Conversamos sobre su más reciente obra, en la que narra – con épica y una recontrucción sensacional de los personajes -, la historia del balneario argentino. Un «sueño audaz» que compartieron Jorge Bunge y Valeria Guerrero. ¿Por qué la historia oficial es diferente? ¿En qué rincones de la ciudad de los médanos, se pueden encontrar las huellas del pasado? ¿En dónde se las puede disfrutar? Además: qué Pinamar anhela el historiador para el futuro.
Cecilia Bunge, con 21 años en Pinamar. Hija del fundador y la primera joven que pudo disfrutar de Pinamar.
«El encanto de Pinamar es su misterio»: entrevista a Paul Dougall, autor del magnífico libro La Tierra Blanda. Por Santiago Eneas Casanello (director/fundador de MALEVA). Fotos: Delfina Sevitz para MALEVA.
La llanura bonaerense puede ser opresiva y tediosa. Pero al llegar a Pinamar, después de cuatro o cinco horas de ruta, el espíritu se templa. Queda atrás la línea monótona del horizonte. Aparece la inclinación. Las calles onduladas y de arena. La brisa fresca y pura del océano en calles empinadas como Martín Pescador. Esa topografía seduce y marca un “acá es otra cosa” muy nítido. La gracia de este balneario argentino son sus colinas de arena, sobre las que fue imaginado y creado.
Paul Dougall es un historiador y escritor, que encontró en Pinamar un territorio donde es feliz. Hace unos meses publicó un libro exquisito. Con un nombre que es un hallazgo: La Tierra Blanda. En él narra – y atrapa, aunque el lector no tenga un vínculo con la localidad, toda una destreza literaria -, los sucesos y personajes que hicieron que Pinamar exista, sobre un inhóspito y bellísimo desierto de imponentes médanos marítimos, que antes, y no hace tanto, fue una frontera olvidada y que intimidaba.
«Otra historia me la contó una amiga de ochenta años, que ya iba a Pinamar cuando tenía doce años. Y les encantaba andar a caballo. Y al escucharla – y lo mismo dicen algunas cartas de Cecilia Bunge, la hija de Jorge -, me relata la experiencia de cabalgar por los médanos, alejada de Buenos Aires y la civilización, y podían cabalgar por horas en esa inmensidad sin encontrarse con nadie. Es mágico…»
El fondo de un campo, en concreto. Cuya dueña, Valeria Guerrero, una bella mujer con una mirada castaña incisiva e inteligente – basta ver las fotos en el libro -, con alma de artista, visionaria, y de estirpe terrateniente le preguntó a un amigo confidente, mientras se tomaban unos aperitivos una tarde de verano a las afueras de Montevideo y observaban la puesta del sol sobre el Río de la Plata, si en Argentina no se podría concebir un balneario de categoría, en donde se destaque la naturaleza, y que no requiera un viaje extenuante, barco y demás, como exigen las playas orientales. Ella, le recordó, tenía una costa de “tierra blanda” que podía ser, acaso, la ubicación ideal para un proyecto con esas características.
Ese amigo era Jorge Bunge, arquitecto prestigioso, con costumbres de dandi, un soñador sufrido y emprendedor tenaz y riguroso que fundó Pinamar. ¿O fue Valeria? Ambos según Paul, y es que la historia oficial tiene sus baches. “Bunge tenía una cabeza para los negocios, ella era más romántica en el sentido más puro de la palabra, a ella le encantaba la aventura de crear Pinamar…”, le define a MALEVA.
Paul, de ese Pinamar de hace ochenta años, qué queda hoy. ¿Un visitante dónde lo puede encontrar?
Gran parte de aquel Pinamar hoy sigue reflejándose. Pero hay una zona fundacional que sigue casi igual que hace ochenta años. Se empezó a construir a fines de la década del cuarenta. Entre la avenida Bunge y el comienzo de Ostende. Hablemos del hotel Playas que es muy importante porque es el lugar donde Bunge dijo “acá voy a poner el ancla”, y era un ranchito, un lugar para las ventas, y después una pequeña construcción para quedarse él. Hoy es el hotel Playas, un hotel que ha sido restaurado y aún mantiene la elegancia y la sensación del paso del tiempo. Detrás del Playas está La Vieja Hostería (que hoy es un hotel boutique precioso con un restaurante fantástico, lean la nota de MALEVA). Y después las calles circulares de todo ese barrio al sur. La calle Caracol. Es para caminar y descubrir las primeras casas de Pinamar que siguen todas en la zona. Calles con forma de arco, con movimiento, y eso fue porque los fundadores quisieron jugar con el visitante. Sorprenderlo. Incluso con los nombres de las calles. No se llaman Juan Bautista Alberdi ni Rosas ni Perón, se llaman Gulliver, Tritón, Marco Polo. Figuras míticas y fantásticas. Ese espíritu juguetón estuvo presente. Y siguió presente con el arquitecto que continuó con la obra de Bunge en Pinamar, que fue Clorindo Testa.
