Cinco ideas que te dispara la nueva muestra del Malba, “Del cielo a casa”/ Un guiño emotivo a la cultura y costumbres argentinas.

Más de 600 piezas (objetos, obras y documentos) ilustran la vida común de los argentinos en los últimos 120 años/ El hogar, la infancia, las cicatrices, veraneo y avanzada son algunos de los ejes temáticos sobre los que se organiza la muestra/ Para recorrer de manera subjetiva, activando la memoria emotiva/ Se puede visitar hasta el 12 de junio. 


La muestra se podrá visitar hasta el 12 de junio de 2023. 

Cinco ideas que te dispara la nueva muestra del Malba, “Del cielo a casa”/ Un guiño emotivo a la cultura y costumbres argentinas. Por: Lenchu Rodríguez Traverso. 

Un túnel del tiempo a la cultura argentina de los últimos 120 años: eso es “Del cielo a casa”, la muestra del Malba que inauguró la semana pasada su programa de exposiciones 2023, y que conquista con su constante apelo a la memoria emotiva de cada uno de los argentinos.

En la sala de exposiciones descansan más de 600 piezas, entre obras de arte, objetos y documentos, que retratan (de una manera muy cercana a nivel afectivo) la vida cotidiana íntima y social de nuestro país. El foco de la muestra es etnográfico: el habitante argentino, el que habita y usa los objetos, es el centro, más que los autores o productores de estos. Aborda la cultura material desde los usos, las costumbres, los rituales y los simbolismos que las cosas generan en nuestra sociedad. Por eso, no es una historiografía, es más bien un ensayo visual de la vida común argentina.

«Estamos acostumbrados a escuchar críticas incesantes sobre la Argentina. Sin embargo, es sorprendente descubrir en esta muestra la cantidad de innovación que nació acá, de nuestra gente, y que por su brillantez llegó a exportarse al resto del mundo. Si hay algo que no se le puede criticar, es la creatividad y la inteligencia de sus habitantes. ¿Será porque estamos acostumbrados a crear soluciones frente a las complicaciones constantes?…»

La exposición está organizada en constelaciones (no es cronológica) sintetizadas en trece palabras: “Argentum”, “Centro”, “Campo”, “Rutas”, “Antártida”, “Avanzada”, “Recreo”, “Siam/Di Tella”, “Cuerpo”, “Hogar”, “Cicatrices”, “Economía” y “Veraneo”. Con MALEVA la recorrimos a nuestro ritmo, recordando las palabras de presentación de sus curadores donde nos invitaban a observar y descubrir nuestras relaciones personales con los objetos, reavivando la memoria afectiva que nos provocan

A partir de lo que vimos, y de lo que pasó por nuestra cabeza una vez que decantamos lo que sentimos ahí dentro, compartimos 5 ideas, pensamientos y sensaciones que nos disparó la nueva muestra del Malba:

1) Argentina también da orgullo. 

Estamos acostumbrados a escuchar críticas incesantes sobre la Argentina (incluso la bastardeamos nosotros mismos); «un país que no avanza, que repite los mismos patrones , un país de delincuentes y pobreza». Sin embargo, es sorprendente descubrir en esta muestra la cantidad de innovación que nació acá, de nuestra gente, y que por su brillantez llegó a exportarse al resto del mundo. Si hay algo que no se le puede criticar, es la creatividad y la inteligencia de sus habitantes. ¿Será porque estamos acostumbrados a crear soluciones frente a las complicaciones constantes? ¿Porque nunca tuvimos nada fácil y siempre nos la tenemos que “rebuscar” para sobrevivir? ¿O es una tendencia de los argentinos que ya tiene siglos de historia? Lejos, a un gran océano de distancia, de lo que siempre fueron los países centrales, logramos hacernos conocidos igual, gracias a la obra de nuestra gente. 

