar el diario y mancharlo con las gotas de café que se escapan de la medialuna recién sumergida.

LABERINTOS DE PAPELES

Amazon, Tematika, y sus amigos, saben mucho acerca de nuestros gustos literarios. Si tuviéramos acceso a los “recomendados” de todos nuestros cercanos, la frase “si no te gusta, lo podés cambiar” perdería vigencia. Por eso creemos que vale la pena hablar con un librero que nos saque de la zona de lecturas predecibles y nos lleve, por ejemplo, a una edición del Diario de Gastos de Sarmiento en su viaje a Europa. Aunque esta gema se consiga para Kindle, debería estar prohibido leerla desde una pantalla. ¿Adónde ir para engordar la biblioteca? Libreros buenísimos y charlatanes hay en Usina Cultural Dain (D.U.C), Eterna Cadencia, Libros del Pasaje en Palermo; o en Guadalquivir de Recoleta, entre otros.
Pero si queremos una experiencia realmente analógica la tenemos que buscar en Glyptodón. Alejandro López Medus, el dueño del minúsculo espacio de Ayacucho 734, te va a poder guiar por su espacio que concentra 20.000 libros en un ordenado desorden, sobre muebles de madera rotulados en bronce. El plus: tiene un único escritorio antiguo en el que te podés sentar a leer. Ojalá todas las librerías de Av. Corrientes fueran como esta (y las del resto del mundo también). Si querés salir a leer al aire libre, a pocas cuadras tenés la Plaza Rodriguez Peña, que se pone lila (o celeste, según María Elena Walsh) cuando florecen los jacarandá. Los que prefieran el paisaje urbano, pueden sentarse en algún banco que mire al Palacio Pizzurno, donde funciona el Ministerio de Educación de la Nación y la Biblioteca Nacional de Maestros (refugio de estudiantes que necesitan escapar del 3G para poder concentrarse y tienen muy buen gusto para elegir un spot). Si llegan antes del mediodía, van a poder ver a decenas de personas practicando Tai Chi en la plaza en total silencio. Arte milenario mata jornada analógica, pero que no decaiga el ánimo.
 

Sí o sí hay que ir a alguna librería clásica como alivio ante tantas pantallas

 

«Una posta obligatoria es la que era la casa de Enrique Larreta, un lugar anacrónico tipo colonial. Y comer un almuerzo francés en el patio islámico de la casa, en el que hace pocos meses se instaló Croque Madame (sí, el mismo restaurante que está en el Museo de Arte Decorativo) y donde la ciudad desaparece aunque estemos a una cuadra de Cabildo y Juramento.»

 

DE DESAYUNOS FRANCESES, PATIOS ISLÁMICOS Y CIUDADES QUE DESAPARECEN

Enrique Larreta también decidió ignorar las costumbres de su época, pero lo hizo a lo grande: intervino su casa y la dejó como en la colonia, cien años después de la Revolución de Mayo. Así que su “casa anacrónica”, y Museo de Arte Español (Juramento 2291), es una posta obligatoria del día. Las columnas del siglo XVII, armas, cuadros y muebles tallados están puestos en el mismo lugar en el que los dejó su coleccionista original y no hay página de Wikipedia que los contenga. El cierre de la visita termina con un almuerzo francés en el patio islámico de la casa, en el que hace pocos meses se instaló Croque Madame (sí, el mismo restaurante que está en el Museo de Arte Decorativo) y donde la ciudad desaparece aunque estemos a una cuadra de Cabildo y Juramento.

Croque Madame en el Museo Larreta: un toque francés y un viaje en el tiempo

 

¡QUÉ VALGA LA TINTA (CON UNA PARADA EN EL PATIO DEL LICEO)!

Un muy amigo de los museos es el cuaderno, que tiene que estar a mano para descargar todo lo que llamó la atención o lo que se disparó de ese viaje en el tiempo. Los que escribimos para vivir sabemos que los libros de hojas rayadas son una gran compañía, aunque no se puede evitar pasar al teclado tarde o temprano. Pero sirven y son de los objetos más lindos que existen, así que dediquemos la tarde a encontrar alguno que valga la pena (y la tinta). Donde seguro hay muchas opciones es en el local de Monoblock, de Galería Patio del Liceo (Av. Santa Fé 2729), que además es un lugar súper atractivo para pasear, escuchar, ver arte y comprar sin encandilarse con las luces blancas del shopping.

El legendario Marriot tiene salones con súper charme a resguardo de señales de celular

 «En el subsuelo del hotel Marriot, podés pedirte un Manhattan y sentirte un dandy del siglo pasado. Pianista, pisos alfombrados, mozos de traje impoluto y sillones de cuero en un edificio diseñado por Alfred Zucker, el mismo arquitecto que hizo la catedral St Patrick’s de Nueva York. Una experiencia religiosa.»

 

DRINKS Y «BUNKERS» A SALVO DE CELULARES

Para terminar la jornada libre de aparatos y notificaciones, podríamos optar por un trago con Jenga de por medio en Acabar (Honduras 5733 ), como cuando se corta la luz y las rallitas de la batería valen oro. Pero en Maleva armamos un combo infalible para no tentarse a volver corriendo a casa en búsqueda del teléfono: ninguna compañía de celular llega a los sótanos de El Sanjuanino y el Plaza Bar. Al primero podés ir a comer las mejores empanadas de la ciudad (a su sucursal de Posadas 1515), entre faroles y boxes de madera, y en el subsuelo del hotel Marriot, podés pedirte un Manhattan y sentirte un dandy del siglo pasado. Pianista, pisos alfombrados, mozos de traje impoluto y sillones de cuero en un edificio diseñado por Alfred Zucker, el mismo arquitecto que hizo la catedral St Patrick’s de Nueva York. Una experiencia religiosa, que nadie entendería, no importa en cuantas redes sociales la compartas.
Cuarto, la conclusión: prueben y después nos cuentan si la tesis está aprobada.