Un lujo…
¡Un lujo total! Gracias a esta gente como Bunge o Clorindo, Pinamar creció con orden. Pinamar nace de un proyecto privado – antes pasaba mucho, desde Mar del Plata hasta Ramos Mejía -, y hoy co existen de manera virtuosa la municipalidad y Pinamar Sociedad Anónima, lo cual es muy raro. Se ha logrado un alineamiento, en mi opinión, bien trabajado.
Vos destacás mucho el relieve de Pinamar, que fue erigida sobre médanos altísimos de “tierra blanda”. Casi un milagro en su época.
Claro. Y hay dos cuentos que yo descubrí. Uno es sobre el “Valle Fertil” que en general nadie sabe porque hay una calle que se llama así. Y es porque en los primeros dos o tres años de la creación de Pinamar, allí había un vivero. Todo se hacía a caballo, en esa época todo se hacía a caballo y eran distancias entre médanos. ¡No había cuatro por cuatro! Los médanos son literalmente cerros de arena, y al bajar, se producen pequeños valles. Y con una particularidad de la región. Bajo estos médanos hay agua dulce a muy baja profundidad. A veces, el agua subía y se creaban pequeñas lagunas entre cañadones. Lo que Bunge descubre es que allí pueden tener ganado. Y eso fue fundamental para poder alimentar a los hombres que trabajaron en la forestación y creación de la ciudad. Fue casi como alimentar una campaña militar. Entonces, una de las primeras expresiones de Pinamar no es el bosque ni la playa, es una explotación ganadera con vacas y ovejas entre los médanos. Ese establecimiento Valle Fertil funcionó muchos años. Y otra historia me la contó una amiga de ochenta años, que ya iba a Pinamar cuando tenía doce años. Y les encantaba andar a caballo. Y al escucharla – y lo mismo dicen algunas cartas de Cecilia Bunge, la hija de Jorge -, me relata la experiencia de cabalgar por los médanos, alejada de Buenos Aires y la civilización, y podían cabalgar por horas en esa inmensidad sin encontrarse con nadie. Es mágico.
Claro, hay una imagen muy bella en el libro que son dos amigas de los primeros tiempos que galopaban hasta el hotel Viejo Hotel Ostende (lo único que existía) para buscar medialunas.
Así, es. Era un programón. También lo era cabalgar hasta el casco de la estancia de los Guerrero, pero en el camino pasar por el Viejo Hotel Ostende, esa antigua construcción, decana de esas playas. El único edificio que sobrevivió a la primera fundación de Ostende.
¡Dónde además se alojaba (en la habitación 51) y veraneaba Antoine de Saint Éxupery y se cree que habría escrito algunos textos! Hablamos de Saint Éxupery, el autor del Principito, el libro más leído después de la Biblia. Yo no sé como no lo destacan mucho más en Pinamar, es absurdo.
Sí, totalmente. Lo que espero es haber podido lograr transportar al lector hace ochenta años atrás o aún más, donde todas estas historias sucedían. Ese fue mi objetivo.
«Bunge le ofreció a Valeria Guerrero una y otra vez los mejores lotes para que ella hiciera su casa y ella lo rechazó. En cambio eligió instalarse a las afueras de Pinamar, aún en el campo, a un kilómetro. Una casa blanca, con tejas, estilo colonial, muy bonita y como una chacra. Valeria tiene un rol muy importante en la creación de Pinamar y no solamente por haber sido propietaria de las tierras. Pero ella al final se queda en esta casa, en donde mira a Pinamar, pero desde afuera y cuando quiere ir a Pinamar, puede, está a pasos, pero en general decide quedarse afuera…»
En la misma línea y sigo indagando. ¿Qué tres coordenadas poéticas de la historia de Pinamar le recomendás a la gente que viva, que los conozca?