Al fondo del salón, nos roba la mirada el helicóptero de Augusto Cicaré. El primero del hemisferio sur, que llevó al ingeniero a ganar premios internacionales, licencias de producción en Europa y hoy su pyme exporta estas aeronaves a más de veinte países. La Pastalinda, que vino a facilitarle la vida a los que se cansaban de amasar, fue obra de un inmigrante italiano en Argentina llamado Augusto Prot quien llegó a nuestro país post guerra mundial y concibió este producto que es un objeto de deseo hasta el día de hoy. Rasti, la marca de bloques de juguete, se lanzó al mercado con tal nivel de calidad que se exportó a varios países del mundo incluido Alemania, de donde es originario el formato.

2) Nuestros íconos demuestran que somos un país con personalidad de hierro.

La cultura argentina no pasa desapercibida. Se reconoce a leguas. Se extraña cuando se está lejos. Se disfruta cuando se comparte en la cotidianidad. Somos un país con una muy fuerte personalidad, y nuestros íconos compartidos son conocidos y adorados por todo el que es argentino; despiertan un inexplicable sentimiento de pertenencia. La muestra está plagada de estos objetos icónicos que definen una partecita de quiénes somos.

Por ejemplo, y yendo a lo obvio, el mate. Una vitrina envidriada exhibe varios ejemplares de nuestro producto estrella, obras del artista y orfebre Valentín Demarco. A su lado, en el piso, descansa un rompecabezas de paquetes de yerba, un mix entre las marcas de siempre y otras que puede que no hayamos visto nunca. 

La sección “Veraneo” es un inmenso guiño a nuestros íconos, con la  famosa silla Bristol de mimbre blanca (que hoy es Patrimonio Histórico, Social, Artístico y Cultural de Mar del Plata), los alfajores Havanna y una foto de Moria Casán, con su look vedette, en los 70s.

Es que en realidad, ¿no es (casi) todo en la muestra un ícono? El ícono cultural se define como “una persona o un artefacto que se volvió reconocido por los miembros de una cultura o subcultura, como la representación de algún aspecto de su identidad”. Las cacerolas representan la lucha; las pelotas pulpo, símbolo de infancia y juego, la botella sobre los autos, una señal generalizada para evadir impuestos de venta; el teclado de Pablito Lescano, un emblema musical y político de “los pibes chorros”. El Gauchito Gil, la calle Florida, las zapatillas Flecha, las radios Noblex, Mirtha Legrand en la publicidad de una plancha…todo representa e identifica, en distinta medida, a los argentinos.

3) Recuerdos de otras infancias (hoy inconcebibles).

En la constelación de la infancia, no hay quien no frene a “nostalgiar”. Es que se nos juega una mezcla de cosas: entre extrañar esos tiempos donde el juego y los amigos podían ocupar el centro de nuestra vida, y la nostalgia de costumbres perdidas a nivel social.  

En épocas analógicas, los cuadernos Rivadavia, las lapiceras Sylvapen y las gomas Dos Banderas eran grandes ingredientes para un rato de diversión. Allí, expuestas, nos trasladan a esos años donde no había más preocupación que elegir con qué color pintaríamos nuestros dibujos. Sin televisores (y ni hablar de celulares) monopolizando el entretenimiento, la creatividad jugaba un papel esencial en lo lúdico. De chicos nos divertíamos hasta leyendo y coleccionando las etiquetas de los chicles Bazooka, que venían con viñetas y horóscopos inventados por el escritor argentino Enrique Rodolfo Fogwill.

En la zona que titularon “Recreo”, la instalación artística de las golosinas se roba las miradas. Y es que cuelga del techo una gran Merengada, obra de Martín de Paola y, junto a ella versiones en escala de los caramelos más conocidos: los Mumu, los masticables de Arcor, el Pico Dulce, y un cuadro en volumen que hace oda a las Sonrisas. Y otra idea viene a la mente: los kioscos y su comida “chatarra”, tan icónica en infancias pasadas, se están cuestionando lentamente, en una actualidad con mucha mayor conciencia de la alimentación. ¿Desaparecerán en algún momento esos espacios que hipnotizan a los niños como un Disney de azúcar y colores? ¿O simplemente mutará lo que vemos exhibido hacia alternativas más saludables y naturales? Las infancias de antes y las infancias de hoy, una temática que se puede desarrollar hasta el infinito y que invita a pensarnos en profundidad como sociedad.

