Berlín, tú y yo somos como el día y la noche, el agua y el aceite

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Y tú, Berlín, además nunca tendrás este Mediterráneo

Estimat Berlín,
Te escribo bajo un sol de agosto calcinante y sobre arena tan ardiente como la del desierto del Sahara: las gotas de sudor resbalan por mi cuerpo como pavo en Día de Gracias y me encuentro negra como calçot a la parrilla.  Sé que por estos momentos probablemente se dibuje una sonrisa en tu rostro, puesto que siempre te ha parecido divertida mi forma de hablar, pero si tan solo me vieras ahora; si tan solo vieras que en mi rostro no hay indicios de risas ni sonrisas caerías en cuenta lo mucho que duele el verano. 
Caerías en las temperaturas febriles que puede alcanzar un amor que sólo existe gracias a la piel, a las olas y a las noches de helado en la platja – caerías en la nostalgia de quién fui.  Y así me siento yo: febril, y no sé si lo que me agobia es el calor, el recuerdo o tus palabras.  Lo lamento mucho Berlín, lamento decirte que una vez más Febo y Julio me han cegado con sus ideales del joie de vivre; me he permitido vivir a pleno, en el presente, sin importar nada ni nadie, de hacer que las horas del día se extiendan al infinito y quitar toda nube, todo sistema, todo gobierno de mi ser.
Intenté ser independiente, intenté ser real, intenté ser todo eso que tú dices que soy pero no lo soy.  Berlín, lo he perdido, ya no soy aquella que tú describes con tan dulces palabras de admiración.  Y me duele, me duele que insistas en tu amor, que me digas que estás enamorado, que sin mí te sientes gris – por favor Berlín, ya basta, yo no soy quién para salvarte de tus lágrimas – no soy ihre Liebe Te lo he dicho un sinfín de veces, tú y yo somos como el día y la noche, el agua y el aceite, somos como Espanya y Catalunya, como pan sin tomàquet.  No existimos juntos, simplemente tuvimos la suerte de encontrarnos, de compartir una coca de San Joan en Sitges, de escaparnos a Calella, a Figueres, a Cadaqués[1], encontrar una cala remotamente escondida y hacer el amor frente al mar.
Me he mudado temporariamente a San Pol de Mar puesto que me han ofrecido un trabajo aquí en el restaurante de Carme Ruscalleda.[2] 
No insistas más, no insistas en conocerme porque no me conoces; te lo he repetido cientos de veces, tú no me amas, amas la idea de Barcelona o quizás a la Barcelona de ayer y hoy es hoy Berlín.  Hoy es hoy.
¿Cuántas veces debo decirte que el verano es un paréntesis a la vida? 
Ya no me escribas por favor.
Fins aviat Berlín, espero que trobis la felicitat que anheles.
[1][1] Pueblos en la Costa Brava que no hay excusa que valga para no visitarlos, en especial en verano.  Figueres, además, tiene el Museo de Dalí y Cadaqués es el lugar donde muchos artistas desde la literatura a las artes plásticas como Dalí, Tharrats, García Lorca, Picasso, Richard Hamilton y, como no podía faltar en una ennumeración como esta: Marcel Duchamp.
[2] Carme Ruscalleda es una chef catalana con seis estrellas Michelín.  Tiene un restaurante en San Pol de Mar llamado Sant Pau abierto de martes a sábados.  Hay que reservar al 93 760 06 62 o via web.