CRÓNICA DEL RALLY DE LAS PRINCESAS: AUTAZOS DE COLECCIÓN, MUCHO GLAM Y EL CARISMA INOXIDABLE DE PANCHO DOTTO / POR DELFINA KRÜSEMANN /
Una vez al año, más de cien mujeres se reúnen en Paraná, Entre Ríos, para participar de un evento singular: el Rally de las Princesas, una carrera de regularidad que se realiza en las afueras de la capital provincial, cruzando pueblos históricos y a través de campos verdes y ondulados. A bordo de autos clásicos de colección, compiten modelos, celebrities, deportistas, descendientes de leyendas de las carreras, fanáticas del automovilismo, locales y extranjeras. Todas ellas buscan una sola cosa: ¿“el honor de competir”…? ¡NO! Lo que ellas quieren es ¡la gloria! Este año, MALEVA estuvo ahí para vivir este desafío en cuatro ruedas.
No es un dato menor: si bien el Rally de las Princesas ya va por su sexta edición, esta es la segunda vez que la organización cae en manos de Pancho Dotto. Y, hay que decirlo, el archi famoso manager de modelos ha logrado darle al evento una pátina extra de pompa y elegancia. Es que Pancho sabe muy bien cómo lograr una celebración exorbitante, y no quedan dudas de la seriedad con la que se toma su rol de showrunner cuando avisto el dron y el helicóptero que sobrevuelan el cielo para tomar imágenes aéreas desde todos los ángulos. El rally podrá correrse en el bucólico paisaje de la campiña entrerriana, pero la adrenalina está a full.
Hay peligro de recalentamiento mental en algunas participantes la tarde anterior a la largada, cuando los técnicos del CAACER (Club de Automóviles Antiguos y Clásicos de Entre Ríos) nos explican las claves para competir. No, señoras y señoritas, esta no es una carrera donde ganan las más rápidas: se trata más bien de lograr una velocidad constante, para llegar a puntos delimitados del trayecto en un horario híper preciso, nanosegundos incluidos. Por eso, en este caso la copiloto es tanto o más importante que la piloto: será ella la encargada de elaborar intrincadas hipótesis y fórmulas matemáticas para llegar justo a tiempo. Mientras veo a varias de mis rivales desorientadas, me pregunto: ¡¿a quién se le ocurre exponer a 120 mujeres a una prueba que implica absoluta puntualidad?! El desafío no me achica; será solo un prejuicio más para derribar, así como el que dice que las chicas y las máquinas no nos llevamos bien. A la mañana siguiente, bien temprano y cronómetro en mano, con mi piloto Valentina Bessia estamos listas para la acción, a bordo de nuestro… Fiat 600. Ok, quizás no intimidemos demasiado, pero ¿existe auto más emblemático? “No sé si nos vamos a consagrar campeonas, pero de seguro nos ganamos el premio a Miss Simpatía”, pienso. ¡Aguante el “fitito”!
«¡¿a quién se le ocurre exponer a 120 mujeres a una prueba que implica absoluta puntualidad?! El desafío no me achica; será solo un prejuicio más para derribar…a la mañana siguiente, bien temprano y cronómetro en mano, con mi piloto Valentina Bessia estamos listas para la acción, a bordo de nuestro… Fiat 600. “No sé si nos vamos a consagrar campeonas, pero de seguro nos ganamos el premio a Miss Simpatía.»
Carolina Peleritti, piloto de un BMW SL blanco de 1969 (el auto soñado, según Pancho). Renata Fangio, la sobrina nieta de nuestro más célebre corredor, conduciendo una Maserati roja que perteneció a su abuelo. Un Rolls Royce del 29, manejado por Gisela Spadafora, hija del director del Museo del Automóvil de Buenos Aires. Una Tulieta GT del 74, armada por el incomparable Tulio Crespi, en la que compite su hija Gaby y Karina Mazzoco. Un BMW 328 del 36, con María Anadón al volante, la hija de Jorge Anadon, fundador de Pur Sang, un atelier de automóviles Grand Prix. Claudia Sánchez, a bordo de un Jaguar MK5 negro del 76. Virginia Elizalde y su hija Sol, en un despampanante Lotus Eleven gris plata del 55. Y la norteamericana Sheryl Greene, de la fundación Hellé Nice, esta vez copiloto de la Bugatti de 1927 con la que participa por tercera vez consecutiva en este rally. ¿Quiénes son las verdaderas bellezas, los autos clásicos o las princesas? (Y, de paso, vale mencionar que Hellé Nice fue una modelo francesa y osada corredora del Grand Prix quien, ya por la década del 30, andaba abriendo camino a las mujeres en el automovilismo profesional.)
“Todas las corredoras deberán vestir con pantalón/pollera o ropa a elección blanca”, dice el mail de convocatoria. La mayoría de las participantes cumplimos a rajatabla y a ese look le sumamos los buzos grises y pañuelos rosas que Melocotón diseñó para la ocasión. Pero la posta, me doy cuenta después, es salirse de la norma y crear un estilo propio. Como las chicas del Ford Falcon TC, que se vistieron con el mismo outfit de pantalón y buzo azul con tiras rojas, bien deportivas. O como Carolina Peleritti, que se vino junto a su copiloto de mameluco negro, gorro orejero y hasta antiparras – no se habrán llevado el primer premio, pero fueron reconocidas como el binomio más canchero gracias a su onda retro. Claro que también están las que la pifian, como la corredora platinada que no solo usó plataformas doradas (¿quién puede manejar así?) sino que además, cuando se sacó el casco, ¡se le vio claramente la línea de extensiones! Y bueno, las princesas no están hechas de cera. ¡Pero algunas ya quisieran!
