Todo sucede bajo la torre Bellini de Wework
Además de cambiar para siempre el paisaje de Retiro con su imponente fachada espejada, la nueva torre Bellini (en la esquina de Esmeralda y Paraguay) también se convirtió en eje de un renacer gastronómico de la zona con un puñado de excitantes nuevas propuestas. Es que los locales de su planta baja ahora son hogar de un amplio menú de posibilidades que van desde la comida rápida hasta la cocina peruana gourmet, pasando por los vinos y los tragos.
Aunque el canto de sirena de Deltoro son la hamburguesas, la carta amplía su exploración convirtiéndolo en un restaurante de comida rápida gourmet hecho y derecho.
De esa manera, salta a la vista el monumental bife de chorizo de 400 gramos, de Angus certificado, que viene acompañado por las imbatibles papas soufflé de la casa, casi obligatorias. En combo con una copa de Alamos Malbec, es una oferta ideal para el oficinista en búsqueda de una propuesta express pero de calidad.
Los packs también incluyen, claro, a las hamburguesas, elaboradas con una mezcla de paleta y rosbif. Una clásica con queso puede comerse aquí, acompañada por papas y gaseosa, en un pack sumamente económico al igual que la hamburguesa del mes con papas y cerveza. Dentro de la ruleta hay 10 estilos, incluyendo versiones en cordero y cerdo.
Los sabores del menú de la nueva aventura de Anthony Vásquez, esta vez bajo el paraguas de la marca que Gastón Acurio inventó en su Perú natal, se despliegan como los pétalos de una flor fragante y colorida.
“Muchos piensan que sólo sé hacer ceviche. Pero soy un cocinero peruano, y ésto es lo que cocinaban mi mamá, mi abuela y mi tía”, se enorgullece Vázquez.
Las croquetas de ají de gallina, con mezcla insuperable de suavidad y crocante, o los causushis (mini-causas limeñas con diferentes rellenos) se destacan entre las opciones de piqueos, mientras que en los principales vale pactar con los compañeros de mesa y compartir las porciones del seco de ternera, que se desmecha a presión de tenedor, o el “bife de Anthony, el goloso”, acompañado por tallarines al pesto y papas a la huancaína. La vidriera de postres y la barra de montaditos completan esta honesta celebración de la gastronomía peruana.
“Es un barrio que me encanta y que, creo, necesita más nocturnidad. Eso queremos darle. Además, también es el barrio donde vivo con mi familia”.
Así resume Aldo Graziani su atracción por la zona que alberga su wine bar, concebido como un espacio donde el vino significa democracia sin códigos crípticos. La carta despliega opciones que esquivan alegremente las grandes bodegas tradicionales y favorecen el formato en copa aunque sin dejar de lado la botella, siempre a precio de vinoteca.
El vino es aquí amable dictador, así que la comida se acomoda en un trono que no por secundario es desprolijo o improvisado: las empanadas de lomo son enjundiosas más nada pesadas, el pan tomate con jamón crudo se eleva como el mejor amigo de la copa, y hasta hay una hamburguesa apoyada en ingredientes simples y nobles.
Con ensaladas, sándwiches y platos calientes simples que ponen en primer el respeto al devenir de lo estacional, Fresco se ganó el corazón -obviamente, por vía del estómago, como debe ser- de los habitantes del horario laboral del Microcentro. Y con la próxima apertura de su nueva sucursal, confía en hacer lo mismo en la Torre Bellini.
“Siempre buscamos aportar una bocanada de aire a ciertas zonas que creemos tienen un enorme futuro y que por mucho tiempo estuvieron dejadas de lado”, cuenta Sebastián Pertiné, uno de los socios fundadores de Fresco. Con un local diseñado por Horacio Gallo en base a los azulejos blancos que son su sello, el nuevo espacio buscará así “subir la vara, mostrando que la comida sana y rápida no es un mito si se hace bien”.
A sólo una cuadra y media de la torre, sobre Maipú al 981, otra propuesta también le da lustre a la noche en la zona. Aunque su devenir empezó como bar de tragos repleto de guiños autóctonos -ya son famosos sus tererés armados sobre ron o gin- y una cocina robusta y cuidada, pronto agregó también un café de especialidad en la planta baja. “Es una zona que te da la posibilidad de trabajar toda la semana y todo el día, con un público muy variado. Desde las 8 hasta las 19 está cautivo y en búsqueda de ofertas variadas”, explica Santiago Lambardi, uno de los responsables del espacio. Con una carta de cócteles que pone el acento en la innovación y la experimentación, acaba de renovar la oferta con tragos como el Caudillo (Johnnie Walker Gold Reserve, Martini Bianco, sauco y lavanda) o el Chupete (gin Star of Bombay, Pimm’s, kombucha, hibisco y sandía) que invitan a maridajes audaces con platos como la tortilla de papas con chistorra ahumada o el corte de ternera a las brasas.
Fotos: gentileza restaurantes mencionados.