Casa FOA sabe elegir locaciones como pocos eventos de Buenos Aires y se viene perfeccionando hace décadas. En esta edición de la exposición de arquitectura, industria, diseño interior y paisajismo, la protagonista indiscutida es La Abadía de San Benito. Esa que está justo en frente del Solar, con entrada sobre la calle Gorostiaga, que como su vecina la Embajada de Alemania cuenta con mucho verde y será, al finalizar FOA, un nuevo espacio cultural que promete jornadas inolvidables. Además de los recorridos tradicionales, lo que más cautivó a MALEVA este año fue la inauguración de Casa FOA de noche que se realiza todos los viernes de 20 a 24hs, hasta que termine el 16 de noviembre, donde el diseño, la historia y el verde se mezclan con buena música, picadas y vinos.
«Además de los recorridos tradicionales, lo que más cautivó a MALEVA este año fue la inauguración de Casa FOA de noche que se realiza todos los viernes de 20 a 24hs, hasta que termine el 16 de noviembre, donde el diseño, la historia y el verde se mezclan con buena música, picadas y vinos.»
A continuación, capturas y observaciones de lo que más nos llamó la atención de los 45 espacios que componen la edición número 31 de la expo en un espacio con impronta inigualable que se ve mejor iluminado por la luna.
«Desde que entramos, no podemos ignorar la historia del edificio construido en 1924 ya que los arcos y claustros que la componen nos lo recuerdan a cada paso. Sin embargo, el pasillo del primer piso pintado de azul marino e iluminado con lucecitas coloridas en forma de guitarras y caballos le aportan un aire joven, lúdico e inesperado.»
Desde que entramos, no podemos ignorar la historia del edificio construido en 1924 ya que los arcos y claustros que la componen nos lo recuerdan a cada paso. Sin embargo, el pasillo del primer piso pintado de azul marino e iluminado con lucecitas coloridas en forma de guitarras y caballos le aportan un aire joven, lúdico e inesperado ante el escenario más señorial que nos rodea.
El primer cuarto que nos sorprende es el del arquitecto Javier Iturrioz que creó un comedor en tonos azules donde antigüedades de porcelana, cortinados búlgaros y una araña imponente conviven con piezas de arte que no pueden pasar desapercibidas como Árboles, Santiago del Estero de Antonio Berni y un Juan Lascano.
«El primer cuarto que nos sorprende es el del arquitecto Javier Iturrioz que creó un comedor en tonos azules donde antigüedades de porcelana, cortinados búlgaros y una araña imponente conviven con piezas de arte.»
También en este piso, el espacio 18 nos tienta con una bañera de agua turquesa imponente sobre piso damero colocada justo al lado de una de las ventanas mirando los arbustos iluminados. Y uno no puede dejar de imaginarse dándose un baño con buena música (y hasta música barroca dada la locación) en el claustro diseñado por Laura Urzanqui e Inés Calamante.
El último de este piso es un loft de esquina (espacio 21) mucho más espacioso que el resto de los cuartos, en donde una cama descansa entre dos ventanas con vista al parque. El diseño del estudio Viviana Melamed se completa con la musicalización de Soledad Rodríguez Zubieta y parece como si alguien estuviera viviendo ahí hace años.
«El diseño del estudio Viviana Melamed se completa con la musicalización de Soledad Rodríguez Zubieta (SRZ) y parece como si alguien estuviera viviendo ahí hace años.»
Para seguir con el viaje de texturas del segundo piso, hay que subir por la escalera intervenida por la diseñadora industrial Bea Palacio y la arquitecta Mecha Palacio que crearon La Nube (espacio 22). La estructura en la que el visitante se sumerge sin escapatoria cubre el techo y da una sensación de liviandad, que bien se define en la pared: “Crea una atmósfera y espacio sensorial que habita entre lo real y lo imaginario”.
El pasillo con el que nos encontramos no tiene nada que ver con el anterior. Está muy iluminado con la obra casi celestial de Florencia Meller y Luisa Norbis, que además de decorar nos deja leer las inscripciones en latín que hay arriba de cada portón que se pierden en la oscuridad de la galería de planta baja.
«Casi al final del pasillo, nos cautiva el estudio de Casa Salazar (espacio 36) y su pared cubierta de trombos antiguos de cara a un señor escritorio de esos que parecen nunca desordenarse.»
Los estímulos en este piso son del orden tecnológico, con la cocina de Gabriela López (espacio 29) que hasta tiene una huerta de aromáticas sobre la ventana, rococó con Breakfast (espacio 32) de Sofía Willemoës y señorial con el Living para Supervielle de los arquitectos Juan Álvarez Morales y Andrés Levy. Este último, primera mención de los Premios Casa FOA, con sus biombos chinos del S. XVII nos hace acordar a la oficina de Bert Cooper de Mad Men, entre sesentosa y asiática. Casi al final del pasillo, nos cautiva el estudio de Casa Salazar (espacio 36) y su pared cubierta de trombos antiguos de cara a un señor escritorio de esos que parecen nunca desordenarse.
«El broche de oro es el Wine Bar Trapiche Reserva del arquitecto Julio Oropel, espacio 49 y Medalla de Plata, donde en mesas comunitarias tanto adentro del espacio como sobre la galería se comparten tablas de quesos y se brinda entre amigos al aire libre.»
Luego de visitar todos los cuartos, y no dejar de imaginar cómo era la vida de quienes habitaban la Abadía y cómo será su futuro como espacio cultural, sólo queda disfrutar en la terraza intervenida por donde se la mire. Todos los viernes hay un repertorio diferente de músicos pero el setting se repite. Las plantas están cubiertas de cintas coloradas y luces, obra del estudio Zoda de paisajismo y las columnas que las rodean también, conectadas unas con otras con piolines iluminados. El broche de oro es el Wine Bar Trapiche Reserva del arquitecto Julio Oropel, espacio 49 y Medalla de Plata, donde en mesas comunitarias tanto adentro del espacio como sobre la galería se comparten tablas de quesos y se brinda entre amigos al aire libre.