«La posta, me doy cuenta después, es salirse de la norma y crear un estilo propio. Como las chicas del Ford Falcon TC, que se vistieron con el mismo outfit de pantalón y buzo azul con tiras rojas, bien deportivas. O como Carolina Peleritti, que se vino junto a su copiloto de mameluco negro, gorro orejero y hasta antiparras.»
Ser “princesa por un día” conlleva todos los privilegios pero, también, las obligaciones propias de la realeza. A saber: sonreír, sonreír y seguir sonriendo. Aunque duela la mandíbula y la pose congelada ya te parezca de mentira. Pasa que, en el momento menos pensado, te agarran las cámaras de TV y los fotógrafos, quienes se comportan como los tan temidos paparazzi: “¡A ver, mirá para acá! ¡Descruzá los brazos, ponete el sombrero, sacate los anteojos, apoyate de costado sobre el auto!”. En cada parada y posta del trayecto, ahí están ellos, acechando. Pero lo más singular es entrar a los pueblos de la zona, donde la gente nos espera con música tradicional, banderas, trajes típicos, artesanías en madera y delicias gastronómicas con las recetas de la Oma – es que esta es un área en la que se instalaron muchas colonias de inmigrantes a principios de siglo XX, desde los alemanes del Volga hasta italianos, españoles e incluso árabes sirios. Pasamos entonces en ordenado desfile motorizado, saludando con la manito cual Reina Máxima de Holanda a los chicos sorprendidos, a los abuelos emocionados y hasta a los pichichos insolentes que nos corren y ladran.
«Pero lo más bizarro es entrar a los pueblos de la zona, donde la gente nos espera con música tradicional, banderas, trajes típicos, artesanías en madera y delicias gastronómicas. Pasamos en ordenado desfile motorizado, saludando con la manito cual Reina Máxima de Holanda a los chicos sorprendidos, a los abuelos emocionados y hasta a los pichichos insolentes que nos corren y ladran.»
Incansable. Ese es el adjetivo que mejor le calza a Pancho Dotto, que este año cumplió 60 pero sigue siendo tan hiperquinético, detallista y eufórico como siempre. Ahí está, a las ocho de la mañana, saludando y deseando buena suerte a cada uno de los binomios en la línea de largada. Es también el primero en llegar a los pueblos, donde dirige el estacionamiento de los autos (en ese momento, no puedo evitarlo, se me escapa un grito: “¡Pancho, delegá!).
Y, cuando ya todas estamos agotadas tras siete horas de rally y otras seis de festejo a lo grande, él todavía tiene energías para hacer el meneaito, cantando con voz ronca: “¡Yo yo yo te paré el taxi!”. Él solo es un show en sí mismo, y un ejemplo de cómo vivir la madurez sin perder el espíritu joven. Porque es el primero en llegar y el último en irse, porque se saca selfies a lo loco con Virginia Elizalde y no le avergüenza ponerse los anteojos para chequear cómo salió la foto, porque 45 años más tarde le declara su amor a la ex modelo Claudia Sánchez. «Te veía ir por la calle en este mismo auto que corrés ahora, el Jaguar, con una capelina blanca, y estaba enamoradísimo”, se ríe como un chico, micrófono en mano, y después le estampa un beso en la mejilla a la diosa absoluta de los 60 y 70. Durante toda la jornada, hay dos palabras que Pancho va a repetir hasta el cansancio (aunque es solo una expresión porque, a él, esa sensación nunca le llega): “feliz” y “gracias”. Me queda clarísimo: por hoy, todas seremos princesas, pero él es el rey… forever and ever.
«Pancho Dotto es un show en sí mismo, y un ejemplo de cómo vivir la madurez sin perder el espíritu joven. Porque es el primero en llegar y el último en irse, porque se saca selfies a lo loco con Virginia Elizalde y no le avergüenza ponerse los anteojos para chequear cómo salió la foto, porque 45 años más tarde le declara su amor a la ex modelo Claudia Sánchez.»
El momento cúlmine del rally-espectáculo es sin dudas el festejo de cierre, que tiene lugar en la mítica chacra El Refugio de Pancho, con asado para más de 800 asistentes, desfiles de Melocotón y Benito Fernández, música en vivo de bandas locales (muchas princesas festejaron el chamamé revoleando las servilletas), fuegos artificiales y hasta pool party. ¡Y cuando digo interminable, es literalmente! Perdí la cuenta de cuántos reconocimientos y premios se entregaron, pero el único que realmente nos importa es el máximo galardón. Solo a las dos mejores ganarán los relojes Hamilton y una invitación para competir en el Florida Car Marathon, en marzo del 2016. Para ellas, la aventura a lo Penélope Glamour continuará, pero la próxima vez con un escenario bien distinto: los dorados y exuberantes paisajes de Miami.
Fotos: gentileza organizadores del rally