Gin con artistas: desde el taller de Gustavo Ferrari y sus fileteados bien power

Letras, frases ingeniosas – un «qué mirá bobo» -, firuletes y muchos colores: más de 50 carteles de fileteado y lettering decoran las paredes de su hipnótico taller en Caballito/Gin tonics de por medio, hablamos de este arte que nos define a los argentinos en el mundo «casi tanto como el tango»/¿Cómo innovar cuando sos guardián de una tradición?/Bonus: las obras más inusuales que le encargaron.

Arrancó a filetear hace 23 años y dejó su carrera de historia para dedicarse por completo a este arte. 

Gin con artistas: desde el taller de Gustavo Ferrari y sus fileteados bien power. Por Lenchu Rodríguez Traverso. Fotos: Alexis García Sánchez (Alesso) para MALEVA.

Entrar al taller de Gustavo Ferrari es un poco como lo que siente un chico cuando entra a un kiosco: hay tanto estímulo y tanto color que los ojos se te van de acá para allá. Es que el fileteado – esta técnica artística que asociamos tanto a nuestra cultura porteña – tiene algo muy magnético; en sus formas sensuales, su sensación 3D y el impacto de esos colores bien power. Una sobrecarga de elementos decorativos que a su vez se combinan, en muchos casos, con frases ingeniosas bien argentas.

Mirando un poquito alrededor, ya empiezo a identificar qué obras son suyas y cuáles son regalos o intercambios con otros artistas. Los colores más fuertes – rosas, magentas, violetas y aquas – son “sello Gustavo”, pero lo loco es que también lo son obras sumamente innovadoras de fileteados con dragones en blanco y negro. En las paredes hay un interesante popurrí; carteles bien tangueros, abecedarios tipográficos, letras más estrambóticas y otras más rectas, pinturas – estas son de Nina, su mujer rusa – pingüinos con arte, carteles gigantes que pertenecieron a algún comercio, un “qué mirá bobo” y más, mucho más.

Así, fascinada e intrigada, me senté con el artista que lleva 23 años haciendo fileteado – con copas del gin de Patagonia Ginkgo y tónica de por medio – para que me cuente sobre esta técnica que siento tan propia y de la que a la vez conozco muy poco. Cómo lo flechó al punto de transformarlo de potencial historiador a fileteador, y el rol que tiene hoy de perpetuar – y a su vez actualizar – este arte tan cultural.

«(El fileteado) siempre me gustó visualmente por sus colores, la estética y porque me remitía a la vieja Buenos Aires. Desde chico me encantaban los bodegones, los bares mugrientos. Y una de mis memorias visuales más antiguas es un mural que está en la estación de subte B de Carlos Gardel, mi estación de toda la vida…»

¿Cuándo empezó tu amor por el arte?

Siempre dibujé, desde chiquito. Casi como todo niño, ¿no? Leía historietas y las copiaba. En la secundaria también colaboré en revistas del centro de estudiantes y diferentes publicaciones, ilustraciones, cuentos y afiches. En el 2001, cuando arranqué a estudiar historia en la facultad, dije: es hora de tomar un curso artístico. Y ahí elegí hacer fileteado.

¿Qué te llamó la atención del fileteado?

Siempre me gustó visualmente por sus colores, la estética y porque me remitía a la vieja Buenos Aires. Desde chico me encantaban los bodegones, los bares mugrientos. Y una de mis memorias visuales más antiguas es un mural que está en la estación de subte B de Carlos Gardel, mi estación de toda la vida. 

Y lo empezaste como un hobby…

Claro, la idea era tener un hobby de algo artístico que me relaje después de toda la lectura que tiene la carrera de historia. Primero hice un curso de un mes. Me gustó mucho, entonces me anoté de nuevo con mi maestro, Alfredo Genovese, que daba cursos de cuatro meses. Y después seguí con él todo el resto del año, con clases en su taller. 

A fines del 2001 me propuso que lo ayude en un trabajo. Y dije: ah, mira esto puede dar plata también. Fue todo un descubrimiento. Era el 19 de diciembre del 2001. Yo no me enteré de nada de lo que estaba pasando – saqueos, estado de sitio – porque estaba en un galpón pintando un carro. Estuve casi dos años trabajando con Alfredo, y de a poco fui pegando trabajos por mi cuenta. Es como que el fileteado me encontró a mi

«Para mí el fileteado es tan importante como el tango, aunque menos conocido. En términos de identidad y de representación visual. Dentro de Argentina, el fileteado remite a Buenos Aires pero de Argentina para afuera remite al país…»

¡Y te encontró con Nina! ¿Cómo fue esa historia?

