Hedonismo, serenidad y naturaleza pura entre sierras: unos días de ocio y relax en «Los Alerces», el oasis de lujo en San Andrés de la Sierra

Turismo rural premium en «Los Alerces», el secreto de lujo y ocio de San Andrés de la Sierra/Encuentro ideal entre confort y un contacto profundo con cada elemento de la naturaleza/Mención especial a sus cielos fascinantes/Además: un restaurante donde reina la simpleza bien ejecutada.

Una experiencia de «turismo rural premium», sin perder el contacto y el respeto por la naturaleza. 

Hedonismo, serenidad y naturaleza pura entre sierras: unos días de ocio y relax en «Los Alerces», el oasis de lujo en San Andrés de la Sierra. Por Leandro Vesco.

San Andrés de la Sierra es el nuevo paraíso de la comarca serrana bonaerense. Un pequeño pueblo que se formó por soñadores que deseaban alejarse del mundo para crear uno nuevo a los pies del cordón serrano de la Ventania, sus reglas fueron sencillas: hacer casas en el valle sin intervenir demasiado el paisaje. Se pusieron de acuerdo y establecieron pautas: disfrutar el silencio y las estrellas, y así creció, a escala humana. Un edén de lavandas, golondrinas, calles de tierra donde las liebres y los zorros deambulan en los patios de las casas y las luciérnagas iluminan los caminos como pícaras estrellas que danzan a través del aire fresco y puro.

“Fue amor a primera vista”, dice Diego Peña, cuando conoció este idílico terruño. Es el creador del primer lodge de montaña de la provincia de Buenos Aires, “Los Alerces”. ¿Su objetivo? “Dar la máxima experiencia de confort serrana”. Para lograrlo construyó un complejo que siguió el mandato de la naturaleza en este bello rincón del sudoeste: la desmesura y los grandes espacios. 19 cabañas de 135 metros cuadrados, área de deportes, recreación, spa, gimnasio, restaurante y un Club House. Lo hizo para crear una nueva experiencia: “esto es turismo rural premium”. El lujo es el tradicional, pero también se disfrutan de los nuevos: amplios ventanales con una vista 360 de las sierras y del valle. 

«El secreto de Los Alerces es dejarse llevar por su guión hedonista. El ocio es el mandato que impera y durante el día las horas se ocupan en actividades de goce y en hacer aquello que no acostumbrados a hacer, como jugar al tenis, básquet, fútbol, darnos una vuelta por el gimnasio, luego por el spa, la piscina cubierta o al aire libre, ir hasta su cafetería y perderse en la vitrina donde se exponen como obras de arte comestibles…»

El secreto de Los Alerces es dejarse llevar por su guión hedonista. El ocio es el mandato que impera y durante el día las horas se ocupan en actividades de goce y en hacer aquello que no acostumbrados a hacer, como jugar al tenis, básquet, fútbol, darnos una vuelta por el gimnasio, luego por el spa, la piscina cubierta o al aire libre, ir hasta su cafetería y perderse en la vitrina donde se exponen como obras de arte comestibles, las diferentes tortas y panificados. La pastelería es prodigiosa, todo se amasa allí y los croissants son muy buenos. Aquello que se hace con las manos a pocos metros de donde estamos marca la diferencia y el sabor. Las sonrisas se dejan ver en todos los ambientes. El relax no es forzado, el cuerpo y la mente se ubican en ese modo en forma natural

La comodidad alcanza un estado de gracia, una altura y una emoción muy alta. Resort, lodge, espacio wellness, complejo de cabañas, Los Alerces es todo esto pero es lo que cada uno sueñe. La epifanía no tarda en llegar: ¿y si es nuestra nueva casa? Alrededor de las cabañas se presenta en amabilidades San Andrés de la Sierra. Las casas del pueblo son pequeñas islas de humanidad, no se ven personas caminando, se oye el canto de las aves, el sol baña la escena con un brillo íntimo, como si los rayos se cristalizaran en diminutas gemas brillantes, las mariposas ensayan su danza entre las lavandas y las cortaderas, alrededor de las cabañas. 