Uno, lo que ya mencioné, ir a pasear entre las viejas casas del Sur. La Marejada se llama una. También hay una torre de agua por allí que Bunge hizo el plano. Pero cuando vayan intenten imaginarse lo que era eso. Como aquellas primeras familias caminaban desde esas pocas casas hasta la playa. O hasta los primeros balnearios como El Atlántico, que hoy sigue funcionando, o El Dorado o La Posta, y son las mismas familias aún hoy las propietarias. Esa continuidad tiene que ver con la conservación del espíritu original de Pinamar. Otro lugar es una plazoleta. Que no es pintoresca pero es tremendamente importante para entender la historia de Pinamar, está marcada con un cartel. Es en Constitución hacia la ruta, poco antes de llegar a Intermedanos. Ahí empezó todo. En esa plazoleta. La estación de trenes de Pinamar estaba allí, que fue muy importante para el desarrollo de Pinamar. Se llamaba Punta Rieles ese lugar. Hoy hay una placa. Y casi nadie conoce este lugar. El Papá de Valeria Guerrero (Manuel) construye de su propio bolsillo un ramal que iba hasta Juancho y después la extensión llega hasta este lugar. Es la médula ósea de Pinamar. Y el tercer lugar al que tienen que ir, si bien no es estrictamente Pinamar, es el Viejo Hotel Ostende donde la historia entra por los poros. La familia Salpeter lo tiene hace casi medio siglo y hacen un trabajo fantástico por conservar el alma del lugar. Allí se puede sentir la historia de los locos que se mandaron a construir Ostende treinta años antes de Pinamar (nota de MALEVA: aquella primera Ostende tuvo un final abrupto y quedó enterrada bajo los médanos) y Bunge entendió muy bien los errores que se cometieron al momento de hacer Ostende.
Pregunta con otro foco. Somos un medio hedonista. ¿Qué tres rituales de placer vinculados a la historia de Pinamar le recomendás a quienes nos leen?
Sí, voy a decirles lo que a mí además me da mucho placer. Una es ir a comer a algún lugar sobre el mar. Yo recomiendo el restaurante de Rada Beach que es re lindo. La cocina es muy buena y allí me pido una provoleta riquísima con hongos y después son muy carnívoros: el garrón de cordero, el ojo de bife y excelentes vinos. El Atlántico tiene algo muy auténtico también. Es de la familia Crinigan (pioneros en la zona) y están ahí los colorados atendiéndote. Es cocina de mar sencilla pero muy rica con una linda barra coctelera afuera. También me encanta ir a Oxalis a almorzar o tomar un café con su pastelería riquísima. Asimismo, iría a ver el atardecer en el nuevo tramo de madera. Es como un corredor que lo acaban de terminar, y es fantástico, empieza en el balneario Marbella, otro clásico de Pinamar. Desde allí no se puede ver la puesta del sol en el mar, algo que no tenemos en Pinamar, pero al atardecer se puede ver la salida de la luna que es maravilloso. Y si son personas astrológicas, como en mi familia, es fascinante. El otro lugar que es un clásico y no bajó la calidad y con mucha historia es Tante. La casa perteneció a una Mezzo Soprano que se llamaba Bruna Castagno, quien cantó en los grandes teatros de Ópera de Italia y el Colón. Ella, en Pinamar, cantaba arias desde el balcón de su casa y la gente ponía sus lonas y el mate o lo que sea, para hacer un picnic y escucharla. En Pinamar en la década del cincuenta y sesenta hubo una movida de muchos artistas, cantores, cineastas.
¿Y una Valeria Guerrero con su espíritu libre y romántico hoy a dónde iría?
A ella le encantaba ir al Viejo Hotel Ostende con su vajilla de plata y sus sábanas de algodón egipcio. Hoy iría probablemente a La Vieja Hostería. Ella amaba Pinamar. Pero finalmente siente que en la Sociedad que manejaba Pinamar no había lugar. Aunque ojo, tuvo la oportunidad de hacerlo, pero surgió una rivalidad creo yo en la que ella no encontró su lugar. Después fundó Valeria del Mar pero tampoco lo sintió propio. Ella se aleja. Pero tiene una casa que se llama El Tala. Y es una especie de jugarreta de la historia. Bunge le ofreció una y otra vez los mejores lotes para que ella hiciera su casa y ella lo rechazó. En cambio eligió instalarse a las afueras de Pinamar, aún en el campo, a un kilómetro. Se ve esta casa viniendo por la ruta 74 que viene de Madariaga, a la derecha. Una casa blanca, con tejas, estilo colonial, muy bonita. Como una chacra. Valeria tiene un rol muy importante en la creación de Pinamar y no solamente por haber sido propietaria de las tierras. Pero ella al final se queda en esta casa, en donde mira a Pinamar, pero desde afuera y cuando quiere ir a Pinamar, puede, está a pasos, pero en general decide quedarse afuera.
«Entre los lugares poéticos, vinculados a la historia de Pinamar, recomendaría que fueran al restaurante Tante. Y que presten atención a la casa. Perteneció a una Mezzo Soprano que se llamaba Bruna Castagno, quien cantó en los grandes teatros de Ópera de Italia y el Colón. Ella, en Pinamar, cantaba arias desde el balcón de su casa y la gente ponía sus lonas y el mate o lo que sea, para hacer un picnic y escucharla. En Pinamar en la década del cincuenta y sesenta hubo una movida de muchos artistas, cantores, cineastas…»
En La Tierra Blanda aparece otra idea crucial. Que en las primeras décadas de Pinamar hubo dos figuras centrales que fueron guardianes de la visión auténtica de Pinamar. Jorge Bunge mismo y su hija Cecilia (Bunge de Shaw). ¿Hoy alguien ocupa ese lugar o se volvió todo anárquico?
