El «awakening»de Josefina Rodríguez Egaña: entrevista a la fundadora de YUKI, la comunidad de hacedores creativos sub 35 más potente

¿Cómo se le ocurrió y qué piensa la mente detrás de YUKI (Young Unique Kreative Individuals)? Una vidriera constante y una incubadora inquieta/¿Cuál fue el «error» y oportunidad que vio en la comunidad emprendedora? Una estadía en Nueva York que lo cambió todo, la novedad de los cursos y una agencia auto sugestiva que no se parece a nada.

Josefina define a Yuki como «el amor de su vida»

El «awakening»de Josefina Rodríguez Egaña: entrevista a la fundadora de YUKI, la comunidad de hacedores creativos sub 35 más potente. Por María Delfina Carmona (texto y fotos). 

YUKI es una comunidad de creativos sub 35. Sus siglas – Young Unique Kreative Individuals – engloban a personas que hacen y piensan distinto. En su manifiesto eligen expresiones como “vidriera constante” e “incubadora inquieta” para definirse. YUKI es un nexo que conecta talento emergente con oportunidades, una multiplataforma que reúne una meca de artistas con potencial y mirada fresca, dándoles la posibilidad de tener un espacio para mostrarse y generar mesas de trabajo interdisciplinarias con la creatividad como primera aliada. Puertas para afuera, funcionan como una agencia creativa alternativa que crea equipos a medida. Intracomunidad, se prestan como un espacio impulsor de proyectos.

Josefina Rodríguez Egaña es la cabeza, el corazón y los pulmones detrás de esta idea que empezó a gestarse hace 5 años y que hoy ya tomó otra talla. Nos cuenta cómo su fantasía fue mutando hasta convertirse en “el amor de su vida” y cómo lo colaborativo a la hora de crear es fundamental. Josefina es de esas personas que hablan con brillito en los ojos y convicción genuina en su proyecto. Cargada de energía y muy conectada con su intuición, se animó a abrir signos de pregunta y salir a crear eso que no estaba encontrando en el mercado. YUKI es el fruto de una búsqueda muy sincera que parte desde su admiración al talento y en poco tiempo logró algo enorme: representan más de 550 young makers inquietos.

Antes de meternos de lleno a hablar de YUKI, ¿vos de qué campo venís? ¿Cuál es tu área de expertise?

Me recibí en Turismo. Al tiempo renuncié a mi trabajo y me fui a vivir a Nueva York. La experiencia allá me hizo resetear todo. Empezó a germinarse una semilla que tuvo que ver con personas talentosas buscando su lugar y haciendo lo que disfrutan, buscando sobresalir. Esa determinación me enamoró. Cuando volví, lo hice con la decisión de emprender. Fueron muchos meses de hacerme preguntas y de observar. De todo ese cuestionamiento surgió YUKI,fue incubándose muy orgánicamente.

¿Surge desde un lugar tuyo donde te parás como artista o desde la mera admiración a otros?

No, no soy artista. Empecé YUKI desde la observación, desde las ganas de reunir y estar cerca de personas que me generaban admiración. Y recién adentrada en el proyecto fue que descubrí la creatividad que había en mí. Fue como un awakening creativo, un arranque muy orgánico.

¿Cuál fue la definición inicial del proyecto en tu cabeza, esa primera forma que tuvo cuando lo empezaste a cranear?

Iba a hacer una comunidad de emprendedores sub 35 pero ahí faltaba algo: lo que mutó y le dio fuerza fue lo de creativos, ahí estaba la clave. Justamente la sensación era que el mundillo emprendedor no consideraba a los creativos y los creativos no se consideraban emprendedores. Y, para mí, ahí había una brecha, un error, y en eso mismo una oportunidad. Es ahí donde entra YUKI. Porque los creativos entendiéndose emprendedores y adquiriendo ciertos procesos adoptan mucha más potencia. Entonces salí a buscar a esas personas que estaban haciendo algo que me gustaba.

¿Cuál fue el primer paso?