«Cada cabaña está aislada lo suficiente como para asegurar más que intimidad, se trata de un autoexilio a una zona de lujo absoluto, el único límite es la libertad de soñar con una vida en este encantador valle de cielos presumidos de Vía Láctea. Hacia el fin del día, el atardecer convoca la contemplación. En ese ocio confortable, el descanso es necesario…»

“La idea es el bienestar completo”, agrega Peña. Llegó al pueblo una noche de 2019 con su familia. Cuando amaneció la naturaleza serrana hizo el resto. “Fue un antes y después de nuestras vidas, supimos que era nuestro lugar en el mundo”, confiesa. Allí nació el sueño de hacerse su casa frente a la montaña pero también quiso algo más: “Quería compartir esta belleza, sobre todo”, y comenzó a soñar con el lodge. La comarca serrana que incluye Villa La Gruta, Villa Ventana, Sierra de la Ventana, Saldungaray y todos los pueblos o sueños de aldeas mínimas que están sobre la escénica ruta 76 tienen una dilatada oferta de cabañas. “Le faltaba un lugar de lujo para una gama de turistas que deseaban tenerlo sin perder el contacto de la naturaleza”, cuenta Peña.

La experiencia Los Alerces no tiene igual. Es un concepto de confort inédito en esta tierra de ondulante horizonte en el partido de Tornquist. Aunque no sea necesario, el paseo por la comarca es divertido. Villa Ventana es la localidad más alta de la provincia a casi 400 metros sobre el nivel del mar. En un tramo de la ruta se ve el cerro icónico: la sierra de la Ventana. A cada lado carteles invitan y sugieren conocer rincones escondidos, paraísos en la intimidad del Abra y los cerros. La comarca es hacendosa en aromas. Ciervo, jabalí, quesos, licores, cervezas y los vinos son las bondades de este terroir que proyecta una seducción directa a los sentidos. 

«Sorrentinos de jabalí o de cordero, la provoleta que llega con hojas verdes y cortes únicos, una burrata serrana con frutas asadas, lomo a la pimienta: clásicos que enamoran a simple vista, caricias sibaritas que no necesitan presentación y que sí provocan una ensoñación…»

Sierra Grill es el restaurante de Los Alerces. Un highlight. El menú es sencillo y no tiene nombres que sean difíciles de pronunciar. Sorrentinos de jabalí o de cordero, la provoleta que llega con hojas verdes y cortes únicos, una burrata serrana con frutas asadas, lomo a la pimienta: clásicos que enamoran a simple vista, caricias sibaritas que no necesitan presentación y que sí provocan una ensoñación. El salón es inmenso. Son 750 metros cuadrados de placer. Dos platos se destacan, el ojo de bife de Angus y la entraña. “Es un lugar ideal para crear”, dice Pablo Puig, chef de carnes. “Mi favorito es el asado del centro, lo hago como me enseñó mi padre”, confiesa. La mejor escuela.

El lodge tiene espacio para 83 pasajeros, pero cuando está completo pareciera que fueran 10. Cada cabaña está aislada lo suficiente como para asegurar más que intimidad, se trata de un autoexilio a una zona de lujo absoluto, el único límite es la libertad de soñar con una vida en este encantador valle de cielos presumidos de Vía Láctea. Hacia el fin del día, el atardecer convoca la contemplación. En ese ocio confortable, el descanso es necesario. Las tonalidades rojas y azules del cielo hacen contraste con el dorado que salpica los contornos de las nubes, el último suspiro solar. 

“Quisimos que el complejo no contaminara las noches”, dice Peña. Es un gran acierto. Apenas unas luces serenas guían los pasos a las cabañas y a los distintos rincones del lodge. El efecto es sedante porque las voces apenas se oyen, susurros entre grillos y los lejanos motores de los viajeros solitarios que cruzan la 76. El cielo es perfecto, es un lujo natural poder verlo en toda su falta de humildad, las estrellas fugaces arden y proyectan colores. “Nunca quisimos perder la visión de poder disfrutarlo”, dice Peña. Lo logró. La buena noticia es que el lodge produzco más de cien puestos de trabajo en toda la comarca.

“Existe un contacto muy directo con la naturaleza pero también con uno mismo”, dice. La paz, los silencios, las razones por las cuales, según ella, se acercan los viajeros. Los Alerces tiene cuatro estrellas para los protocolos de la hotelería, pero todas las noches bajan miles a las ventanas de las cabañas.

“Nos cambió nuestras vidas, venir a vivir a San Andrés de la Sierra”, dice Liliana Puliti, quien vivía en la Ciudad de Buenos Aires hace varios años y enraizó aquí su vida y la de familia. Tienen el hospedaje La Rueca, y son pioneros. Ella pinta, y da clases de pintura y arte terapia. No hay mejor lugar que este para un artista. “Existe un contacto muy directo con la naturaleza pero también con uno mismo”, dice. La paz, los silencios, las razones por las cuales, según ella, se acercan los viajeros. Los Alerces tiene cuatro estrellas para los protocolos de la hotelería, pero todas las noches bajan miles a las ventanas de las cabañas. Un sueño hecho realidad.

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Las fotos son gentileza de prensa de Los Alerces y otras de autoría de Leandro Vesco.