No. Existe gente que sigue guardando esa visión. Hay una preocupación de la municipalidad de volver a trabajar la idea de hacia dónde vamos. Creo que lo hacen de corazón. Son gente de ahí. Pero también hay que saber que Pinamar se expande hacia el norte y está llegando a un punto que es su límite. Donde termina. El Intendente Ibarguren (Juan) hizo una serie de jornadas donde se pensó en el Pinamar de dentro de treinta años. También Pinamar Sociedad Anónima organiza jornadas con arquitectos, urbanistas y emprendedores, hace poco fue Mateo Salvatto, donde está la idea de proteger y conservar y desarrollar esta visión de los fundadores. Creo que está activo el interés en la visión de varias personas y de la sociedad civil.
A mí me da tristeza lo que sucede en la Frontera, donde los últimos médanos originales de Pinamar se convirtieron en una especie de autódromo ilegal para correr picadas. Pienso que a Bunge también le produciría desconsuelo.
Justo estás tocando un punto muy sensible. Pinamar promovió la actividad de cuatriciclos y vehículos para circular por los médanos. En favor de Pinamar, se logró que en el sector más urbano haya más cuidado, pero es cierto que La Frontera es tierra de nadie. Si fuera por mí convertiría esa zona en una Reserva Natural. Me encantan las aves, la fotografía de naturaleza. Y en la zona hay una bio diversidad tremenda. Pero en La Frontera ya no hay nada por el peligro constante, y el ruido. Es un tema complicado porque la actividad a Pinamar le genera ingresos. En mi libro hablo de Montecarlo, que es un pueblito al norte de Pinamar, que es como Las Líneas de Nazca, sólo desde el aire se ven las calles. Creo que en el futuro, lo que se viene es por ahí. Pero vuelvo. Yo creo que habría que empezar a pensar muy seriamente la idea de hacer una reserva ecológica en el norte. ¡Es un paisaje increíble!
Tu libro me hizo acordar a otro libro magnífico y bastante reciente, que es «Mar de Plata un sueño de los argentinos» de Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza donde ellos plantean que Mar del Plata, para todo argentino, algo simboliza. ¿Qué es Pinamar Paul en el imaginario argentino?
Para mí Pinamar sigue simbolizando un destino apacible. Y en algún punto es casi lo contrario de Mar del Plata, que se convirtió en una de las ciudades más grandes de Argentina y de la Provincia de Buenos Aires. Eso es positivo. El que elige Pinamar busca siempre el bosque. Alejarse del bullicio urbano. La vida nocturna de Pinamar no es algo tan «uau» tampoco, más allá de los restaurantes y algunos boliches no tan grandes para los jóvenes. Hay un cierto orden y calma en Pinamar. Pinamar también tiene magia. Esa sensación de que te podés perder en las calles, que fue algo que pensó mucho Clorindo Testa. La gente busca esa tranquilidad. Pero es mi opinión. El encanto de Pinamar es su misterio.
¿Y qué imaginás en el futuro de Pinamar, así como escribiste como nadie su historia? ¿Cuál es tu anhelo?
En el norte de Pinamar están haciendo viviendas multi familiares, que va a cambiar el centro de gravedad de Pinamar que en cinco años más creo que va a ser el norte. Es una cantidad de edificios impresionante y de muchísima calidad. Nada que ver con los que se hicieron en la década del sesenta y setenta. Es una calidad como la de Punta del Este, pero sin torres que dan sombra a la playa. Para mí el desafío es que ese desplazamiento hacia el norte se haga de forma armónica. Quiero decir, el tráfico, el agua. Y me encantaría, ya lo dije, que hacia el norte haya una reserva protegida. A Pinamar, agrego, le falta algo que es visitas más regulares a lo largo del año que Pinamar, a diferencia de Cariló, no lo logra. Sigue pasando del medio millón de personas en el verano a las cincuenta mil en otras estaciones. En definitiva, me gustaría que no cambie tanto, sino que se mantenga lo que es. O que se agreguen lugares con un cierto estilo. Como el nuevo vivero de Pinamar, al norte, que me encanta lo que se hizo. En vez de guardarlo como un lugar técnico o científico, lo abrieron al público con un café encantador que se llama Fauna. Por eso, para mí Pinamar siempre va a ser distinto.
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Fotos: las fotos antiguas de Pinamar son parte del libro y son gentileza exclusiva de Paul Dougall para esta nota.