Cuando ponerse la gorra no te hace más elegante
Por Andrés Kilstein
Freud nos explica que la cultura nace con una prohibición fundamental: el incesto. Esa censura inicial es luego desplazada a muchas otras prohibiciones, dando origen a la civilización. Sin embargo, cuando la prohibición se vive como abusiva y desproporcionada hablamos de un fenómeno particular: el ponerse la gorra. Aquí algunos ejemplos paradigmáticos:
1) Vas a uno de esos cines en cadena, tan necesitados del ángel de un antiguo Atlas Santa Fe o Splendid. Te encontrás con un cartel que reza: “Prohibido ingresar con comida que no sea comprada en el candy’s (sic) del cine”. Aturdido al principio por el reemplazo con una palabra foránea de la ya foránea “kiosco”, me concentro luego en el acto de censura propiamente dicho. ¿Qué? ¿Me vas a revisar la mochila a ver si tengo un paquete de mentolados? ¿Me vas a someter a un detector de garrapiñadas? Quizá haya agentes de civil en la sala que se te aproximen en el medio de la proyección y te susurren al oído “Te vi. Ese chocolate aireado no es de nuestro candy’s”. No te pongas la gorra.
Si van a prohibir algún tipo de comida, empiecen por los nachos con queso que ustedes mismos expenden y que dejan la sala con tanto olor a pata como si todos los espectadores se hubieran descalzado al mismo tiempo.
2) Estoy limpiando mi hogar. El polvo levantado me da alergia y me dirijo a una de estas farmacias-supermercado para comprar unos pañuelitos descartables y anticongestivo. Le entrego a la señorita de la caja mi tarjeta de débito y ella, no conforme con lo que le doy (como las mujeres en general) me pide más, mucho más. El DNI. No lo tengo. No puedo venderte nada, es su respuesta.
Escuchen bien: si mi intención es reventar una tarjeta de débito ajena, probablemente robada, ¿voy a comprar unos pañuelitos y un anticongestivo? Es OBVIO que la tarjeta es mía. No te pongas la gorra.
3) Restaurante tenedor libre. Mesa de ensaladas. Mesa caliente. Rincón de las pastas. Rincón de la parrilla. Cartel en la entrada: “Si es tu cumpleaños, nosotros te invitamos”. Perfecto, esta vez sí llevó mi DNI, así no levanto sospechas de un fraude que nunca se me ocurriría hacer. Invito a una mujer. Y a la entrega de la carta descubro la verdad: una letra chiquita me hace saber que la promoción del cumpleaños es válida sólo para mesas con más de 5 comensales.
Loco, es mi cumple! Ustedes van a elegir mis invitados?!?!?! ¿Me van a obligar a invitar a primos con los que no hablo ni por mensaje de texto sólo para recibir alimentos gratis? No te pongas la gorra.