Augusto Mustafá, fundador de Elepants: «Mi mamá me acompañó al Once y mi abuela confeccionó el primer modelo»

¿Cómo fue la primera semana de una de las marcas de ropa más cancheras (y provocadoras) surgidas en Argentina en los últimos tiempos? De una inspiración neoyorkina a querer que todos se vistan «con pijamas»/¿Cómo es pegarla con tu emprendimiento a los 22 años?/Vértigo y alegría/¿Su primer comprador? Guido, un gran amigo

Augusto tenía tan solo 21 años cuando empezó a desarrollar Elepants

La sección Emprendedores de MALEVA está patrocinada por Hit-Cowork «Amá tu Forma de Trabajar» 

Augusto Mustafá, fundador de Elepants: «Mi mamá me acompañó al Once y mi abuela confeccionó el primer modelo». #MiPrimeraSemana / Fotos: Carla Nastri

 

El 7 de octubre de 2012 Augusto Mustafá recibió el primero de los pantalones que había diseñado y decidió que desde ese día le diría al mundo que era dueño de una marca de ropa con una onda distinta a todas las demás. Esa tarde no podría haber imaginado que Elepants se convertiría en una verdadera moda que facturaría millones de pesos, ni que él mismo se transformaría, años más tarde, en uno de los emprendedores más exitosos del país, ni que desearía “un mundo vestido con pantalones cuadriculados en pijama”.

Augusto tenía 21 años cuando comenzó a desarrollar una de las marcas más cancheras del mercado. Estaba de viaje en Nueva York y le llamó la atención que cada persona se vistiera como quisiera sin importarle ningún prejuicio. Cuando volvió a Buenos Aires, comenzó a diseñar un pantalón tipo cuadrillé, similar a sus pijamas. Su mamá lo acompañó a Once, donde compró todas las telas, y su abuela, que había hecho un curso de costura, le confeccionó un primer modelo. Luego una tallerista hizo el resto y él sólo debió esperar unos días hasta que llegara la primera parte de la producción.

«Augusto tenía 21 años cuando comenzó a desarrollar una de las marcas más cancheras del mercado. Estaba de viaje en Nueva York y le llamó la atención que cada persona se vistiera como quisiera sin importarle ningún prejuicio. Cuando volvió a Buenos Aires, comenzó a diseñar un pantalón tipo cuadrillé, similar a sus pijamas. Su mamá lo acompañó a Once…»

Pero antes del 7 de octubre, Mustafá ya había recibido un prototipo con el que salía a vender los Elepants. “Me acuerdo la adrenalina de los primeros días, salía a vender sin ningún pantalón, decía que tenía una marca re canchera, extrovertida y cuando me preguntaban dónde podían comprar les decía que esperaran, que ya se los iba a mostrar”, relata a Maleva. Hoy, analiza que esa fue una manera de ir haciendo ruido, como cuando en las redes sociales empezó a sortear entradas para importantes festivales de música que le conseguía una tía.  

El día que recibió el primer pantalón terminado no se lo sacó más durante varias semanas. “Lo usaba para ir a todos lados, quería mostrarlo. Si yo no confiaba, difícilmente otro iba a comprarlos”, dice. El primero, recuerda con lujo de detalles, se lo vendió a un amigo de toda la vida, Guido. “Tengo una foto con él y la bolsita”, dice entre risas en la terraza de su casa de Retiro, un antiguo loft que fue intervenido artísticamente por sus amigos, donde además tiene reuniones con su equipo de trabajo y recibe clientes de todo el país que llegan dispuestos a incorporar a Elepants en su catálogo.

«El día que recibió el primer pantalón terminado no se lo sacó más durante varias semanas. “Lo usaba para ir a todos lados, quería mostrarlo. Si yo no confiaba, difícilmente otro iba a comprarlos”, dice. El primero, recuerda con lujo de detalles, se lo vendió a un amigo de toda la vida, Guido. “Tengo una foto con él y la bolsita”…»

En aquella agitada e intensa primera semana de Elepants, Augusto soñaba con encontrarse gente en la calle usando sus pantalones cuadrillé. “Me lo imaginaba como algo que iba a llevar muchos años. Visualizaba tener un local, vender en otras provincias, pero que sucediera tan rápido me parecía impensado”, recuerda. Hoy le pasa cada vez más seguido encontrarse en la calle con hombres y mujeres de todas las edades usando la ropa que él mismo diseñó, desde los clásicos y cada vez más originales pantalones, hasta camisas y camperas. “Me acerco y les digo: ‘qué buen pantalón’, o ‘che, qué buena camisa’”, comenta.

Elepants se transformó rápidamente en una de las marcas con más éxito, tanto en el mercado textil como en las redes sociales, donde Mustafá asegura que la clave está en mostrarse tal cual es, con una idea transgresora. La inversión inicial fue de apenas 600 dólares, que al tipo de cambio oficial representaba menos de 6.000 pesos. En 2016, su emprendimiento facturó cerca de 100 millones de pesos, que decidió reinvertir para seguir creciendo: hoy, el catálogo tiene más de 300 prendas y apuestan a sumar cada vez más modelos.

«La inversión inicial fue de apenas 600 dólares, que al tipo de cambio oficial representaba menos de 6.000 pesos. En 2016, su emprendimiento facturó cerca de 100 millones de pesos, que decidió reinvertir para seguir creciendo: hoy, el catálogo tiene más de 300 prendas y apuestan a sumar cada vez más modelos…»

MOTIVACIÓN Y MÚSICA

Antes de transformarse en uno de los emprendedores más exitosos de estos tiempos, Augusto debió romper con una suerte de “mandato familiar” que lo obligaba a hacerse cargo de la empresa fundada por su padre. Único varón entre seis hermanas, estudió Ciencias Económicas seis meses y abandonó para estudiar Publicidad, carrera que también dejó a los dos años. Hoy se declara partidario de la educación no formal. “Soy amplio, me descubro constantemente. Arranqué a los 20 años con mucha inocencia, con ganas de hacer algo”, dice.

Mis viejos me acompañaron muchísimo, aunque con el crecimiento se fueron asustando. Era muy pendejo, tenía 22, 23 años y ya tenía una estructura y gente trabajando”, comenta. Hoy, Elepants tiene 15 empleados y el 95 por ciento de la producción se desarrolla en la Argentina.

¿DÓNDE TE IMAGINÁS CON ELEPANTS DE ACÁ A CINCO AÑOS?

Cada vez que me la imagino es distinta. Creo en una marca mucho más cuidada, con menos locales, más orgánica, es un movimiento que se puede replicar en el mundo. Me imagino un mundo vestido de pantalones cuadriculados en pijama. Un mundo más alegre, descontracturado.

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