4) Cicatrices que se renuevan, pero nunca desaparecen.

Somos un país golpeado. Acarreamos cicatrices de padres y abuelos mientras vemos cómo nos seguimos lastimando en vivo y en directo. Hay un sector de la muestra – justamente el titulado “Cicatrices” y, junto a él,  “Economía” – que al caminarlo, observarlo y leerlo, tensa los hombros y cierra la garganta. Es emocionante cómo funciona la memoria colectiva. Hay hechos que, si bien muchos de los de ahí no los vivimos, se nos colaron en el cuerpo y en nuestra memoria afectiva, y los sufrimos igual. 

En rojo, descansa el libro “Nunca Más”, el informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de las personas durante el gobierno militar. A su lado, una muestra del proyecto “Baldosas de la Memoria” en La Plata, de Pablo Ungaro y Florencia Thompson, que señala los sitios donde fueron secuestradas y asesinadas personas durante esos años de terrorismo de Estado. Caras, nombres y palabras de sus familiares. 

Al costado, la sección de «Economía». Una temática que no necesita desarrollo, porque todos los argentinos, sin excepción, la conocemos y nos vemos constantemente golpeados por ella. “Misterio de Economía” se lee sobre un gran cartel que corona la sección y, a su lado, una lista de los dólar(es); más de 20 variantes, donde encontramos los recientes “dólar Qatar” y “dólar Coldplay”. En la vitrina, todos los billetes donde apareció San Martín; de uno, de cinco, de quinientos y de un millón de pesos. A su lado, impacta la plana de la revista satírica Barcelona que grita “Argentina ya fue. Los expertos proponen cambiarla por otra”. 

5) El factor sorpresa: siempre queda algo que descubrir. 

Más allá de todos los objetos que experimentamos de primera mano, o aquellos que conocemos por nuestros padres y abuelos, la muestra no deja de regalarnos factores sorpresa. Y es que en varias ocasiones nos topamos con piezas que vemos por primera vez y nos llaman la atención porque no tenemos idea para qué funcionan o funcionaron. Si bien no es su objetivo primordial, “Del cielo a casa” también nos educa un poquito.

En muchas ocasiones, nos cuenta las historias detrás de elementos de nuestra cotidianidad. Entender y contextualizar es siempre interesante, porque nos permite movernos por el mundo con mayor información sobre lo que nos rodea. Cerca de la entrada de la muestra, te recibe el dibujo que explica el símbolo del clásico cartel del ACA (Automóvil Club Argentino) – que parte de un agente de tráfico y termina en la señalética que todos conocemos – y es una divertida caída de ficha. 

Cada uno se sorprende con algo distinto, con lo que la vida decidió no cruzarlo aún. El lavarropas Siam de los años 40, por ejemplo, a simple vista parece más una pequeña nave espacial que una lavadora de las que conocemos hoy en día. Hay una parte lúdica en esta actitud curiosa de observar, cuestionarse, leer, entender e imaginarse un pasado donde ese elemento era moneda corriente, tan corriente que nadie lo ponía en duda.

El equipo curatorial de la muestra es un grupo multidisciplinario integrado por historiadores, diseñadores gráficos e industriales, arquitectos y editores. Lo integran: Sebastián Adamo, Leandro Chiappa, Gustavo Eandi, Marcelo Faiden,Carolina Muzi, Verónica Rossi, Juan Ruades, Martín Wolfsony Paula Zuccotti.

La muestra se puede visitar en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415) hasta el 12 de junio. De jueves a lunes de 12:00 a 20:00, los miércoles de 11:00 a 20:00 y los martes está cerrado. 

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Las fotos son gentileza de prensa del Malba.