El primer laburo que hice fue armar una base de datos de una nueva generación de hacedores jóvenes. Los contacté y les hice preguntas sobre qué consideran el éxito, cuál había sido el mayor desafío de emprender y qué les apasionaba hacer de lo que hacían. Genuinamente quería conocer a esas personas y entendí que había todo un mundillo por explorar.

Ese interés propio y auténtico se convirtió en un motor orgánico muy potente. ¿Qué había en los jóvenes que te interpelaban tanto? ¿Por qué decidiste acotarlo a los sub-35?

Iba a charlas de emprendedores y los referentes que había como modelos de éxito eran todas personas que superaban los 40 años, que habían emprendido pre-internet. Su mindset y la forma en la que se comunicaban no me incentivaba a hacer sino que todo lo contrario: me quitaba las ganas o me llenaba de miedos en vez de sembrar dudas que generen movimiento, que traccionen. Había mucha regla y en la creatividad no hay una fórmula. La fui encontrando por decirle que no a todo lo que no me resonaba y a la construcción binaria como regla.

En la definición de YUKI está muy a flor de piel el concepto de comunidad. No eligieron definirse como ‘plataforma’ o ‘base de datos’, ¿por qué lo encaraste así?

No hice YUKI con la urgencia de que sea monetizable, con la necesidad de que sea un negocio. Quería que dé plata cuando eso tenga que pasar. Yo lo que quería hacer era encontrar el amor de mi vida de alguna manera, encontrar algo que me apasionara. Al principio solo podía decirles “somos jóvenes sub 35 que piensan y hacen distinto”: había algo de esa amplitud que resultaba invitación, que era convocante. No por sentirse superior, sino por esa sensación de no pertenecer, de ser outsider. Fui creando YUKI  a medida de las respuestas con las que me fui encontrando. Me hizo muy bien darme el permiso de recorrerlo así, sin tener un librito. Todo eso fomentó la sensación de comunidad.

«Iba a hacer una comunidad de emprendedores sub 35 pero ahí faltaba algo: lo que mutó y le dio fuerza fue lo de creativos, ahí estaba la clave. Justamente la sensación era que el mundillo emprendedor no consideraba a los creativos y los creativos no se consideraban emprendedores. Y, para mí, ahí había una brecha, un error…»

En YUKI hay mucho protagonismo del acto colaborativo de crear, ¿de dónde salió la chispita de poner el foco en la interdisciplina?

Fue muy intuitivo: fantaseaba con una mesa de gente de distintos rubros trabajando en conjunto. ¿Qué pueden generar un artista plástico y un maquillador? Ese tipo de duplas me generaba mariposas en la panza. El primer círculo de personas que se sumó creyó mucho en el proyecto y se pusieron la camiseta de entrada, recomendaron a otros y orgánicamente empezaron a hacer una especie de curaduría y trabajo en conjunto. Todo eso hizo que el proyecto sea muy potente desde la identidad, que si bien hoy tiene una personalidad y una línea, en ese momento era muy mutante.

¿Cómo es esa curaduría para elegir a los YUKIs?

Hay varios elementos que me parecen importantísimos y uno es la emergencia, la inquietud. El foco nunca estuvo puesto en artistas o emprendedores creativos que ya estaban hechos; por el contrario, YUKI buscaba ir un poquito más atrás y encontrar a ese que ya está haciendo cierta ebullición en su nicho y que es promesa.

Claro, más como una especie de incubadora.

Exacto, ese que sentía que la iba a romper me resultaba más atractivo porque ahí hay un testimonio mucho más fiel del recorrido. Y por otro lado, hay personas que tienen en su pluralidad algo genial, que tienen un abanico de posibilidades. Esa clase de individuos pulpo me interesaban mucho. Y después, más allá de lo estético que a mí personalmente me puede resultar lo que hacen, hay una curaduría de otras personas. No es un equipo formal, pero mucho de lo que pasa en YUKI sucede por recomendación. Yo le digo efecto capilar: una persona le habla a otra, que le habla a otra y así va sucediendo y siempre permitimos y alentamos eso. Una de las cosas tienen en común es lo plurales que son. Y hay algo muy sencillo que es que del otro lado, la persona que llegue te inspire y te interpele, que den ganas de sumarlo porque le haría bien a la comunidad. Así se va generando un espacio de cultivo a nivel energía que es súper enriquecedor.