Nina: En el 2016 vine acá como turista, de vacaciones y aproveché para estudiar un poco de español. Siempre tomo algunas clases de pintura, me gusta conocer artistas y probar alguna técnica. En Moscú trabajaba en marketing y ventas, y pintaba solamente el fin de semana. En la escuela me recomendaron el fileteado y me conectaron con Gustavo. Y acá vine para tomar el curso.

Y te quedaste (risas).

En realidad volví a Rusia y continuamos la relación a distancia un año y medio más. Y estoy acá desde septiembre del 2017. Ese febrero comenzamos a dar clases de fileteado regularmente.

¿Qué lugar ocupa hoy el fileteado en Argentina y en el mundo?

Para mí es tan importante como el tango, aunque menos conocido En términos de identidad y de representación visual. Dentro de Argentina, el fileteado remite a Buenos Aires pero de Argentina para afuera remite al país.

¿La mayoría de los pedidos que te hacen son de extranjeros o también hay muchos locales que se interesan por el fileteado? Siento que puede pasar que el extranjero vea al fileteado como una representación más porteña que el propio porteño.

Si, a veces pasa un poco. Para el argentino es demasiado típico.

Nina: pero ahora creo que hay más clientes y negocios argentinos que quieren tener algunos elementos con fileteado. 

Dentro de Argentina tenés el cliente local que te lo pide para su negocio, para su casa o para hacer el regalo. Después tenés el turista que se lleva carteles más chiquitos de souvenir. Nosotros laburamos mucho con embajadas – sobre todo con la de EEUU – que quieren hacerle un regalo local a los funcionarios que vuelven a su país. Eso lo hacemos hace 15 años ya.

Nina: también tenemos otros clientes; los argentinos que viven afuera y tienen negocios típicos argentinos.

«Y, a la vez, tratamos de que la tradición no nos coma. De despegarnos un poco, de ir a caminos que no son lo más tradicionales; como el blanco y negro o distintos tipos de letras y combinaciones de colores. Uno se siente custodio de una tradición pero sabés también que, el mejor modo de custodiar una tradición es no dejarla intacta como la recibís sino poder reformularla…»

La exposición que están haciendo ahora en la Galería Buenos Aires Sur se llama “El Alma de Buenos Aires”. ¿Qué sentís al estar cuidando o perpetuando el alma de Buenos Aires?

Es como que sos un custodio de una tradición y de una ciudad donde uno vive y quiere. Y, a la vez, tratamos de que la tradición no nos coma. De despegarnos un poco, de ir a caminos que no son lo más tradicionales; como el blanco y negro o distintos tipos de letras y combinaciones de colores. Uno se siente custodio de una tradición pero sabés también que, el mejor modo de custodiar una tradición es no dejarla intacta como la recibís sino poder reformularla

¿De qué forma uno puede desafiarse e incorporar su propio estilo en el fileteado? ¿Cómo sentís que te diferenciás vos?

Es difícil porque es un arte con elementos específicos, muchas guías, muchas estructuras y reglas. Y además trabajás mucho a pedido. Meter a uno ahí a veces es complicado. Pero lo que trato es justamente esto; cruzarlo con cosas que a mí me resultan interesantes, con otras tradiciones de arte pintado a mano – como la caligrafía o el pinstripe – o variar en los colores. Lo más tradicional tiene colores más apagados y yo meto en mis laburos violetas y  magentas. Y después el blanco y negro, que viene de mi gusto por la historieta en general. Siempre intenté llevar al fileteado algo de eso. Cuando pinto solo para mí hago muchos dragones.

Te iba a preguntar, ¿eso es algo clásico del fileteado también?

Si, viene de la ornamentación. Acá también lo ves, si vas caminando por la ciudad. Son cosas que están, lo que pasa es que uno a veces no levanta la cabeza. Me acuerdo, lo primero que nos dijo Alfredo cuando empezamos a filetear fue: levanten la cabeza del piso, miren las paredes, miren arriba y van a ver toda la inspiración del fileteado. A mi los dragones me gustan mucho en sí mismos, como figuras poderosas y fuertes. Y dentro de los dragones tenés un montón de variantes.

Y las variaciones que hacés en las letras, ¿de dónde salieron?

Hago la letra de fileteado más tradicional – con bastones finos, gruesos, decoración en punta y serif – y después hago muchas letras más de letrista. Como la “block”, que es de palo seco; la “casual”, una más rápida a golpe de pincel, y la “cursiva”

«Si, por un lado poder viajar. Por otro lado, poder seguir transmitiendo nuestras tradiciones afuera, es un golazo. Sacando cuentas, nos queda dar un taller en África y otro en Antártida y tenemos todos los continentes cubiertos. Dimos en Europa un montón, en Rusia, en Tokio, en El Salvador, Brasil y Lima…Todo lo que sirva para difundir, nos encanta…»

Todo esto que fuiste aprendiendo de lettering, ¿fue en los encuentros de letristas internacionales?

Cuando arranqué a hacer fileteado descubrí que también había que hacer letras. Y, a medida que surgían trabajos, empecé a hacer otras letras pero más por intuición. En el 2014 fui al primer encuentro de Letterheads. Son unos encuentros medio informales, anárquicos que se hacen en diferentes países del mundo, en diferentes momentos del año.

¿Y quién los organiza?

La persona que los quiere organizar. Un encuentro de Letterheads puede ser en este taller con 10 personas o un encuentro gigante como fue el de Londres del 2018, con 300 personas de todos los continentes. El corazón del encuentro es armar un espacio común donde la gente está pintando. Te la pasás pintando y tomando cerveza (risas). Lo que pintás después lo canjeas con otros, y así fui trayendo los trabajos de esa pared. Después casi siempre hay talleres, charlas o demostraciones. En ese marco fui aprendiendo otras letras y la técnica del dorado en la hoja. 

¿Sentís que esto es de las cosas más ricas que te dio esta profesión?

Si, por un lado poder viajar. Por otro lado, poder seguir transmitiendo nuestras tradiciones afuera, es un golazo. Sacando cuentas, nos queda dar un taller en África y otro en Antártida y tenemos todos los continentes cubiertos. Dimos en Europa un montón, en Rusia, en Tokio, en El Salvador, Brasil y Lima…Todo lo que sirva para difundir, nos encanta.

Nina: y además nosotros buscamos lugares y eventos no típicos para el fileteado. Como el encuentro de “Playa y Surf” en El Salvador.

Tiene razón. Sacarlo del lugar común. Que no sea solo en un festival de tango, que está bueno también y es lindo, pero mostrarla en otros ámbitos. Estuvimos en eventos de custom art, también. Es un poco la idea, diversificarlo.

«Una vez para la embajada me pidieron una placa para un funcionario que se iba y era muy fanático de la historia del peronismo. Entonces me pidieron si podíamos hacer el abrazo de Perón y Eva pero con él. Y no se le ve nada en realidad, más que su corte de pelo y el saco que usa, pero no es Perón…» 

Si pudieras hacerle una obra personalizada a alguien del mundo, ¿a quién te gustaría?

Toda la vida quise hacer un fileteado para Los Stones. De hecho lo intentamos, cuando vinieron en el 2016. Al final no se dio pero me acuerdo que había hecho un boceto y todo, con la lengua construida con filetes. 

Y de objetos, ¿qué interviniste? Vi unas Dr. Martens, autitos de colección…

Hice varias cosas. De vehículos siempre afuera; pinté un colectivo transformado en casa rodante en Portland. ¡Intervine motos en Roma! Estaba en un festival de tango y viene un chabón y me dice: “¿me pintás el tanque de nafta de mi Harley Davidson?” Le dije que sí pero teníamos que conseguir pinturas, yo viajo con acrílicos. Al otro día vino con una bolsita con pinturas y aguarrás, entonces cada tanto salía del festival para pintarle la moto. Después en Francia pinté una Kangoo y un foodtruck, para una casa de empanadas de Toulouse. Alguna bicicleta en Holanda…

Objetos todo el tiempo: botellas, mates, termos, cajitas, mesas, el pingüino que ya lo adaptamos casi como marca nuestra. 

O sea, si alguien quiere un pingüino pintado por ustedes, ¿tiene que encargarlo?

Casi todo lo que hacemos es a pedido. A veces tenemos algo terminado, pero nunca más de tres, un poco más genéricos. 

¿Qué fue de lo más loco que te pidieron?

Una vez para la embajada me pidieron una placa para un funcionario que se iba y era muy fanático de la historia del peronismo. Entonces me pidieron si podíamos hacer el abrazo de Perón y Eva pero con él. Y no se le ve nada en realidad, más que su corte de pelo y el saco que usa, pero no es Perón. 

Contame un poco de los talleres que dan.

Empezamos a dar talleres de fileteado y letras pintadas a mano, por separado. Con el tiempo la gente que hacía el taller inicial nos preguntaba si podían continuar, entonces ahí abrimos talleres para avanzados y con esos alumnos, que ya vienen hace 3 años, estamos haciendo la muestra. Se transformó en un espacio social. Sacamos la cuenta el otro día y pasaron más de 600 personas en estos años en los diferentes talleres que dimos. 

También hacemos talleres invitados donde viene gente de otros países a enseñar cosas que complementan lo que hacemos nosotros. Que sirva como un espacio de comunidad para difundir más cosas que tengan que ver con el arte.

Y que no sea digital es clave. Creo que es un antídoto que la gente está buscando desesperadamente.

Si, tenemos muchos amigos diseñadores que vienen justamente porque necesitan despegar de la pantalla y ensuciarse las manos. 

Galería: