Gad Elmaleh, sus pashminas, su humor y Charlotte Casiraghi de Mónaco: una sensibilidad nueva

MONXXQ381_ED_BAL DE LA ROSE.JPG
La princesita de Mónaco, y su mirada de admiración hacia Gad Elmaleh, humorista franco-marroquí, alguien supuestamente «feo»

 

La ventana es una proyección de relámpagos sobre el río Paraná. El miedo al temporal es el mejor de todos, la humanidad entera de tu lado, la tormenta hace ruido, existe, la sociología no se mete a esclarecer las relaciones de poder. Podés quedarte en la cama quieta, rodeada de espejos en el hotel, distintos ángulos de vos misma que te hacen sentir sola y vigilada, mil formas de estar ausente, presente en los brazos flaquitos, en el pelo mojado en la espalda, ausente, no del todo dormida, el agua insiste contra tu refugio como en el camarote de un barco en 1754 azotado por la marea, sin escorbuto, con wifi. Son innumerables las ventajas de la época. El frigobar, los rocklets, la cepita, las vistas panorámicas. Los espejos te hacen sentir en una cámara Gesell, indigna de amor, con la valija revuelta. Caminás hasta la cortina, grabás la mancha oscura y el flashazo que te deja ver un río y un cielo y desaparecen otra vez. Esa es tu máxima defensa, un celular con pantalla táctil, registrar. No vamos a lograr la paz, pero las guerras van a consistir en filmarnos unos a otros en territorios hostiles, compartir la imagen desaliñada, pavorosa, del enemigo en las redes minadas.

«Podés quedarte en la cama quieta, rodeada de espejos en el hotel, distintos ángulos de vos misma que te hacen sentir sola y vigilada, mil formas de estar ausente, presente en los brazos flaquitos, en el pelo mojado en la espalda, ausente, no del todo dormida, el agua insiste contra tu refugio como en el camarote de un barco en 1754 azotado por la marea.»

Alguien, un español, te dijo esta tarde en el lobby: odio las moquetas. Los dos llenaban formularios, con bolsos en los pies como cachorros. Y por ese gesto suave, imprevisto, de nombrar la alfombra de otro modo en un check in, sentiste la maravilla de tirar de la cinta roja de un paquete de Melbas. Te gusta la diferencia, las sorpresas, los ajustes de dos idiomas que se tantean. ¿Podremos hacer eso de nuevo? ¿Actuar? ¿Soportar la intriga hasta que bailemos en una superficie deslizante?

Charlotte-Casiraghi-Chic-Nice-Airport-Gad-Elmaleh-02
Gad y Charlotte, en el aeropuerto de París

 

Hay una canción que canta Gad Elmaleh, Isn’t she lovely. La buscás en Youtube. Las voces curan a la noche. Gad y una cantante negra, mal iluminados. Él golpea su guitarra con las yemas de los dedos, los nudillos, las palmas, toca la guitarra de ella, es una fiesta. Gad, sus pashminas, el romance con Charlotte Casiraghi. Podés imaginarte los ojos turquesas y el humor dosificado en un primer encuentro, en Año Nuevo, primero deja que ella rebote en una mirada dotada del montón de expectativas que estaba esperando solventar, y entonces ella va, nieta de Grace Kelly, y responde con pocas palabras a sus preguntas y deja lugar al silencio que es cuando se escuchan la distancia y las dudas que tan bien le hacen al futuro.

 

Él se ríe, es un actor. Tiene quince años más, en alguna dimensión fue un adolescente mientras que ella una bebita y el leve desfasaje instala virtualmente algo prohibido en la conversación. Eso satisface en ella cierto espíritu transgresor. Más tarde mira a Gad en una película, Priceless. Cuando él besa a Audrey Tautou, Charlotte se obsesiona con la tensión del cuello que no puede ver mientras la besa a ella misma. Le gusta el momento en que parece que Audrey va a descubrir que no es ningún magnate sino el botones del hotel y Gad se queda paralizado, esperando, como si moviera los hilos de la piedad con telepatía.

539w
Gad y Audrey Tatou, amándose en «Hors de Prix»

«Gad Elmaleh, sus pashminas, el romance con Charlotte Casiraghi. Podés imaginarte los ojos turquesas y el humor dosificado en un primer encuentro, en Año Nuevo, primero deja que ella rebote en una mirada dotada del montón de expectativas que estaba esperando solventar, y entonces ella va, nieta de Grace Kelly, y responde con pocas palabras a sus preguntas y deja lugar al silencio que es cuando se escuchan la distancia y las dudas que tan bien le hacen al futuro.»

Charlotte también lo busca en Youtube. Los videos en que habla en francés en un escenario, toca el piano, suelta chistes al público: las risas detrás la emocionan y la acompañan; una sensibilidad nueva, de ruido, una admiración que ella no conoce de primera mano cuando sale en las revistas, en las bodas reales, toda hermosura y buen gusto. Quiere que le hable, la suavidad de su pelo entrecano, un lucimiento privado, de uno para el otro. Decidir con fuerza el centro de interés, los pactos puertas adentro. No poder ser sarcásticos, no tener con qué.

1194
En «La Doublure» Gad Elmaleh es un tímido del montón que logra, casi sin proponérselo, conquistar a una top model (en algún punto lo que le terminó sucediendo con Charlotte)

 

Ella se despereza en los pies de la cama, cualquier cosa que diga va a destellar en el eco perfecto de una habitación espaciosa, iluminada gradualmente a la mañana, en la tarea del cuerpo de volverse cuerpo, de inventar los modos ridículos de llamarse, probar el tono de los pedidos, las faltas, encontrar los límites, las comidas que no les gustan, el olor desesperante de la presencia de él, que la anuncia y la confirma, la saliva que cubre y encubre, regular la intensidad de las mordidas, el humor, la dinastía, las sábanas de un millón de hilos, la forma de verdad que los lleve más lejos.

foto: Monaco Matin – Rdujour