En su manifiesto se definen como “artistas disconformes” y de darle lugar al artista como un proceso activo. ¿Por qué el énfasis ahí?

Busco la no conformidad en lo que tiene que ver con el hacer de uno. Lejos de estar hablando de la sensación de inconformismo con la vida, cuando me siento a laburar no conformarme es combustible. Siempre digo en YUKI que somos un work in progress constante. Me parece que esa ebullición y ese quilombo es algo positivo.

En YUKI se habla mucho de la creatividad como algo no estandarizable, como algo único y muy individual; ya desde las mismas siglas del nombre se le está dando entidad al individuo, con una singularidad y una impronta única. ¿Fue una decisión consciente?

Claro, el unique viene de ahí. Me parecía que en esa singularidad pasaba todo. Esta definición de young unique kreative individuals tenía que ver con algo que somos todos: todos somos individuos únicos y creativos – y jóvenes hasta que lo decidamos o que crezcamos -. Tenía la sensación que en el establishment del emprendedor se buscaba generar modelos de negocios que a mi criterio eran despersonalizados. Para mí la magia está en que seamos individuos singulares y distintos, entonces el darle protagonismo fue una de las primeras cosas que pasaron en YUKI. Pusimos al frente al creativo, con foto, nombre y apellido, contando su historia y su búsqueda. Gracias a eso también es donde uno se inclina más por consumir esto o lo otro: por esa afinidad, inspiración, estímulo que da el que vos seas vos y no otra persona. Eso es algo que no estaba encontrando tanto y por eso es que lo terminé yendo a buscar.

«Para afuera somos una agencia creativa no convencional. Lo que nos hace atípicos es que en vez de generar una estructura armada y salir a buscar clientes, generamos equipos de trabajo a medida para cada proyecto. Eso lo hace muy dinámico, muy amorfo. E intra comunidad, hay muchos proyectos que se generan desde adentro, auto gestivos e independientes…»

¿Funcionan a modo de agencia creativa?

Para afuera somos una agencia creativa no convencional. Lo que nos hace atípicos es que en vez de generar una estructura armada y salir a buscar clientes, generamos equipos de trabajo a medida para cada proyecto. Eso lo hace muy dinámico, muy amorfo. E intra comunidad, hay muchos proyectos que se generan desde adentro, auto gestivos e independientes. Son proyectos de exposición, de exhibición, de cuestionamiento creativo, de networking. Es una multiplataforma porque YUKI puede ser y es mil cosas. Realizamos de repente un pop up donde las personas que son parte de la comunidad venden lo que hacen o el día de mañana podríamos tener un mercado online. Vamos eligiendo los proyectos muy orgánicamente.

El año pasado lanzaron sus cursos. ¿Cómo son?

Los cursos siempre estuvieron en el tintero y con la pandemia fue clave la virtualidad. La particularidad que tienen es la multidisciplina en cuanto a quienes están del otro lado así como darle un canal a personas que no se dedican a dar clases. La idea es que un artista cuente sus experiencias o sus desafíos. Buscamos que sea un espacio horizontal de compartir, de transmitir, de generar preguntas que resuenen distinto en cada uno y motiven a salir a buscar la respuesta.

¿Y cuáles son los planes a futuro de YUKI?

Uf, van a pasar un montón de cosas. Queremos seguir con los hubs creativos para clientes, tener cursos fijos, charlas abiertas, armar jornadas para trabajar sobre el portfolio. Estamos en constante transformación y lo celebramos. Ojalá poder seguir creciendo en los objetivos que tenemos: que el sentido de comunidad crezca, que YUKI sea sinónimo de generación de trabajo, de sinergia, de ideas, de innovación, porque todo eso hace a la nueva cultura.