Hoteles recónditos: así es El Chiflón, un tesoro oculto en el corazón de un parque natural de La Rioja, entre majestuosas paredes de rocas.

Entre dos emblemáticos parque naturales, y a 70 kilómetros del pueblo grande más cercano, es el único alojamiento de la zona/35 habitaciones dispuestas como cabañas entre medio de las formaciones rocosas/Los cielos más estrellados y los silencios más profundos/La historia y calidez de un proyecto familiar.

En la ruta nacional 150, conecta el Valle de la Luna y el Parque Nacional Talampaya.

Hoteles recónditos: así es El Chiflón, un tesoro oculto en el corazón de un parque natural de La Rioja, entre majestuosas paredes de rocas. Por Lenchu Rodríguez Traverso. #MalevaDeViaje 

Si voláramos como pájaros por encima del límite entre La Rioja y San Juan, probablemente nos llamarían la atención unos techos color terracota insertos en medio de la naturaleza agreste. El Chiflón Posta Pueblo erige como un pequeño oasis entre kilómetros de formaciones rocosas. En esta primera entrega de hoteles alucinantes en paraísos desconocidos, descubrimos este descanso recóndito para los aventureros que se lanzan a recorrer la región cuyana. En aquel remanso familiar de 35 habitaciones, conectan con una belleza natural inexplicable, bajo estrellas infinitas y rodeados de profundos silencios.

«Con el pueblo grande más cercano a setenta kilómetros, no hay ruido que llegue a invadir la paz que se respira en El Chiflón. Para cualquiera que viva en una ciudad, ni hablar en Buenos Aires, resulta increíble no escuchar nada de nada. Tal vez quizás el chiflón – el chiflido del viento que se cuela entre las formaciones rocosas y que le dio el nombre al parque y al alojamiento -, pero eso es todo…»

El hotel – que lleva el mismo nombre que el parque natural donde está emplazado – fue la loca aventura de Mario Bruno Indómito, un porteño que descubrió la necesidad de conectar los dos tesoros más importantes de la zona: el Valle de la Luna y el Parque Nacional Talampaya. “Posta” (parte de su nombre) remite a esta función de intermediario entre el origen y el destino de los viajeros. A 30 y 60 kilómetros de los parques, le evita al turista perder tantas horas del día sobre el auto, para ir y volver a las grandes ciudades, a la vez que le regala dos o tres noches (no recomiendan ni más ni menos) “en el medio de la nada misma”.

Un hotel con calidez familiar.

Al año de la inauguración, en el 2017, un accidente dejó al hotel en manos de su mujer y sus dos hijos, que recién empezaban la facultad y vivían en Buenos Aires. Los primeros manotazos ahogados y la angustia de la pandemia no fueron suficientes para derrocar el proyecto familiar que lentamente empezó a crecer y a recomendarse. 

“Algo de lo que me siento muy orgullosa, es de cómo nos halagan el trato humano”, confiesa Ángeles, una de las hijas, con el entusiasmo de quien ya la considera su segunda casa. A ellos, que se turnan para viajar, se les suman unos familiares de San Luis y el resto del personal viene de pueblos cercanos de La Rioja, lugares que se vieron favorecidos por la llegada del hotel que les trajo agua y electricidad. “El hotel lo manejamos como una gran familia, porque en parte lo somos. Todo el que está ahí trabaja como si fuera su casa. Hay amor y buena onda por doquier”.

Dos postales de momentos mágicos.

Los cielos y el silencio: para Ángeles, esos son los atributos mágicos de El Chiflón. No hay cielo más puro que el descampado, libre de obstáculos, para sentarse a mirar hacia arriba el repertorio más completo de estrellas, galaxias y constelaciones.  “Las estrellas se ven como nunca”, cuenta Ángeles. “y cuando caminás un poco, y perdés la luz del hotel, es impresionante; estás en medio de la naturaleza misma. Yo en mi vida pocas veces lo he visto”.

Y el silencio. Con el pueblo grande más cercano a setenta kilómetros, no hay ruido que llegue a invadir la paz que se respira en El Chiflón. Para cualquiera que viva en una ciudad, ni hablar en Buenos Aires, resulta increíble no escuchar nada de nada. Tal vez quizás el chiflón – el chiflido del viento que se cuela entre las formaciones rocosas y que le dio el nombre al parque y al alojamiento -, pero eso es todo.

«No hay cielo más puro que el descampado, libre de obstáculos, para sentarse a mirar hacia arriba el repertorio más completo de estrellas, galaxias y constelaciones.  “Las estrellas se ven como nunca”, cuenta Ángeles. “y cuando caminás un poco, y perdés la luz del hotel, es impresionante; estás en medio de la naturaleza misma. Yo en mi vida pocas veces lo he visto…»

Un pequeño pueblo en la nada misma.

La palabra “pueblo” dentro de su nombre tiene el por qué en su arquitectura. Como un pueblito, las habitaciones – que parecen cabañas porque están separadas entre sí – se conectan a través de un pasillo grande en forma de S, en el cual nunca ves el final. Las construcciones color tierra, las galerías de madera que ofrecen un descanso del sol, los bancos rústicos y las piedras al costado del camino, se hacen uno con los colores y texturas de la reserva circundante. 

«Yo creo que el que viene la hotel no viene tanto por los servicios – si bien obviamente trabajamos para brindar el mejor servicio que podemos -«, cuenta su dueña, «sino por la experiencia de estar en el medio de la nada, de conectar con la naturaleza. Yo creo que eso es lo que nosotros brindamos que ningún otro hotel lo brinda.»

Naturaleza con comodidades.

Así como trajeron agua y luz a la zona, a El Chiflón no le faltan los amenities básicos de cualquier hotel. Las habitaciones – dobles, triples o cuádruples – vienen equipadas con mini refrigeradores para mantener el agua, aire acondicionado, wifi y camas sommier. Algunas tienen incluso un balconcito con salida al jardín o a la pileta descubierta, una joyita que es especialmente valorada en tiempos de calor. En la parte central; un salón con juegos, biblioteca y pool, para acompañar los tiempos libres que surgen durante la estadía.

En el medio de la nada también hay que comer y ahí en el mismo predio tienen “Los Cardones”, la única invitación gastro de la zona, tanto para huéspedes como para viajeros de paso. Abre al mediodía y a la noche, y en su menú juegan con sabores autóctonos, como la bondiola a la riojana o platos del día, clásicos argentinos y opciones vegetarianas. Cerrar la tarde al final de una excursión con una copa de vino – o cerveza helada – empanadas riojanas y una panorámica del sol poniéndose detrás de las rocas: esa es otra de sus postales. 

///

Las fotos: son todas gentileza de prensa de El Chiflón Posta Pueblo.

Galería: